Por Pablo Basáñez García[i]
[i] Doctor en Administración Pública. Analista de temas municipales, de ciudad y gobernanza metropolitana.
Para la Organización de las Naciones Unidas, octubre es el mes urbano. Desde 1985 la ONU designó el primer lunes de octubre de cada año como el Día Mundial del Hábitat, con el objetivo de reflexionar sobre el estado de los asentamientos humanos y el Derecho a la Ciudad y, al mismo tiempo, recordar nuestra responsabilidad colectiva en el futuro del hábitat humano.
A través del Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos que desarrolla ONU – Hábitat se ha impulsado la idea de que las ciudades pueden resolver muchos de los desafíos actuales que enfrenta el mundo. Y, en efecto, la importancia de las ciudades y la visibilidad del fenómeno urbano se ha incrementado de forma exponencial. Lo anterior se debe al rápido crecimiento de las ciudades y de la población urbana. Según estimaciones del Banco Mundial, hoy en día, alrededor del 55 % de la población mundial, vive en ciudades. De continuar la tendencia actual, para 2050 la población urbana se duplicará, y casi 7 de cada 10 personas vivirán en ciudades.
Dado que más del 80 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial se genera en las ciudades, si la urbanización se gestiona adecuadamente puede contribuir al crecimiento sostenible, aumentando la productividad y facilitando la innovación y el surgimiento de nuevas ideas.
En el caso particular de México, según datos de INEGI, en 1950, en México 43 % de la población vivía en localidades urbanas; en 1990 el porcentaje era de 71, para 2020 es de 79 por ciento. Asimismo, México reconoce 74 Zonas Metropolitanas, donde viven 85 millones de mexicanos, y se genera el 75 por ciento del PIB Nacional.
El tema del Día Mundial del Hábitat para 2021 es “acelerar la acción urbana para un mundo libre de carbono”, centrando la atención en la reducción de emisiones de dióxido de carbono, de las cuales las ciudades son responsables de alrededor del 70 por ciento de las emisiones globales; toda vez que el transporte, los edificios, la energía y la gestión de residuos, así como los modelos productivos representan la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero en las ciudades. En este contexto, el Día Mundial del Hábitat busca amplificar la Campaña Global Race to Zero (la carrera mundial a cero), la cual alienta a los gobiernos locales a desarrollar planes prácticos de cero emisiones de carbono.
En este contexto y, siendo el hábitat el lugar apropiado para que viva un organismo, especie o comunidad, según la Real Academia de la Lengua, bien valdría la pena reflexionar sobre nuestro aporte al cambio climático como país y, claro, como ciudades.
Al tiempo que a nivel mundal ONU – Hábitat nos invita a reflexionar sobre la acción global contra el cambio climático, en México hemos conocido una iniciativa de reforma energética presentada por el Ejecutivo Federal que, según estudiosos en la materia, lleva a la reinstalación del sistema energético que México tenía en los años setentas y ochentas.
Más allá de debatir acerca de modelos estatistas o privatizadores, cosa de suyo interesante, debemos fijarnos un compromiso común con el cuidado del medio ambiente. El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), por ejemplo, ha alertado sobre los efectos perjudiciales que esta iniciativa representa al eliminar los Certificados de Energías Limpias (CELs) y permitir un mayor uso del combustóleo para la generación de energía eléctrica. En duda está una política nacional de transición energética hacia fuentes renovables y limpias.
El daño medioambiental que se avizora tendrá como víctima a las ciudades y a sus habitantes. La huella de carbono que la industria eléctrica genera es considerada una de las actividades que más gases efecto invernadero genera, calculándose que dos tercios de las emisiones mundiales de estos gases de deben al modo en que producimos y usamos la energía.
La afectación a nuestro hábitat es doble. Por un lado, continuar y alentar la energía con base en combustibles fósiles; por el otro, desalentar e inhibir la generación eléctrica limpia producida con fuentes renovables, como lo son el uso de paneles solares o la energía eólica.
México ha suscrito el Acuerdo de París comprometiéndose a generar el 35% de su energía a partir de fuentes limpias para 2024. Mientras el mundo pone énfasis en avanzar hacia un mundo libre de carbono, existen voces que parecen desconocer la emergencia climática que globalmente enfrentamos y cuyas primeras víctimas, como gran paradoja, serán nuestras ciudades.