Desde el año 1970, cada 22 de abril, celebramos el Día Internacional de la Madre Tierra, cuyo objetivo principal es concientizarnos sobre los problemas generados por la humanidad, entre ellos; el cambio climático, la sobrepoblación, la contaminación, la deforestación, la pérdida de la biodiversidad, etc., para muchos, nada que celebrar, ya que nuestras actividades irresponsables –que no cesan-, nos hunden cada vez más en una crisis ambiental que se acrecienta cada día, llegado al punto de no retorno, frases ambientales que se repetirán constantemente, ya que oídos sordos, ojos cerrados y mentes vacías pululan en nuestra sociedad.
Mientras la Madre Tierra nos pide a gritos que actuemos sin reservas, los líderes mundiales siguen fallando en la protección del planeta con políticas públicas huecas sin razón, condenando a todos los ecosistemas a un fracaso rotundo. Seguimos apostando por una industria fósil –abonado al calentamiento global-, de consecuencias catastróficas, del mismo modo, la pérdida de la biodiversidad sigue ausente en las estrategias políticas, mientras los científicos nos recuerdan que la biodiversidad es pieza clave para mantener a los ecosistemas sanos y en equilibrio, y la responsable en garantizar la continuidad de la especie humana.
En México seguimos deforestando, fragmentando y acelerando la destrucción de nuestros ecosistemas forestales y, colocando en verdadero riesgo a una gran variedad de especies y poblaciones de flora y fauna silvestre. De acuerdo con el Instituto de Geografía de la UNAM, el ritmo de deforestación en México es uno de los más intensos del planeta, cada año se pierden aproximadamente 500 mil hectáreas de bosques y selvas, colocándonos en el quinto lugar de deforestación a nivel mundial.
La contaminación atmosférica, derivada de las emisiones de gases y compuestos de efecto invernadero (GyCEI), no sólo contribuyen al calentamiento global, sino que representan un importante riesgo para la salud pública. La contaminación atmosférica en México ha provocado que los ciudadanos estén expuestos a niveles importantes de cadmio, un metal cuya ingesta o absorción puede generar problemas renales, dolencias estomacales y fragilidad en los huesos. Por otra parte, algunas publicaciones advierten que este tipo de contaminación está relacionada con algunos tipos de cáncer.
La calidad del agua comienza a ser un grave problema en México, ya que los crecimientos irregulares y desordenados, suelen direccionar sus residuos a cauces de ríos, lagos, playas y demás ecosistemas acuáticos, lo cual ha provocado la destrucción de humedales, manglares y arrecifes de coral. La ausencia o precaria existencia de regulaciones en cuanto al tratamiento de las aguas residuales ha traído como consecuencia que ecosistemas y cientos de especies silvestres sean perjudicadas.
La basura es otro grave problema ambiental, en México, hace diez años, un habitante producía 0.7 kilogramos al día. Hoy, cada uno de los más de 130 millones de mexicanos producimos 1.6 kilogramos –casi el triple de lo que genera un ciudadano europeo-, asimismo, dichos residuos no son manejados de manera adecuada, el 87% de los tiraderos de basura son a cielo abierto y el 13% son rellenos sanitarios. Se podría decir que una cantidad mínima de estos tiraderos maneja de forma adecuada los residuos, ya que es común encontrar montones de basura que no se degrada porque está almacenada en bolsas de plástico –material que tarda 400 años en ser degradado-.
Conflictos ambientales que afectan a todo el mundo, ya que una problemática local, por pequeña que sea, tiene graves repercusiones a nivel global, por ejemplo, las emisiones de GyCEI han provocado que los océanos se estén quedando sin oxígeno, se vuelven más calientes y se acidifiquen. El calor extremo, los incendios forestales, las inundaciones y otros eventos climáticos han afectado a millones de personas, tiendo graves repercusiones sociales, económicas y ambientales.
Los cambios provocados por el hombre en la naturaleza aceleran el ritmo de destrucción del planeta. La Organización de las Naciones Unidas, insta a todos los gobiernos a desarrollar compromisos y políticas serias para restaurar los ecosistemas dañados –recordemos que son ellos, quienes sustentan todas las formas de vida en la Tierra-. Restaurar nuestros ecosistemas nos ayudará a terminar con la pobreza, a prevenir una extinción masiva de flora y fauna silvestre y a combatir y mitigar los efectos del cambio climático.
Más allá de los menesterosos y anquilosados objetivos que se pronuncian todos los años, es momento de actuar, la sociedad civil juega el rol más importante, ya que las políticas ambientales han carecido de una buena gobernanza que nos encamine a la sostenibilidad deseada, y sólo la sociedad civil organizada puede generar los cambios necesarios para retomar el rumbo deseado.
Seamos conscientes hoy más que nunca, es fundamental un cambio hacia una vida más sostenible, ganar-ganar, personas y planeta, promovamos una armonía más equitativa entre el hombre y la naturaleza.