Trabajar, estudiar y (con)vivir en la nueva normalidad

Desde marzo pasado nuestra “normalidad” se volvió bastante anormal, algo así como un episodio de “Los supersónicos” sin autos voladores, con toques de “The walking dead” sin zombies. Realizar prácticamente todas nuestras actividades desde casa, es desde entonces, para una amplia mayoría, la nueva manera normal de trabajar, de estudiar, de vivir. Si, otros muchos, aún tienen que salir para seguir realizando actividades fuera de casa, pero para ellos -también- todo es muy diferente ahora. Incluso para el personal médico, nada es “aquel” normal.

Ahora, desde el pasado 01 de junio, entramos a algo que se llama #NuevaNormalidad, que si bien, el término es bastante realista y concreto, normalizar nuestra nueva realidad será un proceso largo, tan difícil como lo queramos y tan confortable cómo nuestra resiliencia lo permita, de esta manera, en lo referente a nuestro ámbito laboral, la mayoría tenemos que adaptarnos al trabajo remoto estando o no preparados (nosotros y nuestras organizaciones), y, además, muy probablemente, mientras esto sucede estamos conviviendo con alguien en casa que está también adaptándose a su trabajo o a estudiar en casa, lo cuál es, en general, una gran oportunidad para todos, salvo por los nuevos problemas de espacios, tiempos y dinámicas simultáneas.

Entonces, además de sobrellevar una crisis de salud que nos ha puesto bajo una emergencia sanitaria que no ha terminado, sufrimos otra crisis derivada de una brecha digital que quizá se había estado atendiendo, pero no al ritmo necesario, ni por parte del Gobierno, ni de las empresas, ni por una gran mayoría de usuarios. De tal suerte que, lo que podría ser en casa una experiencia disfrutable y productiva al permitirnos convivir más tiempo con la familia mientras realizamos nuestras actividades laborales y escolares, hoy nos complica –a la mayoría– hasta la convivencia familiar. Ya sea por la falta conectividad a internet, por la demanda de tiempo y atención de ciertas actividades inherentes a lo no familiar, y hasta por la inequidad entre equipos tecnológicos (PC portátil, de escritorio, móviles, etc.) e integrantes de la familia con necesidades de uso. Estamos, pues, ante escenarios complejos, sin mencionar temas mucho más graves como el desempleo a causa de la contingencia, la violencia doméstica y de género, o la disminución de ventas e ingresos para la mayoría de los autoempleados.

Esto es por lo que resulta imperante, dentro de nuestros ámbitos laboral y escolar, que, desde casa, ya sea durante este mes que estamos en la nueva normalidad –pero aún no todos-, o más bien, durante el tiempo necesario –y todos-, comencemos a transformar nuestra realidad. Pues es en casa donde estuvimos, estamos y estaremos la mayor parte del tiempo, comenzar a generar dinámicas familiares que delimiten acuerdos mínimos para el respeto, el aprovechamiento y la gestión simultánea del tiempo de trabajo, de educación y de convivencia, debe ser una prioridad, porque también es una realidad que, mientras realizamos teletrabajo y asistimos a clases en línea disminuimos emisiones contaminantes, reducimos gastos de oficina, de traslados y escolares. Entonces, el beneficio es alto y evidente en muchos aspectos, por ello, pensar en esta manera de hacer las cosas como parte de una nueva realidad, merece que todo funcione mejor en casa.

Por un lado, según datos de la Secretaría del Trabajo, el 70% de las actividades laborales en México podrían ser adecuadas para la modalidad de teletrabajo, por otro lado, quizá con un rezago mayor, pero hoy la educación remota es una variante bastante explotada por escuelas privadas de todos los niveles educativos y socioeconómicos que será necesario comenzar a implementar (si, en la medida de lo posible y con un gran esfuerzo por parte de padres de familia y docentes) para escuelas públicas que, hoy, están haciendo lo que pueden para cumplir con el programa de este ciclo escolar, a pesar de todo y de todos. Al final, los objetivos principales para las actividades laborales y escolares se realicen de manera presencial o remota, son los mismos; los procesos clave también seguirán siendo los mismos (al menos no tendría por qué cambiar), y nuestra tecnología global es ya en sí, una herramienta para facilitarnos desde hace un par de años llegar a esos objetivos y mantener esos procesos. Además, como siempre, lo escolar impactará lo laboral, lo laboral lo social, lo social lo familiar y viceversa.

Con suerte, lo que comencemos a hacer a partir de esta nueva realidad con lo educativo también nos ayudará a largo plazo a mejorar los espacios laborales, que en muchas ocasiones, hoy, llegan a compartir ciertas prácticas “excéntricas” –por llamarles de alguna manera-; por ejemplo, la costumbre de otorgar “bonos”, en un lugar por “cumplir” con ciertos trabajos en casa y en el otro por “lograr” las metas de productividad, cuando tanto unas tareas como otras, son inherentes a la actividad habitual y elemental de cada espacio. De manera contraria, muchos de los actuales problemas que tenemos con la adaptación al trabajo remoto se debe al modelo educativo que poco ha cambiado –en su fondo– desde hace más de 50 años, seguimos con esa costumbre de recompensar o castigar la repetición, la memorización, la imitación y calificamos los resultados con el simple hecho de asistir y con exámenes que dejan un mínimo rango de acción para estimular la creatividad, la imaginación, y ni hablar de demostrar el provecho de la investigación, de fomentar la curiosidad, de incentivar el descubrimiento, de, simplemente, pensar diferente, y así, ¿cómo podríamos, actualmente, generar soluciones creativas a problemas tradicionales?

De esta forma, ¿qué opciones tenemos para la educación? Las oficiales, ya nos las hará saber en un par de días, la Secretaría de Educación Pública federal, “por nuestro lado” podemos, por ejemplo, echar mano del llamado “homeschooling”, que básicamente es un modelo de gestión de contenidos, aprendizaje y evaluación educativa en casa (impartida por padres, tutores o de manera autodidacta) que se acredita conforme a la legislación de cada país, en México esto puede hacerse a través del INEA, CENEVAL y algunas otras certificaciones particulares. Ante nuestra nueva cotidianeidad, este camino podría ser de utilidad para algunas personas que deseen cambiar el paradigma educativo actual y que sobretodo puedan estar muy atentos, dispuestos y con el tiempo suficiente para ser protagonistas de la educación de sus hijos.

Y, ¿para lo laboral? Afortunadamente, ya existen lineamientos oficiales. Si, los presentaron el pasado 17 de mayo, pero los oficiales-oficiales están publicados en el DOF desde el 29 de mayo, en ellos se establecen las recomendaciones y medidas indispensables que deben considerarse en los centros de trabajo, desde luego implican: sana-distancia, equipo de protección personal, sanitización de espacios, barreras físicas, estrategias para menor contacto, capacitación; también promueven el teletrabajo, las reuniones no presenciales, ciertos códigos de vestimenta (no, la barba no está restringida, podemos seguir usándola con orgullo y máxima protección), medidas para traslados, entradas y salidas, comedores, y algo bueno para todos, pone cierto énfasis en la atención de los riesgos psicosociales, es decir, además de la obligación de cumplimiento de los patrones y las personas trabajadoras de la #NOM035, la autoridad validará la apertura de los centros de trabajo, entre otros puntos de cumplimiento (en total 55 para micros y pequeñas, 77 para medianas y 87para grandes empresas) por la gestión de los riesgos psicosociales que los centros de trabajo estén llevando a cabo.

Por último, esta nueva normalidad, debe recordarnos cada día que nuestro mundo es dinámico, global, de interacciones incesantes y variables, por eso, adaptarnos rápido, poder ser resilientes, empáticos, y sobretodo, solidarios nos ayudará a estar mejor preparados para comprender, aprender y aprehender los nuevos modelos de educación y trabajo a través de la tecnología, quién no logre (o pueda) ser partícipe de esta nueva realidad, seguramente tendrá problemas de convivencia y vida mucho mayores que el propio COVID-19.

Como siempre, agradezco tu atención y no dudes en escribirme para saber más sobre esto o algún otro tema. mnunez@dirhmexico.com.mx

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