Latitud Megalópolis
Por: JAFET RODRIGO CORTÉS SOSA
“La libertad absoluta de la humanidad es terrible”
Alejandra Pizarnik, La Condesa Sangrienta
La embarcación naufragó violentamente en aquella isla, sin que pudiéramos evitarlo. Mientras nos embestía, la tormenta arrancaba con sus rugidos y tirones pedazos de cordura; la lluvia difuminaba nuestras ideas, así como la capacidad de vislumbrar el cuadro completo. Mecíamos de un lado al otro, cubiertos de oscuridad. A falta de capitán, el miedo tomaba el timón, llevándonos dentro del mar profundo.
Nuestra alterada percepción del tiempo, nuestros cuerpos maltrechos y curtidos con sal, así como un barco encallado, era lo único que quedaba de aquel viaje con rumbo a casa. Sentía la mojada arena adherirse a mi piel; el aire, las olas y una fauna desconocida, formaban la orquesta del momento. Fue cuando abrí los ojos.
En ese momento, vi el horizonte tragarse un día más sumido en las sombras de aquel nuevo amanecer. No había manera de salir de aquel lugar más que explorándolo. De pronto fue como si el aire puro rompiera las cadenas que aprisionaban nuestro verdadero ser, haciendo que todas y todos eligiéramos diferentes rutas en nuestro camino por la supervivencia.
Algunos compañeros y yo, buscamos establecer un orden, generar comisiones, cumplir lo que el manual de la civilización humana indicaba; mientras otros optaban por rutas sinuosas, más brutales.
Dos ideologías, dos formas de lidiar con aquella isla, dos maneras de ejercer el poder. Por un lado, la esperanza de un rescate, volcaba los esfuerzos a la unión y el bien común; y por otro, la dureza de aceptar que quizás aquella salvación nunca llegaría, endurecía la piel, tornaba hacia aquella peligrosa regresión de lo salvaje, despertaba aquellos instintos primigenios que hacían recorrer un peligroso camino.
Muy pronto, esa división causó sus primeras muertes. Aquellos humanos salvajes dominaron con la fuerza y el asesinato sobre aquellos humanos civilizados que buscaban hacer lo correcto según los parámetros sociales que conocían.
Pese a nuestros esfuerzos por mantener un orden, rápidamente se fue tergiversando la brújula del bien y el mal; fuimos empujados al vacío, regresando al caos como estado natural de las cosas, dominados por aquellos demonios que permanecían dormitando por el cántico de la sociedad y sus pactos.
Empiezo esta columna con una frase de Alejandra Pizarnik, extraída de su libro “La Condesa Sangrienta”, para visualizar el impacto que tiene el exceso de libertad en los individuos. De lo anterior, emergen una serie de preguntas sobre todas aquellas perversidades que haríamos si no tuviéramos límites; si todos aquellos deseos, por más oscuros que fueran, pudiéramos saciarlos a placer en el momento que quisiéramos: violación, asesinato, robos, tortura; todo aquello socialmente prohibido, que se materializa cotidianamente desde las sombras, manifestado a plena luz.
Lo que llamamos “normalidad”, en realidad está construida por alfileres. En cuanto cambia el contexto, volvemos a caer por nuestra propia naturaleza, cuando tenemos la posibilidad de hacer y tomar lo que queremos, tiramos por la borda el dichoso “estado de derecho”, regresando al caos, a la “ley del más fuerte”.
UNIVERSO 25
El punto medio se vuelve un sueño que de un momento a otro se va diluyendo fuera de nuestras manos. Hacer de menos implica un fracaso, igual que hacer de más; pero, en el caso de “tener” de más, también podría ser un factor para regresar al caos como estado natural de las cosas.
Sobre lo anterior, se encuentra como ejemplo el “Universo 25”, experimento que colocó a un grupo de roedores en un ambiente de bienestar absoluto, con todas sus necesidades cubiertas. Al poco tiempo, esto provocó que la población de animales creciera a tal grado que, pese a encontrarse en un estado de satisfacción, estos se volvieran más violentos, llegando al grado de asesinar a sus iguales, volviendo al caos.
Por más tiempo que pasemos en orden, siempre volvemos; por más que nos obsesionemos con la idea de tener el control de todo, sólo lo logramos por pequeños periodos de tiempo, en espacios muy limitados. Cuando ampliamos la visión al horizonte, encontramos invariablemente el caos; por más micro universos en orden, pasará algo que lo mueva todo.
La relación ambivalente entre el caos y el orden, converge-diverge en todo lo que ocurre. Vivimos entre estas dos realidades que nos dirigen hacia la oscuridad, nos sacan de ella.
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