Por Ricardo Homs
Esta elección generó un resultado inesperado que dejó pasmados a muchos millones de mexicanos que votamos por la oposición. Sin embargo, nos deja muchos mensajes de gran significado y una radiografía puntual de nuestro país.
Nos dejó la evidencia de un México agraviado que votó guiado por sus sentimientos, por haberse sentido ignorado y marginado del desarrollo. Por ello votó impulsivamente sin conocer el modelo de país por el que estaba votando.
La llegada al poder de Claudia Sheinbaum era una de las posibilidades esperadas y ello es parte del juego democrático.
La democracia es cosa de números y las mayorías se manifestaron y esa es la única realidad existente que hoy debemos reconocer. Sin embargo, los riesgos que se vislumbran se derivan del “cheque en blanco” que ese México agraviado otorgó sin identificar los riesgos que esto genera, a partir de permitir la conformación de una mayoría calificada en la Cámara de Diputados, con posibilidades de pasar en fast track los cambios constitucionales del “Plan C” del presidente López Obrador, caracterizado por la desaparición de los organismos autónomos que hoy generan equilibrios y la subordinación del Poder Judicial al Poder Ejecutivo.
Sin embargo, las respuestas mesuradas de la presidenta electa Claudia Sheinbaum, quien frenó los ímpetus del ala radical de su partido, para plantear una directriz de cautela, proponiendo a la bancada morenista someter esas iniciativas a un análisis de parlamento abierto, es una actitud esperanzadora, igual que su mensaje de conciliación dirigido a todos los sectores sociales de este país, incluyendo a la oposición.
Claudia Sheinbaum toma un país dividido y confrontado, lo cual en la era de la globalización genera un entorno adverso si no se realiza una operación cicatriz para conciliar
Que Morena y sus aliados hayan recibido la mayoría calificada en la Cámara de Diputados genera riesgos, pues el perfil de los legisladores que hoy llegan al Congreso por parte del partido que hoy tiene mayoría, hemos visto que no trae ni los conocimientos, ni la visión de largo plazo necesaria para construir un país productivo y democrático, acorde con el rol protagónico que hoy ejerce México frente a la comunidad internacional, como una de las veinte potencias económicas del mundo.
Las declaraciones de los legisladores de Morena y sus aliados en los debates legislativos han exhibido una mentalidad tribal y pueblerina, que se queda corta frente a los retos que enfrenta México en el contexto de este mundo globalizado.
La pérdida de contrapesos legislativos representa una regresión. Sin embargo, el peor escenario se convertirá en una realidad si el presidente López Obrador intenta controlar a la bancada de Morena desde su rancho en Chiapas, pues ésto generará conflictos de autoridad que debilitarían a la 4T.
Sin embargo, haciendo un recuento de pérdidas y ganancias podemos comprobar que durante esta última parte del presente sexenio obradorista, ha surgido un fenómeno sociopolítico totalmente ciudadano que estuvo apoyando a Xóchitl, con vocación democrática, al cual no se debe abandonar a su suerte.
Por ello, Xóchitl, -convertida en líder ciudadano-, debe abanderar este movimiento social para convertirlo en un contrapeso frente al gobierno en funciones y tratar de ocupar el espacio político que la oposición ha perdido en el Congreso.
El modelo a seguir para este movimiento social que encabece Xóchitl, puede tener como referencia el que lideró el activista político Andrés Manuel López Obrador a lo largo de doce años, antes de alcanzar la presidencia.
La “marea rosa” estaría predestinada a convertirse en la conciencia moral de una sociedad más participativa, justa, equitativa e incluyente, que nos permita construir un nuevo modelo de nación.
Las crisis generan oportunidades y el enemigo común para ambos proyectos de nación, -enfrentados en la campaña electoral-, son la violencia y la inseguridad, que han crecido a partir del distractor que representa la confrontación social propiciada desde Palacio Nacional.
Los radicalismos que nos confrontan desde ambos extremos ideológicos dañan a México. Sin embargo, ignorar el mensaje ciudadano de esta elección es peligroso.
Las diferencias enriquecen cuando hay voluntad de conciliar y eso puede ayudan a construir un nuevo país.
Mantener el estatus quo social actual es una bomba de tiempo. Regresar a los privilegios de antes no es opción, incluyendo en este rechazo a los privilegios de un sector del actual gobierno, que ha visto en el poder gubernamental una oportunidad de construir para sí mismo los beneficios que antes criticaron.
De entrada, la visión femenina en una posición de poder puede representar un proyecto social que traiga a México justicia social y económica, que hasta hoy, ha estado ausente.
Las dos mujeres que representan dos proyectos de país diferentes, -una desde el poder gubernamental y la otra desde la sociedad civil-, pueden generar equilibrios.
Lo que nos faltó en la pasada campaña electoral fue oposición profesional, pues quedó claro que los partidos políticos que hoy tenemos, incluyendo a todos, -tanto los que ganaron la contienda como los que la perdieron-, están rebasados y no son garantía para construir la democracia participativa que hoy necesita México. Se han convertido en maquinarias electorales que ya perdieron los valores ideológicos que antes les dieron identidad. Hoy tan corruptos son los unos… como los otros.
Xóchitl debe rescatar y encauzar el “poder del pueblo” que se manifestó con convicción y sin intereses personales, -y menos aún económicos-, durante este sexenio. Con esa fortaleza puede convertirse en el verdadero contrapeso que genere equilibrios y nos encamine hacia un mejor país. Capitalizar y encauzar el despertar ciudadano puede ser la gran aportación de Xóchitl que cambie el rumbo de México.
En una reciente entrevista Enrique Krauze trajo al presente la experiencia de la oportunidad perdida que representó la negativa de José Vasconcelos, -uno de los más icónicos intelectuales mexicanos del siglo XX-, cuando en 1929 perdió la elección presidencial frente al candidato oficialista del grupo en el poder, –Pascual Ortiz Rubio-, y no quiso encabezar un movimiento social que diera continuidad al despertar ciudadano que él mismo había detonado y que podía haber enriquecido la vida política de México durante la primera mitad del siglo XX.
Imaginemos lo que habría avanzado México si ese gran intelectual, -que antes de su odisea electoral ya había sido secretario de educación pública con gran éxito, así como rector de la UNAM-, hubiera canalizado su visión de país hacia un gran proyecto político de largo plazo, que seguramente habría dado grandes frutos en el desarrollo social.
Quizá el reto más importante de Xóchitl está por iniciar, si ella lo asume como seguramente muchos mexicanos se lo estamos pidiendo: dar continuidad al despertar de una ciudadanía responsable y comprometida con el futuro de México.
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