Está claro que pese a que en ciertos rubros la actual administración pareciera adoptar posturas regionalistas y de aislamiento, en la práctica, la 4T entiende, que la interdependencia económica del mundo actual es una dinámica de la cual México difícilmente puede escaparse. Todo el ruido acerca del T-MEC y de su primer aniversario son una muestra de la importancia que tienen los acuerdos comerciales trasnacionales en este época global.
Sin duda, celebro que en el gobierno actual se le dé la atención que merece al asunto; el bloque comercial de Norteamérica es uno de los más importantes del mundo y es un detonador de desarrollo en la región, por ello es menester que México se adhiera a cabalidad a lo que indique el tratado, y aquí es dónde quiero detenerme un poco.
Uno puede observar que el discurso oficial no escatima en la retórica positiva respecto al tratado y a las relaciones de negocios de México con sus principales socios comerciales, sobre todo Estados Unidos. No obstante la festividad de lo que se dice en la arenga pública, de facto el gobierno insiste en enviar señales ambiguas en las que nunca queda claro si comulga o no con la política económica de hoy.
Digo esto porque en el tan celebrado primer año del sucesor del TLC, el escenario ha sido poco menos que ríspido; conflictos laborales, poca certidumbre para la inversión y una serie de decisiones en asuntos energéticos, entre otros temas, que más que calmar las aguas ante la crisis que atravesamos, crean más olas.
No me cabe la menor duda de que existen entre las filas de la 4T, incluido el presidente Andrés Manuel López Obrador, funcionarios comprometidos con la inversión, el desarrollo del país y el papel de México en el tablero mundial, sin embargo, por las razones que sean, persiste la inercia de actuar de manera contraproducente.
El no respetar acuerdos y el insistir en la implementación de políticas, sobre todo energéticas, contrarias a la política económica a la que México se ha suscrito vía la firma de tratados como el T-MEC, no hacen otra cosa que provocar malentendidos y conflictos innecesarios, y ello no sólo golpea la credibilidad del país, sino también al proyecto de transformación del presidente.
A esta administración le restan cuando mucho dos años. Si se desea salir bien librados, o por lo menos no naufragar, un acuerdo comercial como el T-MEC y su cabal cumplimiento deben ser prioridades para la 4T, puesto que este tratado, tal cual está planteado y si se cumple como es debido, representará un detonador de más y mejores empleos; más y mejor inversión, y sin duda, una mejora sustantiva en la calidad de vida de muchos mexicanos.
Confío en que todo este ímpetu conciliador y de diálogo que rodea al T-MEC, se traduzca en políticas económicas a la altura de las circunstancias y que generen certidumbre. Ojalá que así sea.