La revancha es una estrategia que no siempre paga buenos dividendos, y deja un desgaste que pocas veces puede zanjarse, es decir al utilizar la revancha como estrategia, es muy poco probable que se pueda generar una salida negociada a cualquier conflicto.
Y esto lo acabamos de vivir en días pasados cuando a nivel nacional vimos como el escandalo escaló a niveles donde la imagen presidencial fue socavada en el punto toral donde el Presidente López Obrador ha sentado gran parte de su discurso y credibilidad; su honestidad.
Es innegable que el video donde se evidencia la entrega de dinero a su hermano y a uno de sus principales colaboradores, calo hondo en la honestidad presidencial y su frontal combate a la corrupción, con este video se mancho la divisa lopezobradoriana por excelencia y perdió foco el Caso Lozoya quien escudado en un criterio de oportunidad bailará al son que le toquen y declarará según el guion de la Fiscalía, aún en contra de documentos que el mismo emitió o en contra de sus propias declaraciones.
Pero al estar también en el foco el tema de un supuesto financiamiento ilícito a favor del movimiento que llevó a la presidencia a nuestro actual Presidente, pues debía salir a la luz un nuevo distractor, que será solo eso un distractor ya que ahora la narrativa presidencial ya no apunta a Lozoya sino a consultar a la ciudadanía el enjuiciar o no, a los ex presidentes de la República.
Y esa ocurrencia presidencial, es eso una cortina de humo que sirve de distractor porque no puede consultarse sobre el enjuiciar a los expresidentes ya que es un precepto prohibido por el articulo 35 de nuestra Constitución, que es el que establece los objetos materia de toda consulta, pero aquí lo importante es entender como ya lo hemos señalado antes, la manera en que se ha utilizado la distracción como una política pública, para no ver ni las cifras de contagios ni los miles de muertos por COVID, ni tampoco la histórica caída de la economía mexicana ni la baja descomunal en la producción petrolera o muchos otros temas más que deberían ocupar la agenda nacional y no los distractores que se dictan desde temprano todos los días.
Hemos visto que el Presidente pocas veces se arredra y por el contrario dobla apuestas y parece que el golpe mediático del ahora hermano non grato, si bien incomodó a López Obrador, también fue el impulso para poner en el foco un tema diferente con olor de bateador emergente, hablando en la jerga beisbolera que tanto le gusta al titular del Ejecutivo Federal. Pero le alcanzará esto para borrar la imagen y el dialogo entre Pío y David León, habrá más videos y se escalará el conflicto, habrá tregua o se vienen más escándalos. La mayoría legislativa está en juego y en juego está también la viabilidad de la transformación emprendida este sexenio. Pero ante oposiciones tan desdibujadas el poder de los medios tiene una gran fuerza, nunca como ahora el Homo videns de Sartori cobra vigencia plena.
El punto fino es: Hasta cuando permitiremos que los distractores ocupen la agenda nacional, y hasta cuando los temas que realmente importan ocuparán el lugar de preminencia que ameritan.