El pasado 18 de noviembre se reunieron en Washington los líderes de América del Norte, Joseph Biden Presidente de los Estados Unidos, Justin Trudeau Primer Ministro de Canadá y Andrés Manuel López Obrador Presidente de México.
Son diversos los acuerdos alcanzados, positivos para los tres países, destacamos:
-Acabar con la pandemia del COVID-19 y avanzar en la salud global: apoyando al resto del continente con donaciones de vacunas; actualizar el plan norteamericano para la influenza animal y pandémica; reforzar las cadenas de suministros médicos de la región y fabricar más componentes de las vacunas en América del Norte. Mejorar la distribución de las vacunas en el continente americano y combatir la falsificación de medicamentos.
-Para combatir el consumo de opioides los tres países acordaron continuar con el Diálogo sobre Drogas de América del Norte y proteger a las comunidades de las tres naciones de los daños que surgen del tráfico de armas.
-Reconociendo los retos que plantea el cambio climático los líderes se comprometieron a la constitución de un Acuerdo sobre el metano y el carbono negro incluyendo una estrategia para controlar y reducir las emisiones de metano, con un enfoque para reducir las emisiones de carbono negro de vehículos de diesel y motores, embarcaciones y quema de leña.
-Se comprometieron a acelerar el despliegue de energías renovables por toda América del Norte, reconociendo políticas y prioridades, incluyendo asistencia técnica, intercambio de buenas prácticas y esfuerzos para detonar financiamiento y tecnología. Los tres países planean promover políticas ambiciosas para reducir las emisiones de gases efecto invernadero derivadas del transporte, incluyendo la aceleración para la transición hacia vehículos de cero emisiones, así como el uso de combustibles más limpios en los sectores ferroviario, de aviación y de transporte marítimo.
-Incluir en las soluciones basadas en la naturaleza, apoyo a la agricultura y silvicultura climáticamente inteligentes; buscar alcanzar una tasa de deforestación cero y conservar un 30% de tierras y aguas para 2030. Conservar los conocimientos de las comunidades indígenas mediante la Comisión de Cooperación Ambiental de América del Norte; y convocar a los Estados y a las Ciudades como contribuyentes clave en los esfuerzos regionales en favor del clima.
El hecho es que seguiremos en la catástrofe mundial del cambio climático, agravándose, mientras la transición verde y el objetivo global de cero emisiones netas no se alcanzarán, las temperaturas seguirán aumentando y se adoptan iniciativas compensatorias en países ricos/medianos y empresas contaminantes hacia la solución.
Ante este fenómeno, no es creíble que avanzaremos ni se impactará en las tres naciones, sin una agenda detallada de compromisos nacionales y al menos en esta región, con tiempos, proyección presupuestal y decisiones políticas clave con sectores estratégicos, que vaya paulatinamente a las comunidades locales, accionistas y actores productivos/financieros que se verían impactados (industria de la construcción, industria cárnica, sistemas de transporte basados en combustibles, etc.)
¿Cómo diseñamos el paso de la reducción sustancial de la economía del carbono hacia una economía de energías verdes? (Véase el Informe de la ONU sobre brechas de emisiones 2021 emitido a fines de octubre pasado) (https://www.unep.org/resources/emissions-gap-report-2021)
La ausencia de convocatoria a las comunidades científicas de América del Norte y sus universidades y centros de investigación especializados que diseñan diagnósticos y alternativas, es parte de ese déficit y sería símbolo de un compromiso político genuino.
Todo esfuerzo para reducir el impacto del shock económico, territorial, comunitario debido al cambio climático es importante; sin embargo, se resiente cada vez el vacío de planeación democrática y participativa en los países ricos, y sobre todo, en los países con graves vulnerabilidades sistémicas y pobrezas como el nuestro.
Debemos familiarizarnos con apagones no planificados; medidas de racionamiento de la electricidad y su restricción masiva; aumentos de los precios de gas y la gasolina; devastaciones y desplazamientos de comunidades por inundaciones y desastres ecológicos; impactos en cadenas de producción/suministro de bienes primarios para la alimentación, fabricación de fertilizantes, como se evidencia en localidades, empresas y gobiernos de Europa, Asia, India, China.
El balance de la Cumbre para los tres líderes es positivo, muestra un diagnóstico mínimo compartido y traza coordenadas de actuación propias y conjuntas, particularmente en temas críticos como la pandemia, el cambio climático y los procesos migratorios que estrechan desafíos con Centroamérica.
A nivel diplomático, muestra la capacidad del canciller Marcelo Ebrard para alinear a la Presidencia y a México en un acorde geopolítico consistente con la hoja de ruta del futuro del mundo.
Ebrard mantiene su paso en la delantera -en la lucha sucesoria-, como estratega eficaz, sin gastar en propaganda, mostrando resultados y logros.
Esto se da en medio de una Reforma Eléctrica impulsada por la 4T que busca regular los excesos de la iniciativa privada y potenciar el control del litio mexicano y a su vez, de un proceso de inversiones, innovación tecnológica, infraestructura y dinámica productiva/financiera/consumista, inercial y predominantemente proclive y anquilosada en la economía del carbón.
A pesar de los resultados de la IX Cumbre y la esfera de influencia de los líderes, como sociedades seguimos lejos de una planificación internacional articulada y por ende, de revertir los estragos de nuestra Torre de Babel climática mundial.