Por: Edgar Mereles Ortiz.
“El fallecimiento nunca es oportuno, por eso duele,
pero este fue, espiritualmente, simbólico.”
Hermenegildo García.
Dentro de unas horas inicia el proceso de elección del PAPA de la iglesia católica, romana y apostólica. Una tradición que se estableció en el año 1150 y que responde a un decreto del 1059 firmado por el PAPA Nicolás II.
Este pequeño artículo de ninguna manera pretende criticar, juzgar o tergiversar los dogmas, creencias y la fe de la feligresía católica, lo único que procuraré es hacer una modesta revisión las exequias y la comunicación que la jerarquía aplicó para hacer de este evento un mensaje fortísimo de difusión y propaganda, en el mejor uso académico de la palabra, así como de interacción social a través de plataformas y redes sociales.
Jorge Bergoglio fue edificando una narrativa que se convirtió en su imagen, liderazgo y legado. Durante casi trece años su mensaje simbólico fue la de la austeridad en el manejo de los protocolos, logística, indumentaria e insignias papales, como primer ejemplo es el haberse negado que le colocaran el mucet, los zapatos rojos e ir con el báculo del pontificado. Así nació el mensaje claro y contundente de un papado distinto al que, durante casi mil años, se le había impuesto en los rituales sucesorios, especialmente cuando se le presentaba al pueblo el Obispo de Roma electo.
Bergoglio es el portador de una historia social que significó colocar su sacerdocio en el centro de la solución de los problemas: la gente. La situación de la Argentina en la década de los ochenta era de una pobreza galopante que invadía las esferas y comunidades de todo el territorio. La gente necesitaba una iglesia social, no ideológica ni dogmática si una expresión de fe que diera incentivos a las personas para alimentar su identidad, pertenecía y razones de sobrevivencia. Como buen jesuita seguramente leyó a Leonardo Boff, fundador y creador de la Teología de la Liberación, que en América Latina tuvo una fuerte influencia y se resume en lo siguiente: cristianos libres de todo tipo de opresión que logren la justicia social, la igualdad y la equidad, incluyendo a los más necesitados para construir una iglesia de pobres con esperanza real de sobrevivencia.
Bergoglio no sólo lo leyó, lo practico, y en los días oscuros de la dictadura militar, ese mensaje y actitud cristiana le sirvió para que, sin juzgar, construyera puentes entre los torturadores y asesinos, con las víctimas y familiares de los perseguidos, detenidos, torturados, desparecidos y asesinados. Evadió la confrontación no por cobardía ni sumisión, sino para que sus pares jerárquicos detenidos fueran liberados y sus gestiones tuvieran mayor margen de éxito.
Con el paso del tiempo otras causas fueron surgiendo y otros fenómenos sociales iban incluyéndose en la agenda social del jerarca argentino: la prostitución, la homosexualidad, el grave y actual problema del alcoholismo entre sacerdotes, la fragilidad del celibato, el cambio climático, la pedofília, etcétera.
Al final, Mario terminó siendo el jerarca de mayor autoridad en la iglesia católica que lideraba a los excluidos por los fariseos del legalismo y el dogmatismo fariseo.
Su muerte ha sido el evento más improvisado jamás planeado tan sincronizada y perfectamente.
Bergoglio sabe perfectamente de su condición física a causa de sus enfermedades. Después de treinta y ocho días internado, con ochenta y dos años de edad, no es difícil para este hombre comprender que vive sus últimas horas. Con ese carácter tan suyo, el Domingo de Ramos decide aparecer en el balcón principal de la sede del Vaticano, y para sorpresa de todos los presentes, también decide realizar desde el papamóvil un recorrido por la Plaza, lanza bendiciones, abraza a niños y se goza de la multitud.
17 horas después, fallece.
A ningún Obispo de Roma se le había concedido semejante despedida de la vida. Estar en el epicentro del día más importante de la fe cristiana, hacer su tarea de presentación mediática y social, es algo que no se había visto, y creo que no se verá, en toda la historia del catolicismo.
Todos los medios de comunicación del mundo cristiano han dado el mayor realce y difusión a esas últimas imágenes, son historia, son eventos concatenados que hubieran deseado Federico Fellini, Vittorio De Sica. Guiseppe Tornarore para sus mejores películas, y Jorge, las hizo con gran naturalidad.
Después vino la apertura y lectura de su testamento, documento que selló el ciclo franciscano: no más protocolos de exhibición, no más utensilios ni insignias en el ataúd, entierro en la iglesia de María la Mayor, sitio de especial afecto espiritual de Jorge, más no así en la Basílica de San Pedro. Y empezó la magia.
El Discaterio de la Comunicación del Estado Vaticano puso a funcionar, como nunca, a su canal oficial “Vatican News”, el cual fijó la narrativa, la difusión de todas las imágenes en el Vaticano, tanto en la Sede del Estado, la Basílica como la Plaza de San Pedro, tuvo una cascada permanente de mensajes en las plataformas digitales, redes sociales y medios convencionales de comunicación.
El miércoles después del día del fallecimiento, fue expuesto para el pueblo, el cuerpo de Bergoglio, las cámaras sólo atendían a la fila de católicos que avanzaba lentamente por el basamento del corpus del templo, otras cámaras atendiendo la vista del altare maius. De repente otra escena única, irrepetible, la presencia conmovedora de una anciana. El New York Times, lo describe así: “Un video captó los últimos momentos de ternura que la hermana Geneviève Jeanningros compartió con el hombre del que fue confidente. Con una sencilla cofia azul sobre su cabello plateado, sor Geneviève se quedó sola y lloró, frotándose el rostro con la mano.” Está escena fue planeada con detalle, de manera profesional, no es un acto improvisado, es un mensaje contundente de comunicación. No digo que ella se prestó, al contrario, muy probablemente fue llevada al escenario sin saber lo que los productores tenía planeado realizar.
Otra escena perfectamente cuidada y con un elenco envidiable: el diálogo entre Zelensky y Trump. El presidente norteamericano, llegó unos minutos antes que el ucraniano, presentó sus respetos ante el féretro aún descubierto, en la capilla ardiente de la Basílica, minutos después llega Zelensky y hace lo propio. Pero Donald se ha perdido, no sale a la Plaza para abordar su lugar asignado. Salen Macron, Felipe II, Rosa Icela pero, ellos dos no, minutos después, vemos videos e imágenes donde están conversando los dos mandatarios que hacía una semana se pelearon en el salón oval. Todo fue escrupulosamente producido: el momento, el lugar, el escenario dentro de la Basílica a unos metros de la capilla mortuoria. Es más, la disposición de unas sillas para esa Cumbre Diplomática, es la muestra contundente de la autorización de la jerarquía católica y la intervención del Discaterio para realizarlo ahí, en ese momento y con una intención: Jorge Mario Bergoglio (y la iglesia católica) aún fallecido ha logrado sentar a los personajes del momento. Aún hay esperanzas para la Paz.
Por último, el traslado del cuerpo del Vaticano a la Basílica de María la Mayor. El trayecto pudo haber sido por una ruta más directa y corta, pero las autoridades civiles, eclesiásticas y de comunicación pensaron que era mejor realizar un recorrido por los sitios emblemáticos de la ciudad itálica: La Fuente de Trevi, El Coliseo, las Basílicas de San Juan de Letrán y San Pablo Extramuros. Un recorrido de poco menos de una hora. Las calles no se prestan para que haya multitudes a sus lados pero se hizo lo suficientemente profesional para que el recorrido le llegara a más gente.
A propósito evadí el análisis sobre la misa de cuerpo presente, solo mencionaré que la presencia de más de cincuenta jefes de Estado, líderes políticos, reyes es una muestra del liderazgo mundial del ex obispo de Buenos Aires. El contenido de la homilía fue elegante, con una prosa que hace honor a los más de mil años de literatura eclesiástica, llena de reconocimiento, emoción y gratitud.
Toda la trasmisión de Lunes a sábado fue un éxito, esperemos que el legado, los mensajes, la comunicación, los eventos planeados e improvisados, así como el oficio diplomático de la Sede Papal, hayan logrado influir en los que estamos por vivir, un Cónclave que definirá el comportamiento, la influencia y presencia de la iglesia católica en este siglo, en este mundo y con estás sociedades.
Desde los Valles Centrales de Oaxaca, a 7 de mayo del 2024.