Nuestros perros y gatos son esos animales que nos alegren la vida y nos acompañan por toda la casa, despertando distintos sentimientos vinculados al amor. Y cuando felinos y caninos empiezan a demostrar distintos síntomas vinculados a la vejez y a diferentes enfermedades nos preocupamos abruptamente. Una de las patologías más habituales en animales domésticos es la diabetes, al igual que la sufren los seres humanos por la falta de insulina.
Esta enfermedad se manifiesta habitualmente cuando perros y gatos superan los siete años y, debido a su edad, empiezan a mostrar signos como la falta de ejercicio y la obesidad, siendo factores que inciden directamente en el surgimiento de la diabetes. En los canes, las razas más propensas a sufrir el déficit de insulina son los bug, Beagle, teckel, Golden retriever y samoyedo. Mientras que en los felinos no hay grupos proclives a contraer esta enfermedad, aunque los machos castrados tienen más posibilidades que el resto de los animales domésticos.
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Entre los síntomas más frecuentes que refleja la diabetes en perros y gatos encontramos el constante consumo de agua –mucho más de lo habitual- y por consiguiente una orina con mayor frecuencia; la pérdida de peso debido al aumento del catabolismo; el cansancio y el apetito incontrolable. Luego, si la enfermedad no ha sido tratada, caninos y felinos suelen presentar cataratas oculares.
Cuando la diabetes en las mascotas domésticas es detectada, es esencial iniciar un tratamiento adecuado. Además, si los perros y gatos tienen todavía la capacidad de producir insulina, se beneficiarán hipoglucemiantes orales que ayudan a la síntesis de la hormona. Pero si no pueden sintetizar la insulina, sus dueños o veterinarios deberán aplicarla dos veces al día, dependiendo del estado de la enfermedad.
Para controlar la diabetes en perros y gatos, especialistas recomiendan cuidar la hipoglucemia o la disminución de azúcar en sangre ya que podría causar una sobredosis de insulina. Además es esencial controlar la enfermedad en su primera fase, consiguiendo un nivel de glucosa seguro a través de la alimentación y el ejercicio leve o moderado que pueda hacer la mascota, teniendo en cuenta su edad y musculatura.