Imperios de la mente— Mirar hacia arriba o no

 

 

 

Autor: Dr. José Martín Méndez González

 

Verifique, primero, los hechos; luego, los puede distorsionar a su manera.

Mark Twain (Samuel Langhorne Clemens), novelista norteamericano (1835-1910).

La mayor nobleza de los hombres es la de levantar su obra en medio de la devastación, sosteniéndola infatigablemente, a medio camino entre el desgarro y la belleza.

Ernesto Sábato, Antes del fin.

 

 

Desde su estreno el 24 de diciembre, la película “Don’t look Up” (No miren arriba) ha sido tema de conversación candente tanto en las sobremesas familiares durante estas fiestas decembrinas y de fin de año como en las redes sociales. Por los comentarios que he leído, me da la impresión de que “Don’t look Up” va camino de convertirse en la clase de película que odias o amas. Pareciera que no hay espacio para un término medio a pesar de contar con múltiples actores con un Oscar bajo el brazo, y un guión del propio Adam Mckay, quien anteriormente deslumbró a la crítica con películas como “Big Short” (La gran apuesta) y “Vice” (El vicepresidente). A propósito del debate que ha generado la película, el propio Mckay ha escrito en sus redes sociales: “Me encanta todo el acalorado debate sobre nuestra película. Pero si Ud. no tiene al menos una pequeña pizca de ansiedad por el colapso del clima (o el tambaleo de Estados Unidos), no estoy seguro de que Don’t Look Up tenga algún sentido. Es como un robot viendo una historia de amor. ‘¿Por-qué-sus-rostros están-tan-cercanos?’”.

Para que nos demos una idea de la sutil polarización que ha causado la película, en este enlace califican de “mediocres” a los astrónomos que descubren el meteorito cuando que típicamente los textos que describen la trama son (o debieran) ser neutrales. ¿Por qué habrían de ser mediocres un par de astrónomos capaces de calcular—casi a mano—la trayectoria de un objeto celeste, así como determinar si constituye o no un peligro para la humanidad, y comunicarlo al público en general tras confirmarlo con otros pares científicos?

La premisa—tal y como se lee en la página de Netflix—luce trillada, pero con un coletazo final que me ha puesto a pensar: “Dos astrónomos realizan una gira mediática para advertirle a la humanidad de un cometa mortal que está en rumbo de colisión con la Tierra. La respuesta del mundo: ¿Y?”.

Tras leer esas líneas—y después de haber visto la película—es fácil imaginar y justificar un mundo antropomórficamente caricaturizado, sosteniendo un habano en una mano mientras nos dirige aros de humo a la par que nos responde muy a sus anchas: “¿Y?… Llevo eones dando vueltas por este vecindario estelar. He sido golpeado por otros tantos meteoritos y aquí sigo, danzando. ¿Uno más? Meh. Ustedes, ¿cuánto tiempo llevan por aquí? ¿Cuántos meteoritos han sobrevivido los de su especie?”. No veo fallo alguno en esa lógica. Hemos avanzado lo suficiente tecnológicamente para darnos cuenta de que allí fuera, en el espacio exterior, existen fenómenos tan violentos que hacen parecer a los huracanes, terremotos y tsunamis combinados meras caricias maternales, pero no creo llevemos existiendo el suficiente tiempo en el mundo como la “especie dominante” como para lograr hacer una muesca visible, profunda en la escala de tiempo y ser considerados seriamente en el concurso de sobrevivencia cósmica.

¿Es este uno de los intereses de la película? ¿Utilizar la sátira para tambalear un poco el pedestal que nuestro aparente dominio de la tecnología nos ha hecho creer que debemos ocupar? Quizás sí. Quizás, después de todo, somos una especie de chiste cósmico, hasta que decidamos dejar de serlo.

Podemos considerar también al meteorito como una alegoría y jugar con las consecuencias de su impacto. El meteorito puede ser el cambio climático, la pandemia, la próxima crisis financiera mundial, una guerra nuclear, la amenaza de la Inteligencia Artificial (IA) en la toma de decisiones y manipulación de la información, etcétera. La película sentencia: no vamos a encontrar mucho apoyo en las cúpulas del poder político a menos que ese meteorito arrastre bajo su manto un número nada desdeñable de votos para la siguiente elección.

El modus operandis de la clase política en el poder en estas situaciones de crisis: La manipulación de la información por parte del gobierno en contubernio con los medios de comunicación de elevada audiencia para utilizar (o comprar) a los propios científicos (adulando su ego o engrosando sus bolsillos o influencia política) para que funjan como marionetas en la diseminación de una narrativa desviada de los hechos (agnotología).

En este sentido, ¿es “Don’t look up” una señal de alarma en contra del sistema democrático? ¿Ya no es suficiente? ¿Es anacrónico? ¿Lo que no funciona es el sistema o los líderes políticos? O peor aún, ¿lo que falla son los ciudadanos? Una ciudadanía informada, crítica, en teoría es más difícil de manipular, pero como pone de relieve la película, en realidad no estamos a merced de los políticos que creemos hemos votado sino de corporaciones tecnológicas que, muy probablemente, han excavado y vendido nuestros datos para manipular nuestro voto.

Y no es que pensar de manera crítica sea extremadamente difícil (estos nueve pasos están al alcance de cualquiera) pero mucho ayudaría si existieran herramientas tecnológicas que indicaran el grado de credibilidad de las “fuentes informativas”. Esta iniciativa tendría que estar catalizada por la ciudadanía porque no creo que la sociedad haya dejado de confiar en la ciencia a pesar de los numerosos embates para erosionar esta confianza. Así, “Don’t look up” también puede ser un llamado a la acción para que los ciudadanos sean quienes realmente escriban la agenda política no sólo con miras a las siguientes elecciones sino a un mayor largo plazo.

Si bien el inminente impacto del meteorito constituye un drama de dimensiones planetarias, no por ello se deja sin explorar el drama personal e íntimo que enfrentan algunos de los personajes al verse forzados a enfrentar su muerte. Así, el meteorito (o alguna de sus múltiples formas alegóricas como puede ser la notificación de una enfermedad mortal) nos plantea la pregunta: “Con lo que te resta de vida, ¿qué vas a hacer? ¿Cuál es tu plan para enfrentar ese meteorito?”. En su momento, los científicos elevan su mirada al cielo esperando que el dios tecnológico los salve… y el silencio que sigue los (nos) obliga a replantearse(nos) lo que verdaderamente importa en la desnudez de nuestra mortalidad humana. De pronto, palabras como religión, filosofía, cultura, vuelven a adquirir una importancia vital como fuente de lucidez y templanza cuando todo está por irse al garete.

No creo que “Don’t look up” sea un producto de entretenimiento sino, quizás, de cuestionamiento: la envoltura es alegre, como la de un dulce, pero el contenido puede ser amargo. El juicio final depende de usted.

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