De esas cosas que no entiende uno

Enrique Martínez y Morales columnista

Por Enrique Martínez y Morales

Muy triste, preocupante e indignante ha sido la noticia sobre la desaparición de la Financiera Nacional para el Desarrollo Agropecuario, Rural, Forestal y Pesquero, mejor conocida como Financiera Rural (por ser ese su nombre antes de la Reforma Financiera), sobre todo para quienes tenemos el orgullo de haber laborado en ella y para quienes se beneficiaban, no de una dádiva, sino de un crédito que las daba la oportunidad de auto superarse.

Los argumentos en que principalmente se basa la terrible decisión son tres: que el nivel de cartera vencida era insostenible; que al tener menos de 300 mil acreditados no era representativa en el sector financiero nacional; y porque muchos de los beneficiarios no necesitaban del apoyo de la banca de desarrollo.

Ya muchas voces acreditadas en el medio han salido a corregir lo impreciso de esas razones. La cartera vencida se disparó en años recientes, antes estaba muy sana, auditada por las autoridades bancarias y financieras del país. Las acciones de cobro eran eficaces y eficientes, y los acreditados del campo demostraron siempre su responsabilidad, buena voluntad y palabra al cumplir con sus pagos.

Quizá los clientes directos eran pocos cientos de miles, pero muchos de ellos fungían como intermediarios financieros que a su vez dispersaban recursos a muchísimos más acreditados rurales, llegando a contabilizarse, en el 2018, 2.4 millones de ellos.

Los negocios de producción agropecuaria son de alto riesgo. Amenazas como las plagas, las heladas, las granizadas, las sequías, los huracanes y los virus como la gripe aviar, entre otras, ocasionan una aversión crediticia en el mercado financiero privado. No cualquier institución bancaria presta a estos proyectos, ni siquiera a empresas acreditadas y si lo hace, es a tasas altísimas. Ya no digamos a los pequeños productores rurales, campesinos y ejidatarios, que tienen que caer en las garras del agio. Todo esto se refleja en un aumento de precios en la canasta alimentaria, que ya estamos padeciendo.

El equilibrio que se mantenía era muy sano. Los créditos grandes se daban con garantías suficientes y análisis de riego profesionales; los pequeños, destinados a los ejidatarios y campesinos menos favorecidos, eran a la palabra. Aun así, los ingresos por intereses al cierre de 2018 superaron los 5 mil millones de pesos con una rentabilidad de doble dígito. Es decir, la Financiera cumplía a cabalidad con su función y no le costaba al país, salvo en casos marginales, de bajo monto y para atender algún programa público, como el del Pequeño Productor.

Con la destitución de los técnicos especialistas y con la cancelación del Fondo que contenía casi la mitad de su patrimonio comenzó el desmantelamiento de la FND. Hoy se formaliza su muerte dejando al campo mexicano indefenso y de luto. De esas cosas que no entiende uno.