El predicador (IV)

 

 

—El Predicador no necesita argumentar sus decretos, su autoridad moral basta -reproduce esta sentencia el informador de la Agencia de Informativa del Poder (AIP).

El comunicador oficialista de la AIP realiza su labor de comunicación aldeana, lo hace entresacando noticias cribadas con la misión de ganar la preferencia del telespectador y la indulgencia del máximo líder espiritual.

El informador del oficialismo sabe o le han dicho que por cada indulto se acerca más al paraíso prometido con la Enésima Resurrección.

—Ya no existen los otros, tan sólo quedamos nosotros —repite esta advertencia el comentarista telemático mediante la exaltación de las expresiones monotemáticas del Predicador del Palacio del Poder. Éste posee un tacto temerario en franco enfrentamiento con una conversación pluriversa que se resiste a perder y a ser sometida en los territorios cotidianos de la supervivencia hiperinformativa.

—Los ricos son una perversión de la especie humana: concluye el Concilio del Poder Ortodoxo -divulga el vocero del día a día. El vocero está acreditado en la fuente redentora, sabe su oficio, se cuela entre los mártires de la redención para obtener afirmaciones unidireccionales que fijarán una noción universal de lo que existe.

El caudillo gusta y usa un estilo provocativo para apaciguar discusiones. Para El Predicador del Palacio del Poder no hay otras visiones, con la propia basta.

Aun así, circulan otras versiones, otras nociones y otras explicaciones…

La competencia de la oralidad cotidiana está desatada…

—El día a día derrota a los melodramas -proclama el vendedor de noticias.

Oferta esa tercera oración para empezar a saciar la sed informativa. Su voz activa da a conocer con vehemencia el menú de los titulares que sintetizan lo ocurrido ayer y lo recién acontecido en el mundo.

A ver quién los compra…

—Más cara la leche que los combustibles, ni regalado se llevan un galón de combustible que antes se robaban -comenta el opinador, quien dice haber realizado una investigación periodística y una selección cuidadosa de datos financieros. Él dirá que ha hecho su trabajo con el cual busca convencer a quien sintonice su radiofrecuencia, convencimiento necesario para ganar en la batalla de las creencias superpuestas, de los hechos y las verdades por aceptarse.

—Prepárese para lo peor, que lo mejor tardará un poco más en aparecer -tutea el comunicador con ese aire de intimidad. Él traza una línea editorial en confianza, y ya confiado especula con suposiciones sesgadas del porvenir para intentar imponerse con cada kilobyte en el espacio digital y con cada palabra en el terreno de la hipertextualidad.

A ver quién los cree…

—Etiqueta #señorita.esperma se vuelve tendencia en internet, recibe miles de me gusta cuando afirma que el semen no sabe a cloro porque nunca ha probado el cloro -relata el lector de noticias con los ojos fijos en el apuntador óptico. Él busca en Twitter® las 24 horas. Su monitoreo da cuenta de los testimonios unívocos que serán repetidos miles de veces en las aberturas electromagnéticas que reproducen signos audibles y visualizables, indicios perceptibles y en apariencia intocables con los que se crean mundos virtuales verosímiles, tan increíbles que terminan siendo verdades aceptadas.

A ver quién los toma en serio…

—Los bancos de alimentos prestarán dinero -lanza al aire el encriptador de acontecimientos. Él se define a sí mismo como un experto, pocos como él para sintetizar en cápsulas de liberación prolongada dichos y hechos que a lo largo del día serán una tendencia temática en el monoverso videoauditivo a través de las ventanas y los altoparlantes digitales que caracterizan la era de portabilidad de datos sin límites.

A ver quién los consulta…

—O sana o sepultura -catapulta el creador de universos instantáneos. Él mide su éxito con el número de visitas a las consignas que se repetirán en las pantallas y en los auriculares omnipresentes en el automóvil, el teléfono portátil, la tableta electrónica, el televisor, el monitor de computadora y el reloj de pulsera.

(Continuará…)

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