El que siembra vientos…

Por fin, el presidente Trump comenzó a ceder. Aunque a regañadientes y aún sin conceder, instruyó al equipo responsable del proceso entrega-recepción a comenzar con los trámites. Al final de cuentas, él sabe que las instituciones están por encima de las personas, que la ley prevalece sobre los deseos e interpretaciones individuales.

La verdad es que nunca pudo convencer a la mayoría de los norteamericanos. En la primera elección, aunque ganó el colegio electoral, perdió el voto popular, que sufragó en varios millones más por Hillary Clinton. En esta ocasión, perdió ambos. La diferencia fue el doble de la anterior, más de seis millones de votos.

Con el nuevo gobierno se visualizan algunos cambios positivos. Regresará la cordura a la Casa Blanca. Ahora retomarán su relevancia los canales formales de comunicación y se dejará de gobernar a “twitazos”, muchas veces tan dañinos para los mercados financieros y para las relaciones bilaterales con otros países.

La agenda verde se posicionará nuevamente como prioritaria y estratégica en Norteamérica, buscando reducir la huella de carbono. Muy probablemente Estados Unidos regrese al Acuerdo de París y las empresas generadoras de energía limpia recibirán el apoyo moral, legal y económico del nuevo gobierno.

La política nacionalista, tan mal concebida y peor implementada por el gobierno saliente, cambiará radicalmente de tono. Los acuerdos comerciales serán vistos como una oportunidad de ganar-ganar y no de abusar de la contraparte. La “guerra” contra China y otros países será sustituida por un entendimiento más armónico. Quedó claro que esa estrategia solo trajo consigo un mayor déficit comercial para nuestro vecino del norte.

Volverán los programas sociales eliminados por Trump y quizá se reviertan algunas de las reducciones impositivas para las empresas que solo beneficiaron a un grupo muy pequeño de personas de altos ingresos. Muy tarde quiso el presidente quedar bien con los empresarios medianos y pequeños, aprovechando la pandemia y enviando cheques a diestra y siniestra. Evidentemente no tuvo el efecto electoral esperado.

Una gran ventaja que se avizora es que Joe Biden ya dijo que, debido a lo avanzado de su edad, no buscará la reelección en cuatro años. Será entonces de los pocos presidentes que asuman el cargo pensando, no en la siguiente elección, sino en la próxima generación. Eso le dará flexibilidad para tomar decisiones poco populares en el corto plazo, pero muy benéficas en el largo. Ojalá no pierda esa oportunidad histórica.

Creo que a México le espera un mejor futuro en el que nos tratarán con mayor respeto y nos verán nuevamente como un socio estratégico, porque al fin de cuentas, eso es lo que somos. Nuestro talento será revalorado y podremos crecer juntos como pares, no como subalternos.

Trump buscó siempre la confrontación y la radicalización de la sociedad que en algunas ocasiones estuvo a punto de salírsele de control. Esa misma sociedad dividida fue la que le retiró el bastón de mando.  En un país forjado por inmigrantes, en un continente deseoso de armonía, eso ya no funciona. Dice el dicho “el que siembra vientos cosecha tempestades”, y tempestades fue lo que Trump cosechó.

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