Según el Programa Mundial de Alimentos, alrededor de 135 millones de personas padecen hambre severa, debido principalmente a los conflictos causados por los seres humanos, el cambio climático y las recesiones económicas. La pandemia de COVID-19 podría duplicar ahora esa cifra y sumar unos 130 millones de personas más que estarían en riesgo de padecer hambre severa a finales de 2020. (ONU-ODS-A2030, 2020)
Para conseguir el ODS 2 “Hambre Cero” resulta indispensable que los Estados comprometidos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible aseguren entre otras cosas la seguridad alimentaria o, dicho de otra manera: que haya alimentos para todos y que estos alimentos se repartan de la mejor manera abarcando el mayor número de personas posible.
Ante la crisis económica y de salud por la que pasa el mundo, los gobiernos han tomado algunas decisiones para paliar la pérdida del dinamismo comercial y su consecuente impacto en los productores, particularmente para los pequeños productores agroalimentarios.
La Organización para la Alimentación y la Agricultura ha sugerido a los Países lo siguiente:
- Satisfacer las necesidades alimentarias inmediatas de sus poblaciones vulnerables.
- Estimular los programas de protección social.
- Mantener el comercio mundial de alimentos.
- Mantener en funcionamiento los engranajes de las cadenas de suministro nacionales.
- Apoyar la capacidad de los pequeños productores para aumentar la producción de alimentos.
Me parece relevante el último punto de las sugerencias hechas por la FAO; hoy más que nunca debemos reconocer el trabajo de los pequeños productores agroalimentarios que son fuente de tremenda riqueza para el desarrollo humano. Siempre me he preguntado ¿Qué es más importante para sobrevivir: poseer un celular o tener un plato de arroz en la mesa? La respuesta es evidente, pero, por otro lado, si lo importante son los alimentos ¿por qué gana más la directora de una empresa de softwares o una abogada, que una agricultora?
Hemos modificado, por no decir, pervertido, nuestros hábitos y nuestras prioridades para el desarrollo humano que hoy en día con la pandemia, nos pasan factura a nuestra comunidad global. Pero también estamos frente a una oportunidad de oro para reformular nuestras prioridades y la dinámica del comercio para devolver a la tierra, y a la gente que la trabaja, el lugar que se merecen: el centro de la vida.
500 millones de pequeñas granjas en todo el mundo, la mayoría aún con producción de secano, proporcionan hasta el 80 por ciento de los alimentos que se consumen en gran parte del mundo en desarrollo. Invertir en pequeños agricultores hombres y mujeres es una forma importante de aumentar la seguridad alimentaria y la nutrición para los más pobres, así como la producción de alimentos para los mercados locales y mundiales. (ONU-ODS-A2030, 2020)
En algunas teorías sobre desarrollo de los años 90 ya se hablaba de volver a lo básico y a lo “natural”, tendencia que se viene dando sobre todo con los alimentos llamados orgánicos o por ejemplo en el concepto de comercio justo. Pero, por otro lado, a propósito del ODS 2 de la Agenda 2030, esta vuelta a lo básico puede resultar no solo beneficiosa para el mercado internacional agroalimentario sino también para asegurar los alimentos a un número importante de personas en el mundo y sobre todo que esta transformación traiga como consecuencia mejores y más desarrolladas personas.
Las políticas públicas para conseguir esto, deberán estar encaminadas en la promoción de la vuelta a la tierra, dotando de modos y medios de producción, además de asegurar que las poblaciones rurales tengan acceso a los mismos servicios públicos y privados que las de las grandes urbes. Todo un reto pero que seguro merecerá la pena.