Enseñar a pensar, no qué pensar – Homilía del IV Domingo de Adviento, ‪22 de diciembre 2019

Lecturas: Isaías 35, 1-6a. 10; Salmo 23; Romanos 1, 1-7. y Mateo 1, 18-24

Hoy es el último domingo de este tiempo de Adviento, se ha encendido la cuarta vela. También tenemos la sexta posada de la novena de Navidad como preparación a la celebración del nacimiento del Niño Jesús.

Hoy, por cuarta vez, escuchamos durante este tiempo de Adviento la profecía del gran profeta Isaías acerca del Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”. El cual sirve de marco al pasaje del evangelio de san Mateo que hace referencia a dicha profecía. Te pido no quedarte con la idea de que ya te la sabes. El cerebro es como el paracaídas, solo sirve si se abre.

San Pablo en este pasaje de la carta a los romanos refiere que Jesús es de la descendencia de David y el pasaje del evangelio pone como protagonista a San José, hijo de David y padre adoptivo de Jesús. La concepción virginal es explicada en sueños a José por medio del Ángel Gabriel. Quien no dudó más y recibió a María por esposa sabiendo que ella había engendrado al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. Así José se nos presenta como el hombre que creyó y confió absolutamente en Dios ante la revelación de la venida de su Hijo; y miren que cada uno puede constatar que José actuó y no habló, no tenemos una sola palabra de José en todo el Nuevo Testamento.

He dicho que estas homilías de Adviento son un también un esfuerzo sobre Teología y Tecnología ante la adveniente década con su Revolución Tecnológica. Hago unas preguntas ¿Por qué a muchos niños no les gusta ir a misa?, ¿Por qué el 85% de católicos no asiste a misa los domingos? Intento responder, porque no se entusiasman, porque han perdido de vista que Jesús está vivo en la Eucaristía, que cumple su palabra que es el Emmanuel, “el Dios con nosotros”. Voy a dar sencillos elementos para entender lo que somos y por qué somos así y  tengan acceso de primera mano que entusiasme y haga creer y vivir esta gran verdad del “Dios con nosotros.”

Lo diré de forma precisa y concisa. El cerebro se estudia también con la llamada “Tomografía apositrón”, se introduce glucosa radioactiva en la circulación sanguínea, y cuando este contraste llega al cerebro la parte del cerebro que está trabajando más se alerta mediante color rojizo; la zona prefrontal del cerebro trabaja para crear armonía, conocimiento, síntesis, etcétera. Ahí están las neuronas más finas, de tal forma que si alguien se droga, es adicto al alcohol o no duerme lo suficiente esas neuronas se asfixian, se mueren y las personas pierden voluntad para tener hábitos buenos, para superar sus problemas y adiciones. Ahora mismo las zonas auditivas de quienes me escuchan están trabajando, y las visuales de quienes me están leyendo; así yo puedo ver cómo se comportan las personas ante lo que reciben. Si alguien no está convencido solo responde por palabras articuladas. Lo hermoso de las neurociencias nos dice cómo respondemos ante lo que recibimos. Si tenemos experiencias importantes se producen huellas neurales. La corteza frontal o lóbulo prefrontal, zona fina e inteligente, comúnmente llamada “frente” se produce el “pensamiento complejo” que es lo más humano que tenemos, así  encontramos que el comportamiento es fruto de lo que aprendemos, este lóbulo prefrontal filtra la información; por lo cual cuando alguien se siente apreciado y querido, con el buen trato se activan ciertos químicos que le hacen sentir bien como la dopamina y la serotonina; pero si por el contrario alguien se siente mal tratado se producen estados incómodos que activan la adrenalina y el cortisol, así la persona se vuelve agresiva y violenta.

Yendo hacia la conclusión de este día, camino inmediato a la Navidad en tres días. Les reto a revisar cada uno en las lecturas de hoy el buen trato que nos tiene el buen Dios, lo bien que nos hace sentir. Y por eso yo mismo no quiero ser un sacerdote que con el cual y sin el cual uno se queda tal cual. Yo no quiero para nadie una Navidad más con la cual y sin la cual uno se queda tal cual. Sino que como el profeta Isaías, como María y José redescubramos que necesitamos de la gloria de Dios para saber dónde se esconde ese Emmanuel, “el Dios con nosotros”; y hagamos acopio de la humildad de los pastores y del honor de los reyes para ir a buscarlo. Ahora que ya sabemos un poco más con la ayuda de la ciencia por qué somos como somos. No seamos uno más con el cual y sin el cual nos quedemos tal cual.

Bendecida noche de la sexta posada,  muy pronto será Navidad; estoy seguro que como María, José, los pastores y los magos tendremos la experiencia de vivir la presencia del Emmanuel, “el Dios con nosotros” que se hace presente en la Eucaristía. Me permito recomendar que en Familia antes de que termine el año visiten al Santísimo sacramento; hay vida, familia y trabajo, den gracia y si no la tienen, pídanla y verán que tarde que temprano vendrá. Dios tarda pero nunca olvida.

Amén, amén, Santísima Trinidad.

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