No era el año

Cuenta la tradición Cherokee que un indio viejo le dijo una vez a su nieto: “Querido hijo, dentro de cada uno existe una permanente batalla entre dos lobos feroces. Uno es malvado y representa la ira, la envidia, la venganza, la inferioridad, los complejos malsanos, la irresponsabilidad, las mentiras y el ego. El otro es bueno y representa la dicha, la armonía, el amor, la esperanza, la responsabilidad, la tolerancia, la humildad, la bondad, la empatía y la verdad”.

El niño se quedó pensativo durante un tiempo y después preguntó: “Abuelo, ¿y cuál lobo es el que gana? Y el sabio anciano respondió: “El que alimentes”.

Por fin terminó un año despiadado que sin duda pasará a los anales de la historia por las tragedias que trajo consigo: muerte, desolación, desempleo, separación. Todos esperábamos con ansia que llegara a su fin, como si por arte de magia el primero de enero del 2021 todo fuera borrón y cuenta nueva.

Por desgracia no fue así. Los contagios no han disminuido, las muertes no han cesado, la economía no ha vuelto a tomar su dinamismo. Y es que el enemigo no era el año, sino ese lobo malévolo interno que está ganando la partida. Decía Einstein que es una locura hacer lo mismo una y otra vez y esperar obtener resultados diferentes.

El 2020 tal vez no fue un año tan malo después de todo. Nos quitó muchas cosas. Quizá un ser querido, un empleo, una oportunidad, la cercanía con familiares y amigos, incluso hasta la calma. Pero también nos enseñó a valorar lo que tenemos, con lo que nos quedamos.

La pandemia le dio un respiro al mundo y a nuestras vidas. Vivíamos en una vorágine individualista y egoísta, tratando de encontrar la felicidad allá afuera, en lo material y las riquezas. Ahora cambiaríamos muchas de esas cosas por volver a tener lo que antes teníamos y no nos dábamos cuenta lo mucho que valía, como un beso de nuestros padres o un abrazo de nuestros amigos.

Lo que no mata fortalece y, sin duda, todos saldremos más fortalecidos después de sobrevivir a esta experiencia. El requisito es que debemos alimentar al lobo bueno, siguiendo la parábola del cuento Cherokee. Y la forma de hacerlo comienza con nuestros pensamientos, mismos que detonan acciones, acciones que generan hábitos, y hábitos que forjan nuestra personalidad.

Decía Hobbes que el hombre es el lobo del hombre. Y vaya que hay ejemplos terribles de esa afirmación en la historia: la esclavitud, la Inquisición, los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, entre muchos otros. Pero también es cierto lo contrario. Actualmente, existen millones de personas que ofrecen sus esfuerzos desinteresadamente para tener un mundo mejor. Y no tenemos que ir muy lejos. En México son miles los héroes anónimos, el personal de salud, que se juega su vida tratando de salvar otras.

Si la mayoría alimentamos al lobo bueno, pronto se liberará una jauría que acabrá con los pocos lobos malvados que queden. Al final de cuentas, el futuro del mundo depende, no del año, sino de nosotros.

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