Órale Politics! – La creatividad policiaca en México

 

 

Por Gustavo Cano

Entre 1951 y 1969, hubo un programa de radio muy popular, de lunes a viernes en la Ciudad de México, que se llamaba “La policía siempre vigila”. Entre otras cosas, la idea de este popular programa era acrecentar y consolidar la confianza de la ciudadanía en la policía. En cada capítulo de 15 minutos, basado en la vida real, se planteaba un problema que requería la intervención policiaca y al final del programa el bien siempre triunfaba sobre el mal.

Ya para 1969, la policía capitalina era lo suficientemente corrupta como para que el capitalino promedio llegase a creer en las historias de los tiempos de cuando amarraban a los perros con longaniza. Posteriormente, en los 70s del siglo pasado, Los Polivoces hicieron una divertida parodia al respecto, misma que titularon “La policía siempre en vigilia”, haciendo referencia al salario tan bajo que ganaban los policías de la época que, por  lo mismo, siempre andaban en vigilia. La corrupción policiaca en México seguía en aumento, sobre todo en los centros urbanos.

En junio del 2014 escribí una breve pieza titulada: “Modus Operandi: The Mexican Police´s Rampant Mess” (https://www.academia.edu/12819990/MODUS_OPERANDI_The_Mexican_Police_s_Rampant_Mess). Ahí especifico en qué sentido la corrupción policiaca se consolida en la cotidianeidad contemporánea del ser institucional.

Ahí también menciono que todo empeora cuando al presidente Felipe se le ocurre echar a andar la guerra contra las drogas. El tiempo me dio la razón: el presidente basó su guerra en hombres que actualmente están detenidos y acusados en los Estados Unidos por haber estado en la nómina del cártel de Sinaloa durante su sexenio.

En Modus Operandi expongo que los tres niveles de la policía mexicana ya estaban trabajando para los patrones en la mayor parte del territorio nacional. Ya sea a nivel local, estatal o federal, la policía mexicana ya era parte de toda una dinámica corrupta e impune que le entraba sin empacho alguno a fechorías tales como extorsión, obstrucción de la justicia, invención de delitos, sobornos, secuestros, robos, crímenes comerciales, asesinatos, desapariciones forzadas, tráfico de drogas, fraudes, violaciones, feminicidios… En esencia, una buena parte de las policías mexicanas ya estaban controladas por diferentes facciones del crimen organizado. Con o sin el Chapo en una cárcel de máxima seguridad gringa, el negocio no se detuvo, al contrario, se iba incrementando con una celeridad espantosa.

Yo no dudo ni tantito que existan policías dignos y cero corruptos en México, pero desgraciadamente son los menos, por decir lo más. Durante las campañas electorales recientes se les mencionó y hasta invocó para decir que su número había aumentado, pero no mencionaron que los resultados del incremento dejaron mucho que desear. Muchos candidatos prometieron más policías, sin saber (o a sabiendas) que eso nada más beneficia a los patrones, ya que pone a sus órdenes un mayor número de elementos.

Las cosas hoy han empeorado, a comparación de 1951, 1969, los 70s o el 2014. Y de manera muy creativa, he de señalar.

Primero, se tiene una participación muy activa del poder judicial en todo el proceso de corrupción e impunidad. Muchos policías se preguntan, con justa razón, ¿de qué sirve arriesgar mi vida en operativos peligrosos para que un juez libere a los detenidos en cuestión de días o de horas? También afirman que cuando salen los detenidos, lo primero que buscan es vengarse de los policías que los detuvieron. Se van contra ellos o, lo que es peor, contra sus familias… al cabo que es bien fácil conseguir en este sistema corrupto el domicilio de cualquier policía.

Segundo, ¿de qué carajo sirve poner las fotos de los buscados por la justicia en los noticieros televisivos o en los posters de papel o en línea, si tienen los ojos tapados por una cintilla negra? Y luego los posters indican que si los has visto, pues que los denuncies por favor. Bueno… ¿pero es éste un país de puro imbécil o qué? Lo mismo para las super fotos, en los periódicos de papel o digitales, con los 20 ó 30 detenidos acusados de barbaridad y media asociada por el crimen organizado, con “su nombre” al pie de la foto: Juan “N”, Chucho “N”, Lelo “N”, Lela “N”, Lele “N”… ¿A quién le consta que todos estos cuates no son puestos en libertad por la policía corrupta después de la foto para que sigan a la orden de los patrones?

En cualquier país, en cualquier época, lo peor que le puede suceder a un malandrín es que su foto aparezca en los diarios, ya que es fácilmente identificable por el resto de la población cuando ande en la calle pensando en hacer su próxima fechoría. Yo entiendo que de esa misma manera se pueden violar los derechos humanos de los inocentes que fueron atrapados por una policía y jueces corruptos, pero de eso a pedirte que identifiques y denuncies una cara que nomás no hay por dónde verla… es una burla. ¿Por qué a nadie se la ha ocurrido consultar lo que hacen otros países al respecto? Porque yo no veo que en Europa, Asia o los Estados Unidos actúen de manera tan… pero tan… idiosincrática al respecto.

Lo anterior me recuerda que aquél anda diciendo que todo mundo debe proporcionar sus datos biométricos para obtener una triste línea telefónica “para proteger al pueblo bueno y acabar con las extorsiones telefónicas”. Cuando aparentemente lo más sencillo es controlar con mano férrea los centros penitenciarios del país y no permitir que salga una sola llamada extorsionadora de ellos. No, mejor obligamos a todos que pasen sus datos biométricos en uno de los países más corruptos del planeta para controlar algo que de todas maneras no vamos a controlar porque no es la forma de controlarlo.

Finalmente, tenemos los modelos importados y perfeccionados. De Colombia se importa el ineficiente y corrupto modelo del falso positivo, versión Light 1.1, mismo que consiste en dar recompensas monetarias a los policías por cumplir con una cuota de detenidos al mes, para cierto tipo de delitos. Entonces, ciertos días de la semana, durante horas, la policía se la pasa levantando parroquianos del pueblo bueno, principalmente los no aspiracionistas y cero fifís. Los, las, les sube a los transportes oficiales y los agrupan y les dicen: “Tú y tú tomas cerveza, tú y tú tequila y tú una línea de coca…” Luego se los llevan a los separos y les piden que se declaren culpables de delitos relativamente menores, para después pedirles a los familiares de los detenidos entre $500 y $1000 para liberarlos sin registro alguno de su acusación.

Si no se auto incriminan, los detenidos corren el riesgo de ser acusado de delitos mayores, como distribución de cocaína, por ejemplo. De todas formas, lo que tuviesen en la cartera los detenidos, simple y sencillamente se lo roban los policías. Aparentemente, en ocasiones especiales, sobre todo cuando los altos mandos están muy involucrados y cumplen años ellos o sus amantes, las acusaciones son mayores y las cuotas de liberación giran alrededor de $5000-$15000. Todo esto llega a suceder principalmente en los centros urbanos del país.

La policía mexicana ha sido muy creativa y ha hecho de todo en los últimos 70 años, pero no ha hecho lo necesario para ganarse la confianza del pueblo bueno. Ahora es difícil confiar en cualquier policía por grande o pequeña que sea la necesidad. Progresivamente, la confianza del pueblo bueno en las diferentes corporaciones se ha ido erosionando o de plano ya se desmoronó en diferentes regiones de México. Este país ha quedado a la buena de dios en materia de seguridad ciudadana o, como dice mi padre, “que dios nos agarre confesados” a este respecto.

 

 

 

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