Zaldívar en el banquillo

Por: Fernando Belaunzarán

 

No sorprende la acusación, tampoco la respuesta. La parcialidad de Arturo Zaldívar cuando presidía la Corte a favor de los intereses del titular del Ejecutivo fue un señalamiento recurrente durante su gestión, se dieron episodios bochornosos y hasta el propio Presidente ha confesado, en más de una ocasión, que recurría a él para que le ayudara a sacar sus prioridades en el sentido que le convenían. Por su parte, la victimización y politización conspiranoica de cualquier acto de autoridad que les afecta es reflejo instintivo del grupo en el poder.

Lo que llama la atención es la extensión y detalle de la denuncia. Da cuenta de casos concretos, más de doscientos jueces y magistrados presionados, extorsionados o tentados por colaboradores de Zaldívar, señalados con nombre y apellido. El Consejo de la Judicatura hizo lo único que podía hacer: dar trámite e iniciar la investigación de los presuntos delitos.

El anonimato no es obstáculo legal, el indiciado admitió decenas de denuncias con ese carácter y están incluidas acusaciones de acoso sexual en las que así se acostumbra. Además, existen otras con denunciantes identificados, algunas víctimas están dando la cara junto con sus testimonios, confirmando lo ahí consignado, y son coincidentes con viejos señalamientos, incluso provenientes del oficialismo, como los que hizo Hernán Gómez en el libro Traición en Palacio, en el que se relatan actos de presunta corrupción de Julio Scherer Ibarra, entonces consejero jurídico de la Presidencia, en contubernio con el exministro.

Norma Piña sólo hizo lo que la ley y la práctica institucional le obligaban. Lo sabe bien el exministro, pero la estrategia oficialista impuesta desde Palacio Nacional es confrontarse con el Poder Judicial y convertir al Máximo Tribunal en el enemigo al que debe destruirse. Sólo que es el mayor y más importante de los contrapesos que aún subsisten; de hecho, es la última trinchera de nuestra democracia y si llegara a caer quedaría libre y franco el camino hacia la dictadura. El cálculo electoral no está en la investigación del tráfico de influencias, presiones indebidas y otras prácticas corruptas en la administración zaldivarista, sino en la reacción del régimen, que insiste en presentarla como un golpe a la candidata oficial para hacer campaña con eso y, de paso, darle impunidad a una de sus criaturas.

Claudia Sheinbaum descalificó la denuncia sin leerla, sólo así se explica que, siendo candidata, defienda lo indefendible. Habría sido sensato separar a Zaldívar de su equipo y esperar a ver cómo se desarrollan las pesquisas para sopesar las acusaciones y sus elementos antes de comprometerse a ese nivel con el controvertido personaje. Ella lo convirtió en problema propio y lo que salga a la luz irá a su cuenta. En eso tampoco se distinguirá del Presidente, quien hizo lo mismo desde la mañanera, pero ella está en la boleta y no tiene su teflón.

Si el resultado del debate fue polémico, no hay duda que la gran derrotada en el posdebate es Sheinbaum. No sólo tuvo que pasar por el desgaste de la verificación de sus dichos falsos o engañosos, también de los reproches presidenciales por no haber defendido debidamente a su persona, familia y supuestos logros. Está en una situación difícil, atrapada entre la propaganda complaciente del régimen y la dura realidad que la desmiente. Pensar que la saliva puede imponerse a los hechos es una apuesta arriesgada tras más de cinco años de asfixiante demagogia. Se confían por la popularidad del mandatario, pero se olvidan que el gobierno está reprobado.

La victimización de Zaldívar no es creíble, así se decrete en el púlpito de Palacio. El intento por prolongar su mandato, el cabildeo en el TEPJF para no sancionar el fideicomiso de Morena, la manipulación de votos en la discusión de la reforma eléctrica, la pregunta abigarrada para salvar consulta inconstitucional, el congelamiento de asuntos de la militarización, el desayuno para decidir el encarcelamiento de Murillo Karam, la renuncia anticipada para abrirle paso a una militante y su conversión a vocero pendenciero de la candidata oficial confirman la parcialidad denunciada. Allá ellos si quieren seguir cargando con él.