Ser candidato independiente es un derecho político e incluso humano. En México, esta figura es una consecuencia de la decepción por la partidocracia, pero más allá de eso en las democracias avanzadas es un mecanismo natural para resolver problemas de representación política y fomentar la participación ciudadana.
El problema actual es que el tema no está en la agenda de nadie en el Congreso y menos en las oficinas de los partidos, finalmente las instancias capaces de hacer las reformas necesarias para perfeccionar y ampliar la posibilidad de que un ciudadano independiente, preparado, con arraigo pero sin membresía política, pueda aspirar a un cargo de elección popular legislativo o gubernamental.
Los jóvenes tienen y necesitan otra visión. Para ellos, la gobernabilidad no es suficiente, hay que llegar a la gobernanza. Los esquemas verticales son cosa del pasado, las estructuras actuales apuestan por la horizontalidad basada en la colaboración, la comunicación y el trabajo en equipo. Hacen falta reglas participativas más viables. El sistema político necesita actualizarse y renovarse.
Con todo y las grandes desventajas en la competencia electoral que padecen actualmente los candidatos independientes, hay quienes han obtenido triunfos significativos. Hasta ahora México no ha tenido un presidente sin signo político, pero sí gobernantes locales y legisladores. ¿A qué le teme la partidocracia?
La posibilidad legal de las candidaturas independientes existe desde apenas 2012 en la Constitución y la Reforma Electoral de 2014 estableció la normativa para hacerlas realidad, pero en la práctica hay mucho que hacer en lo referente a los requisitos para obtener el registro ante la autoridad electoral y más aún en el acceso a las prerrogativas de financiamiento y acceso a los medios que sí tienen los partidos políticos, que suelen inundarnos con propaganda, acusaciones y pocas ideas en épocas de campaña. Sólo en este 2020, los partidos se habrán repartido una bolsa de cinco mil 239 millones de pesos, que se suman a los 11 mil 421 millones que tiene el INE de presupuesto.
¿Qué tanto se involucran los ciudadanos de a pie en la creación de partidos nuevos? Bueno, detrás de los cuatro que podrían obtener registro este año, hay personajes que han tenido papeles protagónicos en otros y en la vida pública del país. Se trata en realidad de una forma de reciclaje político. La experiencia de las décadas recientes documenta que la mayoría terminan siendo negocios millonarios al amparo de nuestros impuestos.
Los partidos más clásicos y longevos también enfrentan crisis severas. El actualmente mayoritario está inmerso en una disputa por su control y los de oposición permanecen agazapados, en el desprestigio y el descrédito, sin propuestas claras y específicas. El Barómetro Global de la Corrupción más reciente muestra una mejoría sustancial en la percepción que tenemos sobre ese mal, pero también revela en quienes confiamos menos: policías, jueces, y sí, partidos políticos.
México requiere muchos más cambios. La visión fresca de candidaturas jóvenes e independientes tiene que ser parte de la evolución.