Una tradición que mezcla raíces indígenas, fe católica y la identidad mexicana
El Día de Muertos es hoy una de las celebraciones más emblemáticas de todo México. Declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, esta festividad une lo espiritual, lo festivo y lo simbólico en una sola fecha. Sin embargo, su origen sigue generando debate: ¿es una tradición prehispánica o una influencia española?, ¿una práctica católica o un rito pagano?
Raíces prehispánicas: el culto a los muertos antes de la Conquista
Mucho antes de la llegada de los españoles, los pueblos mesoamericanos ya rendían culto a sus difuntos. Los mexicas, por ejemplo, dedicaban varias ceremonias a los muertos a lo largo del año. En su calendario solar realizaban fiestas como Miccailhuitontli (“Fiesta pequeña de los muertos”) y Huey Miccailhuitl (“Gran fiesta de los muertos”), dedicadas a las almas de niños y guerreros caídos.
Estas celebraciones incluían ofrendas, comida, flores y símbolos agrícolas relacionados con el ciclo de la vida y la muerte. La flor de cempasúchil, usada hasta hoy, representaba el resplandor del sol que guiaba a las almas hacia el Mictlán, el inframundo mexica.
La influencia española: el Día de Todos los Santos y los Fieles Difuntos
Con la Conquista y la evangelización, llegaron a la Nueva España las festividades católicas del 1 y 2 de noviembre: el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos, instauradas por la Iglesia desde los siglos VII y X.
Estas fechas se unieron poco a poco con las costumbres indígenas. Los frailes permitieron que los pueblos colocaran ofrendas y flores, pero con un sentido cristiano: rezar por las almas del purgatorio. Así, nació el sincretismo religioso que dio forma al Día de Muertos moderno.
Del Virreinato a la Revolución: la fiesta se vuelve popular
Durante el Virreinato, las conmemoraciones eran solemnes: misas, procesiones y visitas a los cementerios. Sin embargo, los pueblos indígenas siguieron colocando altares domésticos con comida y objetos personales, práctica que no formaba parte del rito católico.
En el siglo XIX, con las Leyes de Reforma, la tradición se transformó en una celebración más popular. Las visitas a los panteones se convirtieron en reuniones sociales, con música, comida y flores, dando paso al ambiente festivo que conocemos hoy.
Con la Revolución Mexicana, el Día de Muertos adquirió un nuevo rostro. Artistas como José Guadalupe Posada y su famosa “Catrina” le dieron un tono de crítica social y humor, mientras el nacionalismo cultural reivindicó el legado indígena y convirtió esta fecha en símbolo de mexicanidad.
Una tradición viva y en constante evolución
El Día de Muertos actual combina elementos indígenas, españoles y modernos. En las ofrendas conviven velas, calaveras, fotografías, pan de muerto y flores, recordando tanto la espiritualidad prehispánica como la fe católica.
Más allá de su origen, esta celebración representa el amor, el recuerdo y la continuidad de la vida, siendo un puente entre los vivos y quienes ya partieron.

