Por: Salomón Rosas
Ausencia de proporciones equilibradas entre México y Estados Unidos de América (EUA) es lo que históricamente hemos vivido en los temas fundamentales de nuestra relación diplomática, militar y comercial con la principal potencia económica mundial; la gran asimetría entre las dos naciones viene, sí, de nuestra vecindad territorial y del largo y difícil proceso de formación y consolidación del Estado Mexicano. En esa relación bilateral con EUA, las etapas de Independencia Nacional, la Guerra de Reforma y la Revolución Mexicana fueron marcadas por resistencias y adaptabilidad de los dirigentes nacionales a las circunstancias del momento; mucha sangre y mucho dolor del pueblo mexicano medió para construir las instituciones nacionales y darle, en el siglo XX y hasta nuestra época actual, la estabilidad política al país que es uno de nuestros principales activos para enfrentar los nuevos desafíos, a diferencia de muchas otras naciones cuya estructura institucional es por demás endeble. Nuestra relación siempre ha sido compleja con EUA y lo seguirá siendo, es por ello por lo que hoy más que nunca debemos privilegiar la visión estratégica de largo plazo y aprovechar las circunstancias que brinda el reacomodo de las economías en el diseño del nuevo esquema global en marcha que impulsa y encabeza el presidente Donald Trump.
Ante un perfil como Donald Trump (arrollador, negligente, intimidatorio, volátil, determinante), nuestra Presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, ha asumido –de manera muy inteligente- una actitud política flexible para el entendimiento pero firme para salvaguardar soberanía e independencia; con una distancia prudente logrando que le guarden respeto a su persona e investidura pero con una cercanía institucional en la interlocución entre funcionarios públicos de ambos gobiernos, particularmente a través de nuestro Secretario de Economía, Marcelo Ebrard Casaubon, que ha dado como resultado que avancemos -no sin sobresaltos- en una ruta de construcción de acuerdos que empiezan a formalizarse. Es en este sentido en el que la visión estratégica juega un papel trascendental para que aprendamos de nuestra historia y de nuestra relación con EUA e identifiquemos las áreas de oportunidad que tenemos para proyectar la grandeza de México en el siglo XXI a partir de la nueva realidad mundial que se empieza a configurar entre las grandes potencias y bloques económicos en Asia con China a la cabeza, la Unión Europea y Norteamérica en donde jugamos nosotros con EUA y Canadá.
Hablamos de visión estratégica porque de lo que se trata es de identificar las tendencias del mundo, las implicaciones que ésta teniendo y tendrá el nuevo acomodo mundial y las posibilidades que se están abriendo. Es decir que se trata de crear un enfoque a futuro que visualice en forma sistemática las oportunidades, las amenazas y riesgos, y que ello nos permita construir los escenarios y estrategias de largo plazo para anticipar sucesos que puedan afectarnos, pero, fundamentalmente, detectar aquellos que podemos capitalizar para mejorar nuestras condiciones como país en el concierto internacional.
Todo esto viene al caso porque justo en estos momentos se está negociando con EUA algunas cuestiones que parecen una verdadera insensatez como lo es que impongan a México aranceles en aquellos bienes en los que la balanza comercial entre nuestros países es a su favor. No es, como se ha dicho, dispararse en el pie; es como darse directo al corazón al ir de frente contra sus propios intereses. Lo que el gobierno mexicano está haciendo es lo correcto al intentar que impere la razón y que los acuerdos que beneficien a ambas naciones sean los que nos lleven a una mayor integración que consolide un esfuerzo de muchos años y que sea la plataforma para competir como región con el mundo habilitando nuestras grandes capacidades para, como región de Norteamérica, ser cada vez más autónomos y menos dependientes de otras latitudes.
En fin, llego la hora de decirle adiós al libre comercio mundial tal como lo concebimos en su momento. Hoy estamos ante la gestación de un nuevo modelo que privilegiará el libre comercio acompañado de una política proteccionista de carácter regional. Hacia allá vamos. Al tiempo.
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