En la pasada edición de Razón en Blanco, comenté sobre la violencia que las autoridades mexicanas han empleado para intentar disuadir a los inmigrantes centro y sudamericanos, así como caribeños para llegar a la frontera con Estados Unidos.
Me queda claro que nada los detendrá, y que la migración ha sido y seguirá siendo una constante en crecimiento.
La idea del presidente de México de generar desarrollo en los países expulsores de personas para disuadirlos de dejar sus países no resulta tan descabellada, sin embargo, para que eso tenga éxito se necesita dinero y voluntad política, cosas que veo poco probable que haya en el corto plazo.
Mientras tanto, México y su gobierno se ha dedicado a administrar la migración en favor de los intereses y deseos del gobierno norteamericano, incluso rayando en la ilegalidad de algunas de sus operaciones. Y digo ilegal porque los tratados internacionales en la materia señalan que las personas que sean repatriadas, deberán serlo, a sus países de origen, o en su defecto, y con plena justificación, a terceros países seguros. Pero ¿qué pasaría si ese tercer “país seguro” los expulsara a sus países de origen, una vez que llegaran a su territorio?
En principio, las personas tienen derecho, de acuerdo con las diversas legislaciones nacionales e internacionales de solicitar el estatus de refugiado por cualquier razón que pudiera poner en peligro su integridad. Si no tuvieran el derecho de hacerlo en Estados Unidos o en México, habría una violación a los compromisos internacionales, que, por convención o costumbre internacional, resguardan el derecho de las personas a ser protegidas.
El caso es que, este año 2021, ha traído consigo unos números que por lo menos llaman la atención, y es que la repatriación de guatemaltecos desde Estados Unidos descendió en un 79%, mientras que aumentó en un 89% la repatriación desde México.
Suponiendo que el endurecimiento de la política migratoria mexicana ha dado esos efectivos resultados, hasta aquí, habría que señalar que las formas no han sido las más diplomáticas y apegadas a los derechos humanos, esperadas por supuesto de un gobierno que se autodenomina humanista.
Pero aquí no queda la reflexión, y es que, de acuerdo con César Martínez, periodista del diario Reforma, México está recibiendo en su territorio, inmigrantes irregulares expulsados desde Estados Unidos, para así luego poder expulsarlos desde México a sus países de origen. De acuerdo con esta información, las autoridades estadounidenses envían a guatemaltecos y hondureños a territorio mexicano, para después, ser llevados a sus países de origen por las autoridades mexicanas. Esto explicaría en gran medida el “éxito” de las autoridades mexicanas para incrementar en un 89% las expulsiones de los guatemaltecos.
Y ya para finalizar, por cierto, las autoridades guatemaltecas, fueron las últimas en enterarse de este acuerdo entre el gobierno de Estados Unidos y el gobierno de México.
Insisto, no me opongo a una administración de la migración regular y segura, pero tampoco comparto el cinismo de las autoridades mexicanas para hacerle el trabajo sucio al gobierno estadounidense sin garantizar unos mínimos estándares de protección a los derechos humanos.
Humanismo poco, sumisión y politiquería mucha, en palabras de López Obrador.
Carlos Gonzalo Blanco Rodríguez
@cgonblanc