El agua más cara

Ya son tres años los de ausencia de lluvias en el norte de México. Los pozos se abaten y las presas se encuentran en mínimos históricos. Y es en estos momentos cuando, fruto de la preocupación y el apremio, comenzamos a hacer conciencia de la necesidad de cuidar el vital líquido. La desesperación obliga a discutir nuevamente proyectos multimillonarios como traer agua del río Pánuco a la zona metropolitana de Monterrey, transportándola a través de cientos de kilómetros y sin el beneficio de la gravedad.

Es alarmante conocer las cifras de litros de agua que diariamente se pierden en la mayoría de los sistemas de nuestro país. Existen dos tipos de fugas: la primera, que es causada por la existencia de redes viejas y desgastadas, así como por falta de su mantenimiento; y la segunda, por gastar más agua de la estrictamente necesaria.

Cuántas veces hemos pensado que una persona actúa de forma irracional cuando la vemos lavar el coche con la manguera, no arreglar una fuga evidente o dejar corriendo el agua del lavabo. Error. Bajo la lógica económica, esa persona está actuando racionalmente porque el agua no le cuesta lo suficiente como para ahorrarla.

La meta deseable, según estándares internacionales, es que cada ciudadano gaste menos de 100 litros al día. Hay pocos municipios que lo logran en México. Saltillo es uno de ellos y es utilizado como ejemplo por otros organismos, como Agua y Drenaje de Monterrey, para demostrar que sí se puede lograr. Los regios, según sus propios números, gastan 165 litros diarios. La mayoría de las ciudades consume dos o tres veces esa cantidad.

El éxito en Saltillo se debe básicamente a un factor: la participación ciudadana. En la capital coahuilense no hay presas cercanas de las cuales abastecerse, los pozos son profundos y la orografía es compleja. Consciente de la situación, desde hace dos décadas la sociedad permitió la llegada de capitales privados y la conformación de una empresa mixta, con participación mayoritaria del municipio: Aguas de Saltillo.

Desde entonces, todos, absolutamente todos los ciudadanos, pagamos lo que consumimos con un esquema progresivo y socialmente sensible. Las colonias populares y los adultos mayores pagan en promedio menos de cien pesos al mes, mucho menos que las colonias residenciales. No hay quejas al respecto, porque al final de cuentas la sociedad sabe que no hay agua más cara que la que no se tiene.

La contribución puntual de la sociedad genera los recursos suficientes para invertir en infraestructura hidráulica y en tecnología de punta, para una óptima administración de la red y un eficiente control de fugas.

No hay que descubrir el hilo negro, la clave es involucrar a la sociedad. En marzo se celebra el Día Internacional del Agua, aprovechemos la fecha para hacer conciencia de su cuidado, y la mejor forma de hacerlo es que todos contribuyamos de manera justa y proporcional.

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