Por Laura Garza
La comunidad afroamericana o también conocido como el voto negro, el más leal hasta ahora para los demócratas quedaron, en su mayoría, derrotados con su voto y sus necesidades.
La comunidad entre votantes blancos y negros se ha separado de polo a polo, hoy más que nunca unos representan a los republicanos y otros a los demócratas.
El pasado miércoles durante el primer discurso de Kamala Harris en la Universidad de Howard en Washington tras conocer los resultados que daban el triunfo a Donald Trump, el fotoperiodista Kevin Mohatt de la agencia Reuters nos regala una imagen que podría pasar a la historia como uno de los momentos de derrota social.
La fotografía es un documento visual lleno de elementos simbólicos de un país que ha cambiado radicalmente de aquél que le abría las puertas a todos los que querían vivir el american dream, al que busca a toda costa dividir, polarizar, estigmatizar por no ser un norteamericano puro y excluir.
Los números que se han presentado post elecciones en el país norteamericano son claramente el ejemplo de lo que vemos en la imagen.
Kamala Harris obtuvo el 65% de los votos de personas “no-blancas”, y adentrándonos en el tema racial, las mujeres de color son las que más apoyaron a la demócrata con un 92% y 78% de hombres. Mientras que para Donald Trump el 59% fueron hombres y 52% mujeres blancas.
Al igual los datos presentados, dicen que razas diversas votaron más por Kamala Harris; pero lo que me gustaría es que estos datos con sus dimensiones las visualizara en la fotografía que hoy me encantaría que disfrutaran conmigo.
La Bandera de Estados Unidos como el estandarte de ese nacionalismo irrefutable de un país que ha logrado que quien viva allí, se la apropie, se la impregne y la defienda en cuerpo y alma.
Por debajo, la gente. Sus seguidores, quienes la apoyaron durante el tiempo de campaña, quienes le creyeron y la hicieron una más de sus grupos. Confiaron en que serían muchos, en que el resultado les beneficiaría porque parecía que lo que más se necesitaba era unión e igualdad, pero nunca contemplaron que la mayoría del país quería lo contrario.
Las mujeres de primera fila ataviadas con vestidos rosas y sus collares de perlas, este estilo formal y elegante, como las escenas que hemos visto en múltiples películas, en un domingo cualquiera para ir a la Iglesia.
La cultura estadounidense con distintos colores de ropa, de piel, de colores y de razas en el mismo espacio de gradas.
La mujer a su izquierda, la única en la primera fila que va de jeans, playera negra, tiene la peor cara de todos. ¿Enojada o cansada?
En la tercer fila la elegancia de quien acude cuidando su imagen junto a su pareja. Más hacia el centro, un joven asiático cruzado de brazos, el resto con el mismo humor.
Los derrotados, los excluidos y también fastidiados.
De nuevo cuenta