Por Azul Etcheverry
Ya hemos hablado de la importancia de 2024, de los procesos electorales en el mundo y de cómo serán determinantes para los conflictos actuales en el mundo, incluso para las mismas divisiones en los países, pero poco se ha hablado de la democracia, de cómo este sistema ha sido cuestionado e incluso desafiado por los aspirantes. Estamos en el punto en el cual ya los ciudadanos han probado a izquierdas, derechos y centros y no parecen estar conformes con alguna ¿estamos ante el punto de quiebre que puede redefinir nuestro sistema de organización y gobiernos?
En Latinoamérica, por ejemplo, los procesos han tendido hacia un ataque a la democracia, hacia un control estatal celoso de los bloques democráticos que si bien perece ser agresivo, también pone serias preguntas para el sistema actual y expone sus carencias. La polarización también ha sido el común denominador como en Guatemala, donde el triunfo del presidente de izquierda Arévalo representó el hartazgo del pueblo por los anteriores gobiernos y ejerciendo el “voto de castigo” decidieron ir al otro bando.
No es que esté mal, pero a veces parece que se acabaron las opciones, que los líderes se quedaron sin ideas para nutrir nuestra democracia, que a nosotros nos ha consumido la apatía para demandar y exigir y que la corrupción ha acabado con lo que se tenía y, tanto electores como elegidos, nos hemos dado cuenta de eso.
En dos de los procesos electorales más importantes para 2024 en el mundo hay tintes de este escenario. En Estados Unidos, con la amenaza del regreso de Trump, dos cosas quedan de manifiesto, que la clase trabajadora no confía en los demócratas y que la ignorancia puede ponerle el pie en el cuello a la democracia. Ejemplifica muy bien lo viciado del sistema, propuestas vacías y sensacionalistas para ganar votos y acciones incongruentes posteriores a la victoria que generan una desilusión electoral que termina en “voto de castigo”, para repetir el ciclo una y otra vez.
En Rusia aunque pudiera parecer diferente, está por demás decir que la democracia está casi en agonía, vislumbrándose un quinto mandato presidencial de Putin en donde el mismo puede influir en quienes serán sus adversarios electorales y la misma elección es casi un trámite para extender el dominio del presidente ruso y donde los políticos y activistas son acosados para evitar su influencia en la vida democrática.
Veámoslo así, la mitad de la humanidad está llamada a las urnas este año y la tendencia apunta hacia la aparición de nacionalismos y regímenes autoritarios, viejos archi enemigos de la democracia que serán estandartes para ganar votos y salir victoriosos en las contiendas, mas allá de saber si estas propuestas se concretan o no, debemos estar preparados para ver un debilitamiento de la democracia e incluso prepararnos para una diferente a como la conocemos.
No podemos dejar de mencionar la aparición de la inteligencia artificial y la paradoja que ha traído, supuesta para informar y expandir la información, también ha significado un incremento en los niveles de desinformación siendo medio para difundir discursos de odio, racismo, discriminación y misoginia que pueden no sólo alterar el terreno pacífico necesario para las elecciones sino el orden social mismo.
Sin embargo, no todo está perdido, los expertos apuntan a las protestas sociales y la acción cívica en general como los aliados donde la democracia puede refugiarse y donde se puede encender la chispa que prenda el fuego democrático para las nuevas generaciones. No olvidemos que nosotros somos a quienes pertenece este poder, y que es también nuestra responsabilidad cuidarlo haciendo frente a la ignorancia y organizándonos saliendo a las calles si es necesario.
El breaking point está por jugarse y nosotros, los ciudadanos, tenemos el saque.