Se ha comprobado que la dieta de nuestros ancestrosfue carnívora. Una reciente investigación encontró que, durante unos 2 millones de años, los humanos estuvimos en la cima de la cadena alimentaria. Así lo reveló un estudio publicado en el American Journal of Physical Anthropology.
Los antropólogos de la Universidad de Tel Aviv (Israel) y la Universidad de Minho (Portugal) afirman que la dieta del paleolítico era diferente a la de los cazadores-recolectores modernos. “Hace 2 millones de años las sociedades de cazadores-recolectores podían cazar y consumir elefantes y otros animales grandes”, dice el autor Miki Ben-Dor.
El equipo revisó cientos de estudios previos sobre la anatomía y fisiología humanas modernas. También analizaron las medidas de los isótopos dentro de los huesos y dientes humanos antiguos. Descubrieron que éramos principalmente superdepredadores hasta hace aproximadamente 12.000 años.
Reconstruir la lista de comestibles de los homínidos que vivieron hace 2,5 millones de años es difícil. Los restos de plantas no se conservan tan fácilmente como los huesos, dientes y conchas. Otros estudios han utilizado el análisis químico de los huesos y el esmalte de los dientes para localizar ejemplos de dietas en material vegetal. Pero extrapolar esto a la humanidad en su conjunto no es tan sencillo.
Podemos encontrar una amplia evidencia de la caza en el registro fósil. Sin embargo, para determinar lo que reunimos, los antropólogos han recurrido tradicionalmente a la etnografía moderna basándose en la suposición de que poco ha cambiado.
Análisis comparativo
El Pleistoceno fue un momento decisivo en la historia de la Tierra para nosotros los humanos. En este periodo logramos expandirnos por el planeta y hacer sobrevivir a los demás homínidos de nuestra rama en el árbol genealógico. Además, en esa gélida época, la mayor parte de Europa y Norteamérica estaba bajo grandes glaciares.
Los ecosistemas de aquel entonces eran muy diferentes a los actuales. Grandes bestias deambulaban en el paisaje, incluidos mamuts, mastodontes y perezosos gigantes, en cantidades mucho mayores de las que vemos hoy. Todos esos animales podían ser cazados por nuestros ancestros.
No obstante, la frecuencia de su alimentación con estos herbívoros no ha sido sencillo de averiguar. Entonces, en vez de confiar únicamente en el registro fósil, o hacer comparaciones tenues con culturas pre-agrícolas, los investigadores recurrieron a la evidencia en nuestros propios cuerpos y la compararon con nuestros primos más cercanos.
Depredadores humanos
Por ejemplo, en contraste con otros primates, nuestros cuerpos necesitan más energía por unidad de masa corporal, especialmente al tratarse de nuestros cerebros. Nuestro tiempo social, como el criar hijos, también limita la cantidad de tiempo que podemos dedicar a buscar comida.
Tenemos mayores reservas de grasa y podemos hacer uso de ellas convirtiendo rápidamente las grasas en cetonas cuando surja la necesidad. A diferencia de otros omnívoros, donde las células grasas son pocas, aunque grandes, las nuestras son pequeñas y numerosas, haciéndose eco de las de un depredador.
Nuestro sistema digestivo asimismo es sospechosamente parecido al de los animales ubicados más arriba en la cadena alimentaria. Tener un ácido estomacal inusualmente fuerte es justo necesitaríamos para descomponer las proteínas y matar bacterias dañinas. Incluso nuestros genomas apuntan a una mayor dependencia de una dieta rica en carne que en una rica en azúcar.
Toda la evidencia sugiere que la posición de Homo en la red alimentaria, se volvió altamente carnívora hace aproximadamente 2,5 millones de años. Dicha posición permaneció hasta el Paleolítico superior hace unos 11.700 años, cuando comenzó la agricultura.
Con información de Robotitus.