Lo mejor y lo peor

 

Dice un dicho popular que “si quieres conocer realmente a alguien, dale poder”. En efecto, solo las personas que liberan sus ataduras y pierden el miedo a las consecuencias sacan a flote su verdadero ser. Sin embargo, yo complementaría el adagio diciendo “y si quieres saber de qué está hecho, obsérvalo enfrentar una crisis”.

Resulta increíble que tenga que aparecerse una crisis para obligarnos a tomar las decisiones que sabíamos deberíamos de tomar, pero no lo hacíamos por no querer salir del área de confort o por desidia. Pero es más increíble aún desaprovechar una crisis para hacer los cambios requeridos, tanto en los negocios como en nuestra vida personal. Esta idea se le atribuye a Peter Drucker, considerado el filósofo de la administración de empresas del siglo pasado.

Las crisis extraen lo peor y lo mejor de las personas. Hay quienes se empequeñecen ante la adversidad. El pánico los aprisiona y las tensiones los ahogan. Se encierran en su tragedia y se quedan inmóviles hasta consumirse por completo. En cambio, hay otros que se crecen al castigo, utilizan la presión como el principal aliciente para dar resultados y abrazan una posición de liderazgo.

Y en esto, no existen absolutos. Nadie es lo suficientemente pesimista como para dejarse atropellar dócilmente por las circunstancias ni tan optimista como para no generar miedos ni fobias ante el infortunio. Todos venimos con ambos chips de fábrica, están en nuestro ADN. Ambos forman parte de nuestro instinto de supervivencia. Y como todo, se desarrolla más el que alimentamos, ejercitamos y fortalecemos.

Son innumerables las empresas que han aprovechado una crisis para crecer y hacerse fuertes, desde los casos más recientemente sonados como Amazon y Zoom en la pandemia actual, hasta otras que remontan su éxito a principios del siglo pasado, en tiempos de la Gran Depresión. En todas ellas el común ha sido la capacidad de sus integrantes para adecuarse a las nuevas circunstancias y para actuar en consecuencia.

Ya lo decía Charles Darwin, “no es la más inteligente ni la más fuerte de las especies la que sobrevive, sino la que se adapta mejor al cambio”. Y la humana se ha posicionado como la especie dominante precisamente por esa capacidad de adaptación intrínseca, por ese atributo único que posee toda persona. El problema es que muchas veces no somos conscientes de ello y nos dejamos llevar por las circunstancias.

No solo se trata de ver el vaso medio lleno. Hay que generar y fortalecer un proceso interno que consiste en cuatro pasos: establecer una meta retadora pero alcanzable, imaginar los resultados y el sentimiento que generarían en nosotros, visualizar los obstáculos actuales y futuros, y establecer un plan para logar el objetivo. Este es un método probado, descrito por Gabriele Oettingen en su libro “Repensando el pensamiento positivo”.

Lo que no mata fortalece. Desgraciadamente la pandemia dejará muchas víctimas fatales. En homenaje a ellas saquemos la casta. Enfrentemos el vendaval con entereza y valentía, sacando lo mejor de nosotros y veamos esta crisis como la oportunidad para tomar las decisiones que nos hacían falta en nuestro trabajo y en nuestras vidas.

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