Unidad, Retazos de un discurso fallido.

Guillermo Calderón Vega.

En el Estado de México, el reloj electoral sigue su marcha y al tiempo -todos lo sabemos- nada lo detiene; los aparatos del estado se encuentran funcionando en sus respectivas obligaciones de acuerdo con sus facultades y junto con sus mecanismos de control y observación de ley ya se encuentran a punto; pero hay algo, que parece no está en la sincronía de los tiempos y no cuadra con lo políticamente correcto y son algunas expresiones que se dan al interior de ciertas fuerzas políticas mexiquenses, que solo saltan en el escenario estatal, como simples destellos de ocurrencias.

Sí, hay quienes aún permanecen en la autorreflexión; otros, se entretienen nerviosamente, midiendo el crecimiento de aceptación de sus adversarios; unos más, ya de plano, en abierta campaña de proselitismo electoral, rompiendo reglas y transgrediendo la ley; y por último, los más confiados, que se encuentran en medio de un proceso de reorganización de estructuras políticas, y nadie sabe o no se atreven a decir, cuál es el verdadero propósito de hacerlo en este momento; como diría el clásico, al cuarto para las doce.

Por lo visto, hay partidos políticos, que no se hallan en la simultaneidad del proceso electoral mexiquense, pero además de ello, hay algo que no le encuentro explicación alguna y son esas voces que leo y escucho por diversas fuentes, provenientes de ciertos miembros de la clase política mexiquense o de algunos líderes de partido, pero sobre todo, de algunos aspirantes (tas), a la gobernatura del estado y es, ese llamado, con elevado nivel de arenga, pidiendo a grito abierto y con cierto aire de desesperación: UNIDAD.

Desde luego que me queda claro que la unidad, es la vitamina pura para los partidos, es el elemento básico de integración en torno a un proyecto o a un personaje político; además de cumplir con otras funciones, la unidad, es un símbolo de identidad, es una fortaleza y un valor superior entre sus miembros; es el sentido más obvio de pertenencia institucional y entre más robusta sea, más fuertes y poderosos será, quien materialmente la detente; por ello, el afán y la imperiosa necesidad por construirla y mantenerla viva, sin embargo, debemos de reconocer que actualmente este término, que antes era sinónimo de lucha, por al menos justicia y equidad, se ha ido destiñendo paulatinamente, especialmente, en algunos emblemáticos casos.

El problema no está en construir o reconstruir la unidad en torno de una fuerza política o un liderazgo en particular, el problema se encuentra en el tiempo, en ese momento, -yo diría fuera de lugar- en el que se pretende lograr y la manera como se quiere hacer. No me explico la razón por la que se pide ahora y la vehemencia como se hace, si supuestamente existe claridad respecto a sus virtudes y valías, que ¿acaso, no se da por sentado que los partidos triunfan gracias a la unidad que construyen a su alrededor y de sus personajes del momento?, o ¿acaso, hay alguien que tenga otros datos, que hagan ver, una unidad debilitada y enferma, al punto de desquebrajarse por completo?

Lograr la unidad en medio de una atmosfera de desconfianza y de incumplimientos políticos, es una tarea difícil de realizar; pero, se complica aún más cuando, por conseguirla, se acude a monólogos construidos con retazos de discursos y desesperadas acciones por alinearla obligadamente, pero lo que se logra con ello, es ventilar la pobreza de una concepción sobre un bien ético y el menoscabo que se le causa a ese principio ético, cuando se le intenta desvincularla de responsabilidades conjuntas, para solo admitir que esas cargas -de responsabilidad- únicamente recaen, sobre terceros.

No imagino quien habrá sido el genio que sembró la idea en las cabezas de algunos dirigentes de partido, de aspirantes y en ciertos personajes de la clase política mexiquense, de que la unidad es una moneda de cambio temporal, de circulación restringida, únicamente para épocas electorales. Por eso, digo que no me cuadran las estrategias de algunos partidos, ni con los tiempos, ni con las maneras, ni en el modo, y súmenle, además, las voces, los discursos y las arengas públicas en medios, en redes digitales, en reuniones de correligionarios o en cafés entre pares, para convocar a la unidad; y aquí, volvemos al principio, la forma es fondo y lo políticamente correcto mandata que esa manera de solicitarla, no es la ideal, porque este tipo de llamados -se entiende- debieran de permanecer en el tiempo sin interrupción alguna, y no por temporada, como es ahora y que lo hacen perecer, más que una convocatoria: un llamado de auxilio.

Para tratar de contener esa sensación de vacío o perdida de la unidad, aparecen voces con argumentos lamentables, que la solicitan y a veces la exigen, con poca prudencia; sin duda es una manera no apropiada de pedirla, porque se hacen de frases grandilocuentes que construyen a partir de ocurrencias que no forman parte de ningún ideario de valores y principios reconocidos y aceptados por sus correligionarios. Son, solo exclamaciones sin sentido ni tacto político, ustedes las pueden leer también en medios, porque son de diaria circulación; podrán observar entre líneas, como ventilan diversos personajes sus profundos deseos por lograr una unidad forzada; otros más, intentando, la unidad impuesta, es decir, por instrucción superior y otros, apelando a valores que ni ellos mismos respetan, como lo es la: inclusión, buscando que la unidad, sea más por simple uniformidad política, que por convicción y voluntad personal.

Para su formación o reconstrucción, la unidad no requiere de posturas dialécticas rimbombantes, lo que necesitan son partidos políticos y líderes responsables ante ella; que tengan el valor de conocer y reconocer puntos básicos como: de donde proviene la unidad, quién la compone, que se empeña por ella, quién, y que esfuerzo hace para empujarla hacia el objetivo, como se comprometen ante ella y como es que la hacen tan fuerte, tras ofrecerla para ellos y en torno a ellos. Y una vez que estén conscientes de todo eso y alcancen el grado de responsabilidad requerida, empiecen por ofrecer disculpas por las omisiones y acciones que se cometen en perjuicio de la unidad reclamada.

Pero hay una cosa más que pueden hacer, en favor de aquellos que han impulsado y formado parte de la unidad partidaria, y es demostrar fielmente que ellos -la cúpula, sus líderes- también, cumplirán con ciertos principios básicos; que por ahora, únicamente les exigen a los demás, como lo es la: lealtad, disciplina, orden y participación; principios y valores todos ellos emanan de sus documentos básicos y es a partir de ellos que nacen sus principales convicciones partidarias; por eso es importante que reflexionen a este respecto si gritan, ¡unidad!; porque, hasta donde se sabe, cuando deja de haberla es porque en su lugar, se cometieron prácticas desleales al favorecer privilegios de unos cuantos, en donde, por principio: se excluye a quienes aportaron y se expulsa a quienes apoyaron.

Tienen muchos temas sobre los cuales reflexionar los partidos políticos, sus dirigentes y algunos miembros de la clase política, pero dos cosas en particular: 1). Ajustar su reloj mental al momento que se vive en el Estado de México y 2).  Cejar en su intento de construir un diálogo con la sociedad a través de retazos de discursos fallidos, porque el origen de los problemas, entre partidos y sociedad, no está en todas sus inconsistencias que se pueden enumerar, sino más bien en las acciones, que claramente se realizan con el propósito de acabar con las expectativas de sus correligionarios y favorecer a unos cuantos privilegiados, esa es la verdadera historia que se repite y se repite, muchas veces; ahora, mis preguntas finales: la convocatoria a la unidad, ¿acaso no debió de haber empezado hace ya seis años?; la unidad, ¿se construye dentro de un club de exclusivos?; la unidad, ¿se logra por exigencia política, por instrucción superior o por uniformidad?, ¿hay necesidad de exigir o suplicar por algo, que debiera darse por descontado que ya se tiene -unidad- o acaso se está perdiendo o peor aún, ya no se cuenta con ella?; solicitar la unidad de la forma y con el estilo dialéctico en que se hace, ¿es solamente, un cliché para simular que se piensa o para disimular lo que se piensa de ella?.

Hasta aquí, con una más de: Mis preguntas finales, nos leemos en la próxima.

 

Guillermo Calderón Vega. Profesor Universitario, abogado, exfuncionario público, Experto en operación, negociación y concertación política.