Las cosas se salen de control a veces; lo que empieza como una posición para un discurso, se vuelve la base de una campaña, luego se transforma en ideología y finalmente, en una acción de gobierno, que en ocasiones se puede volver un gran caos global. Y esto viene al caso porque Donald Trump hizo válidos los aranceles contra México, Canadá y China que provocaron una retaliación por parte de los agredidos y en la misma semana los quitó, tras una llamada con nuestra Presidenta, la Dra. Claudia Sheinbaum.
Los aranceles eran insostenibles, ya que representan un suicidio económico para Estados Unidos y la semilla de una crisis global. Las consecuencias pudieron ser catastróficas: una guerra comercial, de la cual Estados Unidos no tiene posibilidad de ganar; una mano de obra cara, sin cultura del trabajo y de bajo rendimiento; y un declive sin precedentes de la productividad norteamericana. Las empresas automotrices no se posicionaron en México y en Canadá por gusto, lo hicieron porque era la única forma de medianamente competir frente a las empresas japonesas y coreanas.
Estos impuestos hubieran devastado el aparato productivo estadounidense, con un crecimiento en su inflación y las tasas de interés que colapsarían los mercados. La realidad es que si no se hubieran quitado, las mayores consecuencias habrían sido para el pueblo estadounidense.
Al final quedan varias lecciones: México es primero y así como piensan en su país, nosotros debemos pensar en el nuestro y en nuestros nacionales. La segunda es que de fondo no solo es una guerra comercial, se está construyendo la dictadura trumpiana, esto no es un proyecto de 4 años, es de más de 20; es el dominio de la oligarquía y la construcción de la nueva nobleza americana, encabezada por su familia como hijos y yernos, y Elon Musk. La tercera reflexión es que la normalidad como la conocemos se verá alterada, no hay forma de salir de esto igual que como entramos.
Hoy nuestro país es más respetado en el mundo y se le reconoce como potencia económica. Una lógica de colaboración y no de sumisión, como se había venido teniendo, puede ser positiva para nosotros. Hay que poner a México al frente y la única salida posible que queda, es la unidad, y quien hoy la representa es la Presidenta Claudia Sheinbaum, quien con prudencia, liderazgo y cabeza fría logró una negociación en el mejor interés de México.