Hace 2.500 años, una obra atribuida a Hipócrates se publicaba bajo un título que hoy nos resulta muy familiar: “Epidemia”. En ella, el padre de la Medicina repasaba distintas enfermedades que aquejaban a la gente en diferentes épocas del año.
Al cambiar el significado de un término que anteriormente se utilizaba para designar a aquel que está en su país, Hipócrates y la tos de Perinto nos dejaron el primer legado de una epidemia.
Más de dos milenios después, aún no sabemos cómo será la “nueva normalidad” después de la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la COVID-19. Pero nos dejará marcados al igual que otras epidemias históricas.
La desastrosa pandemia mundial conocida por muchos como la gripe española de 1918, no pudo haber llegado en peor momento a México. El país, para ese momento llevaba ocho años en su lucha revolucionaria, en un conflicto que cobró la vida de más de un millón de ciudadanos.
“Junto con la exposición, el hambre y una gran cantidad de otras dolencias durante la guerra, la gripe de 1918 se ubicó como una de las principales causas de muerte en la Revolución, superando con creces las bajas en combate”, reza el estudio publicado de Ryan M. Alexander.
“Nadie habló claro de la pandemia de 1918, porque las muertes se usaron para fortalecer el mito de la Revolución. Lamentablemente, estamos por cometer un error similar, mientras tanto el gobierno como la oposición usan la mortalidad como cifra e instrumento de cantidad, en vez de atender la emergencia como país”, Fernando Dworak.
Dworak comentó que mientras revisaba los mismos documentos, entre 1910 y 1920 sí hubo un millón de personas menos en el país, pero la gran mayoría, más de 500 mil, fue a causa de la pandemia de la gripe española.
Hoy en cambio con una población de 7,000 millones de habitantes sumamos a la fecha 2.29 millones de defunciones.
Así como a finales de febrero de 2020 el virus llegó México desde internacional al AICM, en el cuerpo de un ejecutivo que estuvo en Asia, en 1918 la gripe española llegó en el cuerpo de quienes venían desde La Habana y Nueva York al puerto de Veracruz.
Rápidamente llegó a la Ciudad de México donde se concentró la mayoría de los contagios y defunciones, una capital que tenía una población de 906,063 personas.
En el reporte “Patrones de mortalidad asociados con la pandemia de influenza de 1918 en México“, se analizo que al final de la anterior epidemia de la gripe H1N1, un estimado del 0.7% de la población (6,342 personas), falleció a causa de este virus y de enfermedades pulmonares en la Ciudad de México.
Los datos actualmente de la población son 9.2 millones de habitantes y 29,915 defunciones hasta el 4 de febrero, el porcentaje de mortalidad de la pandemia de Covid-19 hoy es menor: 0,32% de la población.
Aunque seguimos en pandemia, en semáforos rojos y en picos de contagio que no han logrado disminuir. También ahora hay más datos que permiten confirmar que el exceso de mortalidad en la capital es de 97%, no solo de personas que murieron a causa del virus o por falta de atención a otros problemas de salud debido a la saturación del sistema de salud.
Muchas de nuestras medidas contra la actual pandemia son lecciones aprendidas de las epidemias pasadas. Pero hemos constatado que nuestra prevención aún es insuficiente. Y que, por desgracia, el significado de la “nueva normalidad”, es una forma de llamar a la reactivación de las actividades económicas y sociales después que pasa el pico más alto de la pandemia.
“Estamos entrando en una fase totalmente nueva de epidemias de alto impacto… Esta es una nueva normalidad, no espero que la frecuencia de estos eventos se reduzca”, Michael Ryan, director ejecutivo del programa de emergencias de la Organización Mundial de la Salud
Y es aquí cuando nos preguntamos ¿Qué más esperamos que pase?, ¿Cuántas personas más tienen que morir para tener un cambio como humanidad?