La sorprendente boda de Cana de Galilea

16 de enero de 2022
II Domingo del tiempo litúrgico llamado ordinario del ciclo C
Sacerdote Daniel Valdez García

Estimados todos!

Estamos celebrando el segundo domingo del tiempo litúrgico ordinario del ciclo C, que corresponde al evangelio de Jesucristo según san Lucas, y a partir del próximo domingo estaremos reflexionando bajo su guía.

Hoy nos ocupamos del evangelio según san Juan porque nos relata la tercera epifanía o manifestación de la gloria de Jesús. El domingo pasado escuchamos la segunda en su bautismo y la primera en el domingo que escuchamos el relato de los sabios venidos del Oriente.

Hoy les propongo reflexionar en tres aspectos: Las bodas en Israel, el matrimonio en el imperio romano, la sorprendente boda en Caná de Galilea y finalmente comenzamos nuestra preparación al Jubileo Ordinario del año 2025.

LAS BODAS EN ISRAEL. Las bodas judías se basaban en el Talmud, obra que abarca leyes judías, tradiciones, historias y leyendas. En pocas palabras, explica que aquel que pasa sus días sin una esposa, no tiene felicidad, ni bendición, ni bien. El judaísmo entendió y entiende a la familia como la única institución social indispensable para la creación y formación física y espiritual del individuo. Para mejor comprensión no usaré los términos hebreos, pero si les diré que la boda se realizaba en un ritual de SANTIFICACIÓN: entrega la dote, vino y del anillo a la novia (desposorios), traslado de la novia con velo a la casa del novio, llegada del novio, decir sus votos, entrega de anillo al novio, recibir las siete bendiciones y beber vino en la misma copa, después pasaban al tálamo nupcial para consumar el matrimonio. O ambos llevaban coronas de flores (Cantar de los cantares 3, Isaís 61, Ezequiel 16). Y los invitados esperaban a que regresaran los esposos. El rabino era testigo de los votos y del beber en la misma copa ahora como esposos. El esposo cierra la ceremonia rompiendo una copa, para recordar la destrucción del templo de Jerusalén y el destino nacional y espiritual del pueblo judío. así la fiesta podría durar hasta siete días (véase Génesis 24. 29; Éxodo 22; 1 Samuel; Tobías 7). Aunque las costumbres variaban de un lugar a otro en todo Israel. Por lo general dos amigos del novio organizaban todo.

El MATRIMONIO EN EL IMPERIO ROMANO sólo hubo matrimonio formal para las élites; los esclavos y otras clases sólo podían aspirar al CONTUBERNIO, es decir, “habitar la misma choza”, el amo podía terminar con eso, o vendiendo a alguno de los esclavos. Muchos cristianos fueron esclavos y es muy probable que hayan vivido ese tipo de uniones, y quizás uniones múltiples. Había también el matrimonio por venta que era cercano a la famosa dote que entregaba el bien al padre de la novia. La gentes noble unían sus manos, hacían sus votos, tenían anillos y hacían oraciones a Júpiter y a Juno, además tenían guirnaldas, velos, flores y pastel. Sólo entre los esclavos no existía el matrimonio. Entre las elites sí, pero había el divorcio que las mismas mujeres podían dar a su marido. El desorden era notorio. Casi como hoy en día que hay varios jóvenes que viven como esclavos en contubernio sin compromiso y con miedo a asumir la responsabilidad del matrimonio.

LA SORPRENDENTE BODA EN CANA DE GALILEA. El evangelio de san Juan nos narra la primera y la última semana de la vida publica de Jesús (Juan 1, 19-2,12; 12, 1-19, 17-30). Aunque no lo hemos leído, el evangelio dice que el tercer día de la primera semana de la vida pública de Jesús, «había una boda en Caná de Galilea. Ahí estaba la madre de Jesús, él y sus discípulos también fueron invitados a la Boda». Algunos proponen como reflexión espiritual que no dejes de invitar a tu boda a María a Jesús. Continuo, la bodas se preparaban casi con un año de anticipación y se reciben las invitaciones meses antes. Ya han pasado unos meses de que Jesús dejó su casa en Nazaret. María le dijo que no tenían vino, y Jesús respondió: «Mujer, ¿a ti y a mí qué nos va? Todavía no ha llegado mi hora». Si por san Juan fuera no hubiésemos conocido el nombre de la «Madre de Jesús», que es como la llama solemnemente o en labios de Jesús: «Mujer».

Y por otro lado, el tema de la «hora» aparece cuatro veces en el evangelio de san Juan y siempre tiene que ver con la manifestación mesiánica de su gloria como Hijo de Dios.

Volviendo al tema que nos ocupa, Jesús sencillamente está diciendo que en la escala de la lista de invitados él no ha sido requerido para proveer vino en la boda. Vale la pena decir que este esquema de diálogo, no entender, preguntar y Jesús explicar, se repite otras veces en este cuarto evangelio: diálogo con Nicodemo (Juan 3), diálogo con la samaritana (Juan 4), diálogo con el ciego Bartímeo (Juan 8), diálogo con Marta (Juan 10).

María sabe que Jesús puede ayudar a evitar la vergüenza de que no haya vino en la boda y dijo a los sirvientes «Hagan todo lo que él les digo». María actúa como toda una reina, ella no cambia la voluntad del Hijo que siempre hace la voluntad del Padre, sino la voluntad del Padre (1 Reyes 1, 19-21). Ahí había seis tinajas de piedra para el ritual de purificaciones evitando contaminaciones (esto detallado en los escritos del Talmud), eso nos deja saber que esta era una boda de fariseos y que el maestro principal es el rabino de su sinagoga. Fueron llenadas las tinajas hasta el borde, los sirvientes sumergen los recipientes y llevan al encargado el vino. ¡Jesús ha profanado su tinajas de agua ceremonial transformándola en el mejor vino!, eso no lo supieron los fariseos que hubiesen tenido un ataque de rabia, razón por la cual el versículo 11 diga: «esta fue la primera de las señales por las cuales Jesús manifestó su gloria, su enseñanza». Los otras seis señales presentados por Juan violaron las reglas de los fariseos, leyes humanas que apartaban de Dios, porque eliminaban los mandamientos que los fariseos no querían seguir. Sus discípulos entendieron y le creyeron a él.

Y concluyo con la preparación hacia el Jubileo del 2025. “PEREGRINOS DE LA ESPERANZA”, es el lema del Jubileo Ordinario del 2025, anunciado por el Papa san Juan Pablo II al terminar el Jubileo del año 2000 de la encarnación del Hijo de Dios.

La Iglesia celebra periódicamente cada 25 años los Jubileos ordinarios. La historia y motivaciones muestran que el Jubileo es un tiempo que históricamente la Iglesia ha puesto al servicio de la conversión de los pecadores y la misericordia. El término “Jubileo” tiene un origen judío, aunque la forma cristiana es muy diferente. En la tradición judía el Jubileo conmemoraba la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud. Su nombre tiene su origen toponímico en el jobel, un cuerno ritual empleado para marcar el inicio de la celebración. De la palabra jobel deriva el término cristiano “Jubileo”.

El primer Jubileo celebrado por la Iglesia católica tuvo lugar en el año 1300, en el Año Santo convocado por el Papa Bonifacio VIII. Aunque la idea inicial era celebrar un Jubileo cada 100 años, luego se redujo la periodicidad a 33, los años de Cristo al fallecer. A partir de 1450 volvió a reducirse la periodicidad y se fijó en 25 años, para que cada generación tuviera su Jubileo. El último Jubileo ordinario fue el Gran Jubileo del año 2000, convocado por San Juan Pablo II para conmemorar los 2 mil años del nacimiento de Jesucristo.

Además de los Jubileos ordinarios que se celebran cada 25 años, el Pontífice puede también convocar un Jubileo extraordinario por un evento de especial importancia. El último Jubileo extraordinario fue el del año 2015, el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, convocado por el Papa Francisco.

“Peregrinos de la esperanza”, es el lema pone de manifiesto un tema clave del Pontificado de Francisco. Por supuesto que se espera que muchos peregrinos estén en Roma durante el Año Santo, con la esperanza de que en los próximos dos años la emergencia sanitaria no afecte a las actividades tal como sucede actualmente.

Pido a Dios que como en la Boda de Caná este tiempo de preparación al Año santo 2025 Jesús nos manifieste su gloria, nos revela su enseñanza y nosotros como sus discípulos en Caná de Galilea, entendamos y creamos en él.

Amén, amén, Santísima Trinidad.

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