Cuando pensamos en el tiempo, lo imaginamos como una línea: el pasado queda atrás, vivimos en el presente y nos dirigimos hacia el futuro. Pero según la física moderna, esta idea podría estar equivocada.
Albert Einstein, a comienzos del siglo XX, propuso algo revolucionario: el tiempo no es absoluto, es decir, no es el mismo para todos. En sus teorías de la relatividad especial y la relatividad general, mostró que el tiempo está conectado con el espacio y depende de dos factores clave:
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La velocidad del observador
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La intensidad del campo gravitatorio
Esto significa que si dos personas están en condiciones diferentes (una moviéndose rápido, otra quieta; una en una montaña, otra en el valle), sus relojes marcarán tiempos distintos. Aunque las diferencias sean mínimas, los experimentos con relojes atómicos han confirmado que esto es real.
Por ejemplo, si estás de pie, el tiempo pasa ligeramente más rápido en tu cabeza que en tus pies, porque la gravedad es más fuerte cerca del suelo. Suena increíble, pero la física lo demuestra.
¿Entonces el tiempo no avanza?
Aunque sentimos que el tiempo fluye, como un río que corre, las ecuaciones de la física no dicen eso. Las leyes que usamos para entender el universo simplemente conectan eventos que ocurren en distintos momentos, pero no explican por qué sentimos que el tiempo va del pasado al futuro.
Lo que llamamos el “paso del tiempo” podría ser solo una ilusión creada por nuestra mente. Imagina que todo en el universo, incluyendo tus pensamientos, se ralentiza al mismo tiempo. No notarías nada diferente. Todo seguiría igual, porque tu percepción también se habría ajustado.
Incluso si el tiempo corriera hacia atrás, tú seguirías creyendo que avanza hacia adelante. Tus recuerdos estarían organizados para hacerlo parecer así.
¿Qué es la flecha del tiempo?
Aquí entra en juego un concepto muy importante: la entropía. Esta es una medida del desorden en un sistema. Y según la termodinámica, la entropía siempre aumenta.
Pongamos ejemplos sencillos:
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Mezclas leche con café: se combinan, pero nunca se separan solos.
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Se cae un huevo: se rompe, pero no se recompone.
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Barajas un mazo de cartas: el orden inicial se pierde y rara vez vuelve.
Estos procesos son irreversibles y marcan una dirección clara en el tiempo: del orden al desorden. A eso se le llama la “flecha del tiempo”. Y es lo que nos da la sensación de que el pasado ya ocurrió y el futuro está por venir.
¿Por qué recordamos el pasado y no el futuro?
Otra clave está en los registros. El pasado deja huellas: fotos, fósiles, recuerdos. El futuro, en cambio, no ha dejado señales aún.
Esto crea una ilusión poderosa: creemos que viajamos del pasado al futuro, cuando en realidad estamos inmersos en un universo donde el tiempo no tiene una dirección preferida según las leyes físicas. Solo la entropía creciente nos hace vivir esa sensación de causa y efecto.
¿Qué falta por descubrir?
Aunque hemos avanzado mucho, los científicos aún no entienden del todo qué es el tiempo. Las teorías de Einstein funcionan muy bien a gran escala (planetas, galaxias), pero no encajan con la mecánica cuántica, que rige el mundo de lo muy pequeño (átomos, partículas).
Hasta que no logremos una teoría unificada que combine ambas, el misterio del tiempo seguirá abierto. Por ahora, lo que parece cierto es que el tiempo no es lo que creemos… y que su aparente avance podría ser solo una ilusión compartida por todos nosotros.
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