Sorprendieron a propios y extraños los halagos y vítores por parte de John Kerry, Enviado presidencial especial de los Estados Unidos para el Clima, al programa Sembrando Vida en la reunión que sostuvo el demócrata con el Gobierno de México en Palenque, Chiapas este lunes.
Calificar al programa como “símbolo de liderazgo de México” y las constantes alusiones e insinuaciones a la colaboración entre ambos países sugieren que la visita de Kerry puede tener un propósito ulterior que ayude a la administración de Biden a mitigar la ola migratoria y con ello recuperar un poco la popularidad del mandatario, que va en picada desde hace algunos meses.
Al menos, las insinuaciones para la extensión de Sembrando Vida a Centroamérica indican que nuestro vecino está considerando seriamente los llamados insistentes de López Obrador para que se invierta en esa región y con ello paliar un poco décadas de atraso, exclusión, pobreza y violencia que han orillado a miles de centroamericanos a emigrar en busca de mejores condiciones de vida.
La sugerencia de expandir el programa que el Presidente de México ha ido repitiendo desde hace tiempo, bajo la sorna de sus detractores, hoy no parece una idea tan descabellada para el gobierno de EU que busca, a toda costa, evitar que el discurso antiinmigrante de los republicanos le cueste las intermedias del próximo año y la presidencial del 24.
Poner en la agenda el tema del desarrollo del hemisferio sur ha sido una constante del Gobierno mexicano, y para Estados Unidos es, sin lugar a dudas, un tema primordial. Parte del discurso y de la agenda de Biden se han focalizado en una narrativa de justicia social; invertir en la frontera sur de México significaría un parteaguas para la región y con ello se fortalecería el bloque económico de Norteamérica y se desahogaría una crisis social que se ha desbordado.
Por el lado mexicano, si esto trascendiera el plano del discurso y se tradujera en acciones e inversión de Estados Unidos para Centroamérica, de la mano del Gobierno mexicano, el proyecto obradorista se anotaría un gol que no solo le daría grandes réditos políticos en el país, sino en la región, colocándolo en esa posición de líder, a la que hizo alusión el delegado estadounidense.
Desde luego esta previsión es optimista y se adhiere a la lectura actual de las circunstancias. Falta constatar si el Congreso de Estados Unidos estará dispuesto a soltar recursos, si existirá o no un plan detallado de inversión, cuáles serían sus objetivos y alcances y definir en qué términos se daría esa colaboración y qué papel jugaría México ahí.
Por lo pronto, el Presidente logra acallar a las voces que aseguraban que la relación bilateral era poco menos que tensa; los resultados de esta reunión dan fe de que las agendas de ambos mandatarios no son tan disimiles, pese a las obvias diferencias en los perfiles de cada presidente. Si esto progresa, ambos darán una muy interesante demostración de pragmatismo político, que si llega a buen puerto, podrá significar un hito para la historia compartida de las dos naciones.