México en los reflectores después de “berrinche” en la OEA por parte de la Embajadora

En la madrugada de este jueves, la embajadora mexicana en ese foro, Luz Elena Baños, protagonizó un comportamiento inapropiado al oponerse al aumento del techo presupuestario de la institución hemisférica.

Los acontecimientos que tuvieron lugar durante la sesión plenaria del organismo en Washington provocaron un resquebrajamiento en el bloque izquierdista regional conformado por México, Bolivia y Argentina. Además, se sumó la presión externa de países como Cuba, Venezuela y Nicaragua, que no son parte de la OEA. Este incidente dejó a la delegación mexicana en una situación que fuentes diplomáticas describieron como un “bochorno”.

“Este fue uno de los momentos más vergonzosos en la historia de la diplomacia mexicana. Fue el punto más bajo en la historia de la OEA por parte de un embajador”, declaró una fuente diplomática que relató detalles del incidente bajo condición de anonimato.

Añadió además: “Fue una pena ver cómo México se exhibió sin elegancia en su afán por destruir a la OEA y a su secretario general, Luis Almagro. Pero al final resultó ser como un bumerán que golpeó a la propia representación diplomática mexicana en la boca”.

Molesta por la tendencia mayoritaria de aprobar el incremento del techo presupuestario de 82 millones 800 mil dólares a 92 millones 100 mil dólares, la embajadora Baños atacó duramente a sus colegas, acusando la comisión de una “ilegalidad” y denunciando que se había actuado en contra de “la ética y la moral”.

Sin que los micrófonos del pleno captaran sus escandalosos reclamos, Baños comenzó a gritar, se puso de pie y, cuando el presidente de turno del Consejo Permanente, el embajador de Uruguay, Washington Abdala, le pidió que se sentara, respondió furiosa: “No me voy a sentar”.

Este incidente ha generado un profundo malestar en la comunidad diplomática y ha puesto en evidencia una división entre los países de la región. Algunos observadores consideran que la reacción de la embajadora Baños fue desproporcionada y contraproducente, ya que generó un desprestigio para México en el ámbito internacional.

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha expresado en repetidas ocasiones su desacuerdo con la OEA y su secretario general, Luis Almagro, y ha abogado por una reestructuración de la organización.