1.385 metros cúbicos, el equivalente a media piscina olímpica. Ésa es la huella hídrica anual de media que genera cada persona, es decir, la cantidad de agua dulce que ha hecho falta para que pueda alimentarse, vestirse, trasladarse de un sitio a otro.
En definitiva, para desarrollar su rutina diaria. Todos los bienes que empleamos en nuestro día a día consumen, de forma directa e indirecta, un determinado volumen de agua en su proceso de producción y consumo y esto es lo que en términos de sostenibilidad se denomina huella hídrica.
Gracias a este indicador medioambiental se puede medir el impacto humano en los recursos hídricos del planeta, tan valiosos como escasos en el planeta.
El concepto fue acuñado en 2002 por los investigadores de la Universidad de Twente (Países Bajos) Arjen Hoekstra y Mesfin Mekonnen, que establecieron esta variable para obtener información valiosa sobre el consumo real de agua y los usos que hacemos de ésta, desde las fuentes superficiales y subterráneas pasando por toda la cadena de producción y distribución hasta llegar al producto final.
Así, se puede calcular el impacto que generamos al usar una hoja de papel (10 litros), comer una naranja (50 litros), preparar una taza de café (140 litros) o llevar un pantalón vaquero (10.000 litros).
En un planeta en el que la escasez de agua dulce se incrementará, debido principalmente al cambio climático, el aumento de población y la mayor presión sobre los recursos hídricos, es necesario tomar medidas para optimizar y gestionar mejor el uso de este recurso vital.
Los expertos auguran que en 2025 un 67% de la población del planeta vivirá en una zona de estrés hídrico, esto es, lugares en los que la demanda de agua dulce es más alta que la cantidad disponible (por sequías, acuíferos sobreexplotados, etc.) o en los que el uso de esa agua dulce se ve restringido por una pérdida de calidad (intrusión salina, contaminación por nitratos o fitosanitarios, etc.).
Cómo se mide la huella hídrica
El gran hallazgo de los investigadores holandeses y su utilidad práctica han permitido que, desde el año 2002, cualquier organismo, gobierno o empresa pueda aplicar la fórmula para calcular la huella hídrica, un dato de gran utilidad, especialmente en sectores primarios y secundarios.
Para calcular su valor hay que medir el volumen (litros o metros cúbicos) de agua consumida, la que ha sido contaminada y la que se ha evaporado en el proceso de producción. La huella hídrica es así el resultado de tres indicadores, divididos en colores, en función de la procedencia del agua: huella hídrica verde, huella hídrica azul y huella hídrica gris.
Así lo estableció en 2008 el profesor Hoekstra en la Water Footprint Network, la plataforma creada junto a empresas, sociedad civil, y organizaciones académicas que recoge un manual universal en el que se diferencia entre:
Huella hídrica verde (precipitaciones retenidas en el suelo): Es aquella que procede del agua de lluvia o de nieve incorporada en el producto y que queda almacenada en el suelo de manera superficial al alcance de las plantas, que la devuelven a la atmósfera mediante evapotranspiración, que la devuelven a la atmósfera mediante evapotranspiración.
Huella hídrica azul (ríos, lagos y acuíferos): Es el agua que procede o se capta de fuentes naturales o artificiales (superficiales o subterráneas) mediante infraestructuras o instalaciones. Equivale al consumo directo de agua dulce en los procesos de fabricación de bienes e incluye el agua de riego.
Huella hídrica gris (necesaria para que el medio receptor asimile los contaminantes vertidos): Hace referencia a la calidad y se trata de la cantidad de agua contaminada en los procesos y que posteriormente requiere un tratamiento para cumplir con la normativa sectorial del cauce u organismo receptor de los vertidos finales del proceso.
Huella hídrica en el mundo y en España
Cada país posee una huella hídrica diferente en función de la cantidad de bienes y servicios que es capaz de generar y consumir, del grado de disponibilidad del recurso y de su calidad, es decir, del grado de contaminación o sobreexplotación. A nivel mundial China, India y Estados Unidos son los países con mayor huella hídrica pues acaparan el 38% del consumo de agua.
La huella hídrica per cápita al año de Estados Unidos se sitúa en 2.842 m3, el equivalente a un gasto diario de 7.786 litros por persona y día y con los que se podría llenar una piscina olímpica.
En China, esta huella se sitúa en 1.071 m3 anuales per cápita, o lo que es lo mismo, 2.934 litros al día por persona.
En la India –donde la huella hídrica asciende a los 1.089 m3 anuales y 3.000 litros por persona y día-, el principal problema se encuentra en la sobreexplotación de sus aguas subterráneas y la tendencia es que empeore con la escasez de lluvias y la deforestación.
¿Qué ocurre en nuestro país?
A pesar de que España es el país más árido de la Unión Europea, ocupamos el segundo puesto -por detrás de Portugal- con mayor huella hídrica de Europa con 2.461 metros cúbicos por habitante al año, el equivalente a gastar 6.700 litros por persona y día.
La agricultura española requiere un gasto del 80% de agua, teniendo en cuenta la huella hídrica azul y verde, mientras que la industria representa el 15%.
No obstante, pese a que “la agricultura (producción de alimentos) es el sector que usa una mayor cantidad de agua (un 70%), más del 99% se transpira, y vuelve directamente a la atmósfera” indica Ignasi Servià, consultor experto en temas estratégicos y territoriales de regadíos en iAgua.
Además, “si se apuesta por una agricultura eficiente y altamente tecnificada la huella hídrica se reduce considerablemente, por ejemplo, gastando sólo 31 litros para producir una manzana frente a los 69 litros si se cultiva siguiendo un proceso tradicional”, añade.
Principales huellas hídricas de bienes y servicios
La huella hídrica posee necesariamente una dimensión espacial y temporal, es decir, saber la huella hídrica de cada región, de cada empresa o planta industrial durante un período de tiempo (normalmente se mide en términos anuales), permite evaluar y mejorar la sostenibilidad de sus actividades implementando medidas más eficientes.
Esto resulta especialmente relevante ya que el incremento de población en los próximos años supondrá tener que aumentar en un 50% la producción de alimentos para 2030, con el consecuente conflicto que puede ocasionar en otros sectores, como la industria, y en general, con la disponibilidad y abastecimiento del agua dulce en todo el planeta.
Por eso es necesario conocer el impacto de la huella hídrica en:
La alimentación: Los cereales, la carne y la leche son los alimentos que más agua requieren en su proceso de producción. Para hacerse una idea: la producción de un litro de leche necesita 1.000 litros de agua, un kilo de arroz 3.400 litros, un kilo de maíz 900 litros, un kilo de trigo 1.300 litros, un kilo de carne de vacuno 16.000 litros.
La ropa y el calzado: La huella hídrica en la producción textil es también una de las más elevadas. Por ejemplo, para lograr un kilo algodón se requieren cerca de 10.000 litros, por lo tanto, para la fabricación de una camiseta de algodón de unos 250 g se necesitan 2.500 litros, para un pantalón vaquero unos 10.000 litros, para unas zapatillas deportivas 4.400 litros y un solo bastoncillo de algodón necesita 4 litros.
¿Qué podemos hacer para reducir la huella hídrica como productores y consumidores?
Aplicar medidas eficientes de aprovechamiento de aguas, empleando la tecnología a nuestro alcance. “Consiste en producir la máxima cantidad de alimentos con la mínima cantidad de agua gracias a sistemas de riego localizado, teledetección, sensores, etc.”, señala Ignasi Servià.
Adaptar las cadenas de productos manufacturados, escogiendo materias primas locales para reducir la huella hídrica y la virtual, la derivada de los desplazamientos: importaciones y exportaciones.
Impulsar una verdadera economía circular en las empresas e industrias devolviendo un alto porcentaje del agua empleada en la fabricación en perfectas condiciones al medio ambiente. Esto implica utilizar las cantidades imprescindibles de agua y reducir la contaminación en el proceso para evitar la llamada huella gris.
Consumidores:
Consumir productos de proximidad con el fin de evitar la huella hídrica virtual. Basta con fijarse en el etiquetado para saber la procedencia de estos productos o prendas, como en el caso de la ropa.
Reducir el consumo de determinados alimentos más demandantes de agua, como son la carne o los procesados y potenciar el consumo de frutas y verduras. Asimismo, realizar una compra responsable para evitar el desperdicio alimentario, pues contribuirá a reducir la huella hídrica.
Asumir la economía circular para reducir el consumo (alargando la vida útil de los productos que utilizamos), reusar y reciclar.
Concienciar sobre un uso responsable del agua en nuestro día a día, como pueden ser utilizar lavavajillas, en lugar de fregar a mano, reutilizar el agua de hervir alimentos para regar plantas, usar la lavadora completamente llena, dosificar el agua de la cisterna o emplear la ducha en lugar de la bañera para lavarnos.