Destrucción de capacidades

por Vidal Garza Cantú 

 

La polarización política en México y Nuevo León ha desatado un torbellino que arrastra capacidades y productividad. La comunicación se ha convertido en un laberinto y la descalificación de los oponentes, en el pan de cada día.

Ante los escasos resultados, el dedo acusador se dirige al oponente, culpándolo de obstaculizar el actuar. Ante los logros y sacrificios de la sociedad y el sector privado, el Gobierno se adueña de los aplausos como un actor en un escenario. Esta dinámica ha sembrado la indiferencia hacia la mejora y la productividad, un mal que tiene raíces políticas, no económicas.

La falta de dignidad y congruencia en los candidatos políticos, junto con la inseguridad, impunidad, corrupción y negligencia, están erosionando la capacidad del verdadero servicio público como el agua desgasta la piedra. Con las próximas elecciones, se espera una tormenta de información confusa y noticias falsas, y ahora tendremos que lidiar con noticias construidas por inteligencia artificial con el fin de engañar, que será difícil descalificar como falsas.

La democracia está en crisis, como un barco en medio de una tormenta, debido al uso indebido del presupuesto público y las instituciones gubernamentales para mantenerse en el poder. Esto, junto con los ataques a las instituciones electorales y la violencia creciente, está paralizando la vida cotidiana como un ancla pesada.

Es crucial analizar qué plataforma política nos da más libertad y cuál candidato limita nuestras aspiraciones como una jaula. Debemos prestar atención a las propuestas que generen confianza y esperanza, y que busquen construir un país con ciudadanos, no con un pueblo dependiente.

La inseguridad debe ser abordada, ya que nuestro País no puede seguir siendo un campo de batalla. En los últimos 4 años, la administración pública federal ha perdido capacidades y el equilibrio de Poderes ha sido debilitado como un castillo de naipes. La renuncia de un ministro de la Corte que demostró su pleitesía cercana al Presidente es un ejemplo de esto.

La pérdida de capacidades también se evidencia en la respuesta a desastres naturales, como en Acapulco, y en la realización de obras públicas que dependen de la decisión de una persona y no de estudios y planificaciones adecuadas. El conflicto no contribuye al desarrollo de más capacidades, sino que las consume como un fuego voraz.

Imagina un barco, las dependencias públicas, navegando en un mar de problemas. En lugar de ser el faro que guía a la solución, parecen más bien boyas a la deriva. Sus tripulantes, burócratas financiados por un presupuesto, siguen órdenes sin resolver trámites, como marineros perdidos en la niebla. Alimentan la ineficiencia y la corrupción, erosionando las capacidades de la administración pública como el mar desgasta la costa.

En Nuevo León, las capacidades gubernamentales se han deteriorado por la marea de la lucha entre el Ejecutivo y el Legislativo. Las iniciativas del Congreso, lejos de ser salvavidas para la población, se han lanzado con enojo, rencor y una falta de inteligencia que no contribuye a la construcción de un Gobierno eficiente.

Nuestra democracia, como un faro en la noche, no debe permitir que los Gobiernos ineficientes oscurezcan su luz. Es crucial que participemos y exijamos Gobiernos orientados al ciudadano, con una misión clara como el faro que guía a los barcos a puerto seguro.

Cuando los políticos en Nuevo León ven todo a través del prisma de los ataques y los intereses, la sociedad queda en un vacío, como un barco abandonado en medio del océano. Pero no hay que olvidar que Nuevo León es más grande que su Gobierno, como el mar es más grande que cualquier barco.

No podemos olvidar que los ciudadanos, como marineros en este vasto océano, no somos libres si no podemos poner un límite al Gobierno. Ese límite es la capacidad del Gobierno de dar resultados respetando el Estado de Derecho, como el faro respeta las reglas de la navegación.

vidalgarza@yahoo.com