Agosto 30: XXII domindo ordinario (Ciclo A)

Primera lectura: Jeremías 20, 7-9; Salmo: 62; Segunda lectura: Romanos 12, 1-2; Evangelio: san Mateo 16, 21-27
Sacerdote Daniel Valdez García

La importante responsabilidad de Formar la Conciencia Recta y Fortalecer la Voluntad es ineludible y más ante los desafíos presentes que con eufemismos disfrazan las intenciones de la contracultura de la muerte llamando interrupción al aborto, que siempre será delito y pecado, aunque se despenalice; y lo justifican más por una falsa compasión de no traer niños al mundo a sufrir.

También estoy aportando breves datos históricos que ayuden a ubicar mejor la época en que Jesús desempeño su ministerio.
Existen diversas posturas en relación a quién tuvo la responsabilidad de procesar, condenar y ejecutar a Jesús en función de que quienes las traten sean judíos o cristianos. Para nosotros lo importante son los evangelios, pero también existen otras fuentes literarias paralelas, de naturaleza religiosa o profana, que permiten un contraste con las informaciones aportadas por las fuentes propiamente cristianas. Una de las más importantes es la obra de Flavio Josefo, en especial, su “Antigüedades judaicas.” Existen menciones en el Talmud hebreo. Y, además, existen citas puntuales en alguna obra de época más o menos cercana: Tácito, Suetonio, Plinio el Joven, Luciano de Samosata, etc… Todas estas informaciones se complementan con otras fuentes literarias válidas para situarnos en el lugar y en la época, tal cosa ocurre con Filón de Alejandría, los hallazgos arqueológicos que van a apareciendo, aquí y allá, y que consisten, incluso, en descubrimientos de inscripciones epigráficas y, sobre todo, de documentación papirológica, como los más recientes descubrimiento de los papiros del Mar Muerto.

Nos concentramos en la lecturas de este días. El profeta Jeremías es tipo e imagen de Jesús con sus angustias y sufrimientos, constituye un anuncio de la Pasión de Jesucristo. San Pablo en el pasaje de hoy, asegura que toda la vida del cristiano es la entrega total a Dios como un sacrificio, glorificando su nombre en todas nuestras actividades, o sea es un todo. Y el pasaje del evangelio, en continuidad con el de la semana pasada, Jesús anuncia la proximidad de su pasión y muerte, y declara a sus discípulos, que si quieren seguirlo, tendrán que cargar, ellos también su propia cruz.

Nos acercamos a hora al contexto del pasaje del evangelio de hoy

Después de la escena impactante y vibrante de intimidad, donde Simón Pedro reconoció a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios vivo, primera confesión de la encarnación del Hijo de Dios; y luego que Jesús declara que Simón es Pedro, es decir, la roca sobre la que edificará su Iglesia, contra la que no prevalecerán las puertas del infierno; hoy continúa un episodio dramático donde Jesús anuncia por primera vez su pasión, muerte y resurrección.
¡Qué cambio tan drástico! pues le acababa de bendecir porque su confesión de fe no se la había revelado ningún hombre, sino su Padre del cielo. Y lo acababa de llamar “Pedro”, es decir, la roca firme sobre la que edificaría su Iglesia, ¿cómo es que ahora le manda ponerse detrás de él?, porque realmente el texto en griego dice eso: «ponte detrá de mí», que significa no seas piedra de tropiezo, como cuando se usaba la fórmula “vade retro Satanás”, que significa “apartate, ve atrás”. Pedro sin duda ama profundamente a Jesús, pero resulta que de las personas más cercanas y queridas nos puede venir la tentación. Jesús como hombre, tenía miedo de su destino de muerte y sobre todo de una muerte tan dolorosa y vergonzosa, pero como Hijo obediente del Padre no quiere que nada ni nadie se interponga en su santo propósito de dar su vida para redimirnos.

Fijémonos bien en el cambio de las dos escenas y en el motivo de reproche de Jesús. En la primera le había dicho: «esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre del cielo»; y en la segunda en cambio le reprocha: «Tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres». Y tú, ¿piensas como Dios o piensas como los hombres? Seguramente responderás que eres humano y que no puedes pensar más que como todos los hombres. Pero la verdad es que sí puedes pensar como Dios, como nuestro Padre que te creó a su imagen y semejanza, soplando para ti el aliento de su Espíritu. Y más aún, puedes pensar al modo de Dios siendo bautizado y habiendo recibido al Espíritu Santo en tu confirmación. Esto es como cuando se discutía para la postulación de santa Teresita del Niño Jesús para doctora de la Iglesia, había teólogos que discutían porque ella afirmaba que “amaba con amor infinito” y que eso era exclusivo de Dios. El Papa san Juan Pablo II resolvió la dicrepancia diciendo: “Si estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, y Jesús pidió amarnos como él nos ha amado, entonces el ser humano puede amar como Dios ama, con un amor infinito”.

El pensamiento predominante es el del éxito, entendiendo como ser exitosos la conquista del dinero, del placer, de la fama o del poder. El pensamiento ético se identifica con el pensamiento de Dios y es el que orienta y pone algunos frenos a esa búsqueda desmedidad del éxito. Un hombre dedicado a la política puede y debe buscar ser exitoso sin aceptar la corrupción en modo alguno. Otro en su negocio o en su trabajo puede y debe buscar el crecimiento económico, sin aceptar los caminos chuecos o perjudicar a los demás, y más que crecimiento ha de buscar el desarrollo. La vida ofrece placeres sanos y honestos que podemos aspirar sin ofender a Dios ni a nuestro prójimo, y sin dañarnos a nosotros mismos, y eso implica muchas veces cargar con la propia cruz para seguir a Jesús.

Amén, amén, Santísima Trinidad.

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