No hace mucho abordaba en este espacio el tema de la violencia en nuestro país y de cómo el tejido social, tan fracturado desde hace tiempo, muestra señales cada vez más preocupantes de normalización y regularización de la violencia. El asesinato del joven abogado Daniel Picazo en un poblado de Huachinango, Puebla, a manos de una muchedumbre que lo quemó vivo, me ha dejado sin palabras.
No he visto los videos del linchamiento, ni tengo intención de hacerlo. Pero qué pavor da a veces vivir en este país. Picazo, un joven que un fin de semana decide salir de la ciudad con la idea de relajarse, se encuentra, así sin más, con la muerte.
Días previos a su visita, se corrió el rumor vía mensajes de WhatsApp de que había gente foránea en Papatlazolco, el pueblo que visitó Picazo, que estaba secuestrando niños. Cuando alguien identificó que había una camioneta con placas de fuera, el rumor reunió a cerca de 200 personas, y aunque las autoridades locales acudieron al lugar, les fue imposible detener a la enfurecida turba que sin pruebas de nada, decidió quitarle la vida este joven.
Me quedo horrorizado ante un hecho que ya se ha visto con anterioridad y que apunta, otra vez, a la raíz de todos los problemas que este país lleva arrastrando desde hace décadas: pobreza, ignorancia, desigualdad.
El destino que tristemente sufrió Daniel Picazo ya no forma parte de una realidad lejana al resto de la sociedad. De hecho, para muchos mexicanos, su convivencia con la violencia, con familiares asesinados o desparecidos forma parte indisoluble de su día a día.
Qué horror que no podamos encontrar la manera de salir al paso en este tema y de que vivir con el temor a perder la vida, a ser secuestrado o desaparecido se convierta en moneda corriente en nuestra sociedad.
Escribo esta columna desde un viaje de trabajo al extranjero. Francia para ser exactos. Cada vez que hago este tipo de viajes a lugares que económica y socialmente han logrado una mayor solidez que México, me pregunto, ¿en qué momento le tocará vivir a nuestro país un periodo de relativa calma y estabilidad?
(Y no es que acá no haya problemas, que los hay y muchos, pero no precisamente de violencia descarnada).
El lastre de la violencia aqueja a sociedades y países en condiciones muy particulares. Y México lleva envuelto en una espiral sangrienta ya más de una década y sin una idea clara de si podrá salir de ahí.
Deseo que los familiares de este chico encuentren paz, y deseo aún más que nuestro país pueda ser más habitable para todos, que como sociedad seamos más empáticos, que vivamos más en comunidad y tomando en cuenta un poco al otro. No sé qué más decir…