Después de casi dos años de una política de ajustes a la baja en su tipo de interés de referencia, sorpresivamente Banco de México decidió subir la tasa en un cuarto de punto porcentual, para ubicarla en 4.25%. La razón es evidente: la inflación se está saliendo de control y ya supera en 100% al objetivo del Banco Central. Rubros muy sensibles han incrementado sustancialmente sus precios, como las gasolinas en 22%, la energía eléctrica un 12%, el gas en 30%, frutas y legumbres en más de 30% y la carne hasta en un 20%.
Aunque poderosas, no son muchas las herramientas con las que cuenta Banxico para controlar la oferta monetaria y con ello, influir en la contención de la inflación, su único mandato por ley. El problema es que al ajustar la tasa otras variables económicas también se ven alteradas, con efectos no necesariamente deseables.
Al subir el interés interbancario de corto plazo, Banxico fuerza a que los bancos hagan lo propio con sus créditos y con sus cuentas de ahorro. En este sentido, el incentivo es doble y se fortalece.
Por un lado, a quienes no tengan recursos y deseen emprender un negocio, se les encarecerá el dinero. Los proyectos con tasas de rendimiento menores serán descartados. Muchas personas y empresas no podrán, o ya no querrán, recibir un crédito.
Por el otro, quienes tienen recursos y estaban pensando en invertirlos en algún proyecto productivo, ahora tendrán un incentivo adicional para no hacerlo. Además de los riesgos inherentes a todo emprendimiento y el trabajo correspondiente para impulsarlo, el hecho de recibir un mayor rendimiento por dejar los recursos en el banco desmotiva las inversiones generadoras de empleo.
La inversión, pública y privada, junto con el consumo de las personas, el gasto de gobierno y las exportaciones netas, son las variables que generan crecimiento económico. En términos generales y todo lo demás constante, cuando suben las tasas de interés cae la inversión y la economía se contrae, algo no muy bueno cuando tuvimos un año previo con crecimiento negativo de casi dos dígitos.
Aquí surgen dos reflexiones importantes. La primera es que no debemos dejarle toda la responsabilidad de controlar la inflación a Banco de México. La competencia siempre es sana y obliga a reducciones en los precios. Por eso es importante que las energías renovables sigan generándose, que se sigan comercializando diferentes marcas de gasolinas y que se destinen más apoyos al campo. Con eso se podrá quitar presión al incremento de los precios en los energéticos y en los alimentos.
La segunda es que el control de la inflación no debe ser la única responsabilidad de Banxico. Hay otros objetivos, como el crecimiento y el empleo, igual de importantes.
El incremento en la tasa es a penas un cuarto de punto porcentual, quizá no sea tan significante aún. Pero preocupa el mensaje enviado y el cambio en la tendencia.