Europa en suspenso

Europa se enfrenta a una nueva disyuntiva histórica cuyas implicaciones van más allá de un conflicto territorial. La tensión entre el bloque Occidental y Rusia por el deseo de Ucrania de incorporarse a la OTAN, ha mantenido en vilo a la opinión pública mundial, y al llamado viejo continente, debido a la incertidumbre que existe alrededor de la actual situación.

Tanto Rusia, como Estados Unidos y las potencias europeas mantiene su artillería en la zona limítrofe de Ucrania en espera de que Putin tome una decisión: invadir o no un territorio que considera estratégico para su seguridad nacional y con ello impedir la expansión de la OTAN.

El intercambio de mensajes de diplomáticos entre Europa, Rusia y EU ha impedido hasta cierto punto que estalle el conflicto, lo preocupante aquí es que Occidente no tiene mucho con qué pelear en el sentido de que Putin no permitirá bajo ninguna circunstancia que las fronteras de su país queden vulnerables, además, el gas proveniente de Rusia, motor para Europa, juega un papel fundamental en esta querella.

Con el pretexto del suministro del energético que llega a Europa vía, precisamente Ucrania, y que deja una importante derrama económica en dicho país, Rusia puede estirar la cuerda hasta donde quiera y mantener esta suerte de doctrina del shock que le permita establecer las negociaciones en los términos en los que el Kremlin decida.

Aquí, la diplomacia jugará un rol clave para evitar un conflicto mayor en un país que lleva más de cinco años padeciendo la inestabilidad política, la violencia y la división social que produjo la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014.

Este no es asunto menor, y si bien para muchos analistas resulta improbable, por ahora, que suceda una guerra, las consecuencias de este conflicto no son asunto de especulación o adivinación política, ya están ahí, pegando directamente a la gente de un país que se debate entre unirse a un bloque u otro y a la espera de que las principales potencias del mundo decidan su suerte; alertando a Occidente sobre aquello que amenaza sus principios y reafirmando que Putin no es ningún tonto, y que no cederá un ápice si percibe que su perímetro de influencia se ve mermado.

El punto aquí, es que este es el primer conflicto en el que se pone de manifiesto la crisis de energéticos por la que atraviesa el mundo y esto puede ser la antesala de un panorama global nada alentador, puesto que si la producción, generación y distribución de energía se sujetará los vaivenes políticos y bélicos de las potencias, nada bueno podemos esperar de ello.

Por otro lado, destaca la pobre injerencia de EU como actor predominante en las decisiones mundiales, su pérdida de liderazgo y la ausencia de equilibrios en un escenario en el que las pulsiones nacionalistas y autoritarias ganan cada vez más terreno ante el enorme desencanto social que el binomio capitalismo-democracia ha dejado en las últimas generaciones.

En el interín se quedan la estabilidad política y energética de todo un continente y las heridas de un país al que su historia le sigue significando una pesada carga en los hombros.

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