Ya son tres años…

 

En días recientes se cumplió el tercer aniversario de la llegada de Andrés Manuel López Obrador al frente del Poder Ejecutivo de México. Como era de esperarse, el presidente celebró estos tres años, en parte, con uno más de sus informes públicos en el que destacó la labor que su Movimiento de Regeneración Nacional ha realizado para la vida pública de México.

Han sido tres años de una marcada polarización social incentivada por el propio presidente, que insiste en destacar la existencia de bandos, “contrincantes”, “conservadores”, “adversarios que se resisten al cambio”, para ir justificando una serie de decisiones con las que pretende afianzar a su movimiento como la mayor fuerza política del país. 

Después del proceso electoral recientemente efectuado, en las que Morena retuvo la preferencia de la gente en buena parte de las candidaturas, hoy el presidente se enorgullece presumiendo que “la oposición” no será capaz de frenar los programas sociales que encabeza su gobierno, ni que tampoco tendrá la capacidad legislativa de controlar presupuestos federales.

Uno de los rubros que sin duda ha tenido la mayor exigencia es el relacionado con salud. Bajo el contexto de un manejo deficiente de la pandemia ocasionada por COVID-19 y el incremento en el número de contagios en el país, el presidente destacó la inversión hecha en infraestructura para este sector, así como la adquisición de más de 60 millones de dosis de diversas vacunas. 

No obstante, sigue habiendo temas pendientes para esta administración que se ha caracterizado por su incapacidad de hacerle frente al desabasto de medicamentos, gracias a la modificación de los procesos de compras consolidadas y la falta de mecanismos logísticos que se traducen en la sensible pérdida de vidas.

Otro de los grandes temas pendientes es el de la inseguridad, el presidente López Obrador sigue repitiendo esa retórica de que esta administración no está en guerra contra el crimen organizado, sino que busca atender el origen del problema, sin embargo, los resultados obtenidos no son alentadores. El propio presidente reconoce que hay asuntos en los que sustancialmente no se ha avanzado, como los homicidios dolosos, que disminuido sólo un 2%, mientras que los feminicidios aumentaron un 14% y la extorsión un 26%. Penosamente, esta estrategia no sólo no ha controlado la violencia en México sino que el sistema continúa sin poder dar el seguimiento correcto a las víctimas y sus familias.

Haciendo un balance general, se trata de un trienio de contrastes y expectativas no cumplidas. A diferencia de administraciones pasadas, se abanderó la lucha contra la corrupción como una máxima en el servicio público, con el aval de millones de electores que dieron su voto de confianza a un proyecto que prometía cambiar el rumbo del país y ello no se ha visto reflejado en resultados tangibles.

Conforme pasa el tiempo vemos como el movimiento social que representó Morena previo a su victoria hace tres años, no ha podido afianzarse como esa fuerza política representativa que la sociedad le exige. Desafortunadamente, el esquema actual se apega a los designios del presidente y no al análisis y atención de los factores que trascienden la vida interna y externa del país, no necesariamente de la mejor forma.

La improvisación, la falta de autocrítica y la negligencia de culpar al pasado son actualmente la forma de hacer política, no las necesidades de quienes más lo necesitan. Tristemente padecemos un gobierno que no acepta sus errores y está cada vez menos dispuesto a encontrar acuerdos o consensos.

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