Órale Politics! – La COP26, las guerras y la Geopolítica

La COP26 está en su apogeo en Glasgow, Escocia. La idea es salvarnos a nosotros mismos del cambio climático que hemos producido desde la Revolución Industrial a la fecha. Contaminamos hasta el infinito y más allá. Y de no ser por participaciones en la cumbre climática tan valiosas como la de México, definitivamente a nadie se le hubiese ocurrido sembrar árboles en el planeta.

De acuerdo a Greta Thunberg todo este rollo de la COP26 es puro bla, bla, bla… Cero acciones concretas, puras promesas y compromisos vagos. Y el futuro de la juventud es un juego más de muerte que de vida. El tiempo dirá si Greta tuvo razón o no. Aunque lo más seguro es que sí la tenga.

Pero no todo se centra en los “acuerdos” charros que salgan de la cumbre. No dudo ni tantito que haya países que se toman en serio dichos acuerdos, aunque la mayoría, en el mejor de los casos, se auto otorgarán prórrogas en el cumplimiento de las metas propuestas. Y otros lograrán cero avances, sobre todo los que de entrada ya se muestran escépticos sobre la efectividad de estas cumbres, ya no se diga los que siguen negando la existencia del cambio climático o, peor aún, los que proponen soluciones simplistas mientras siguen consumiendo y/o produciendo meta cantidades de combustibles fósiles…

Y luego vienen los escenarios de guerra.

Pero antes, repasemos brevemente toda una serie de circunstancias que rodean el previsible colapso (inminente) de las economías desarrolladas o subdesarrolladas, mismas que, aunadas a toda la problemática que llegue a generar el cambio climático, pues complica demasiado cualquier apreciación optimista sobre dónde estará la raza humana allá por el 2050. Agradezco profundamente a Ximena Tapia por su sólida y seria investigación a este respecto.

De entrada, somos muchos humanos en el planeta. Y seremos más. ¿Queremos disminuir las emisiones de carbono en el futuro? Debemos disminuir la tasa de crecimiento demográfico. Punto. A mayor población, mayor degradación del medio ambiente en los procesos de urbanización, producción de dióxido de carbono, efecto invernadero, contaminación de los mares, contaminación de lo que comemos, contaminación de la atmósfera terrestre, pérdida de la biodiversidad, calentamiento global, migraciones descomunales. Una mayor población en el planeta ya genera escasez de alimentos y escasez de agua…

Y también está sobre la mesa el aspecto central sobre el desarrollo económico desigual. Se les pide a todos los países que sean serios en su compromiso de disminuir su consumo de energías no renovables y que inviertan en infraestructura de energías renovables. Pero hay países que ni siquiera tienen la infraestructura para generar a nivel nacional energías no renovables.

Desde 1957, en un estudio de Charles Keeling, se habla sobre el preocupante tema de las consecuencias ambientales del dióxido de carbono y no es hasta 1972, en Estocolmo, que formalmente toma cuerpo dicha preocupación en la agenda política mundial. De ahí en adelante, conferencia tras conferencia, cumbre tras cumbre, las naciones industrializadas se la han pasado más o menos aceptando su papel en el desastre anunciado, pero sin acciones del todo significativas al respecto. Igual y es por esto que Greta anda que no la calienta ni el sol: el problema de tanto “meeting” es que no pasan del bla, bla, bla. Y si ya estamos cruzando la barrera del no retorno en muchos aspectos del desastre ecológico, lo que le va a quedar a la generación de Greta, y la infancia del presente, va a ser un planeta al borde de la inhabitabilidad.

La economía, la famosa economía. Uno de los principales obstáculos desde siempre para que se lleven a cabo acciones que salven al planeta desde el siglo pasado es el devenir económico de las naciones. Si hay crecimiento, pues el medio ambiente es el que paga las consecuencias. Si no hay crecimiento, pues para que haya, el medio ambiente también tiene que entrarle. El problema es que ya se está revirtiendo la interacción entre la economía y el medio ambiente. El humano debe reconocer y tomar conciencia que si queremos subsistir como especie en el planeta tierra, el crecimiento económico debe tomar otros rumbos, otras formas. Las energías renovables ofrecen un camino, hasta hoy experimental, pero bueno, peor es nada. Ser creativos o morir, ése es el dilema.

Aquí la gran pregunta es: ¿hasta qué grado es necesario controlar el crecimiento de la población y cómo hacerlo? ¿Programas masivos de esterilización? ¿Dejar que ciertas partes del planeta se mueran de hambre y de sed? ¿Seguir invirtiendo en combustibles fósiles, mientras la miseria y las enfermedades recorren el planeta, al más puro estilo de los cuatro jinetes del apocalipsis? ¿Dejar todo en manos de las religiones para que la misericordia se convierta en el halo protector de los exterminados por omisión? ¿Dejar que las guerras hagan lo suyo con base en el predicamento de los grandes números?

¡Ájale! ¿De plano, así estamos, como para escribir el párrafo anterior?

Y bueno, también está la palabra clave en todo esto: la bendita geopolítica. La Geopolítica como ciencia, como piedra filosofal y hasta como la herramienta de las soluciones viables. Si queremos que las generaciones de Greta para abajo salgan adelante, se necesita una extensa gama de “geopolitólogos”. Gente que vea el porqué de las cosas desde el conjunto, lógica y perspectiva de los Estados nación, en un contexto que considere simultáneamente al tiempo y al espacio, y más a las masas que al individuo. Los geopolitólogos, por definición, incluirían en la ecuación de las adecuadas soluciones aspectos de cambio climático, economía de las grandes masas, políticas de y entre los Estados nación. Y quizá lo más importante, generaciones consecutivas de geopolitólogos nos introducirían a los humanos a un futuro con un número moderado de guerras, sin llegar a la destrucción masiva de la especie.

En lo personal, creo que la Geopolítica debería impartirse en las universidades más importantes de cualquier país digno a nivel de licenciatura, maestría y doctorado. La Geopolítica está a la altura, sin problema alguno, de la Ciencia Política, la Economía, Desarrollo Territorial, el Derecho, Estudios Ambientales y la Psiquiatría, por plantearlo de algún modo. La Geopolítica comunica y facilita comunicarse, une el pensamiento con la acción al más alto nivel del liderazgo humano. Greta es la mejor geopolitóloga que conozco al día de hoy, de ese tamaño.

La guerra es una extensión no muy cordial de la Geopolítica. La idea es evitarla a toda costa. Pero si no hay de otra, pues adelante caminante. Y ése es el punto justamente: ¿habremos ya cruzado el umbral de la inevitabilidad de una conflagración mundial por la escasez de recursos y explosión demográfica? Si bien es cierto que el cambio climático es un asunto de seguridad nacional hasta para países paletas-payaso, como Australia… ¿los dados ya fueron lanzados y no hay nada más que hacer, con excepción de disfrutar nuestras (últimas) frutas y verduras, además de un rico vaso de agua fresca y jugar alegremente con nuestras mascotas?

El arte de la guerra en la actualidad es un juego de ajedrez de alta tecnología. Tan alta, que la Inteligencia Artificial ya se ocupa, paulatinamente, de pensar por nuestros generales. Ciertamente hablo de los generales de los países bélicamente desarrollados. De hecho, los juegos de guerra ya comenzaron. A todas luces China se prepara para unos cocolazos de apología. Se calcula que para el 2050 los chinos le hablarán al tú por tú a los generales estadounidenses en términos de equilibrio de capacidad ofensiva y defensiva, en todos los frentes y aspectos posibles, incluyendo el tecnológico. ¿Los estadounidenses se van a dejar de los chinos así de fácil?

En el ajedrez, conforme se desarrolla un juego y un jugador puede ver que el otro jugador le puede ganar la partida en unos 15 movimientos, el primer jugador va a hacer todo lo posible por evitar ese escenario. A cualquier costo. Si lo logra, su estrategia fue magistral. Primero, porque lo pudo ver. Segundo porque pudo revertir el escenario en el que su Rey muere. ¿Pero qué pasa si ambos jugadores pueden ver dicho escenario y basan sus movidas en lo indicado por la Inteligencia Artificial? Lo más seguro es que la incertidumbre se apodere terriblemente del juego de ajedrez. Los escenarios cambiarían de manera casi simultánea para ambos jugadores y la tentación de un “pre-emptive strike” (un ataque preventivo) sería prácticamente inevitable… para ambos jugadores.

Hay que estar atentos a lo que sucede no únicamente con el COP26 y el probable cumplimiento de sus acuerdos y compromisos, sino también a lo que va a suceder con Taiwán. Yo siempre he dicho que es un poco complicado estar pensando cómo salvar al planeta de las consecuencias del cambio climático en medio de una lluvia de ojivas nucleares. ¿Cómo se dirá “un ojo al gato y otro al garabato” en chino mandarín?

 

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