EL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO

Jueves 8 de junio de 2023, ciclo A
Sacerdote Daniel Valdez García

1. san Juan (6,51-58):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.
Disputaban los judíos entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”
Entonces Jesús les dijo: “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de sus padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre”.

2. Propuesta de reflexión

Corpus Christi es la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Es una celebración para gozar de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, recordando que esta institución se fundó la noche del jueves santo, en la llamada última cena, donde Jesús convierte el pan y el vino en su propia carne y sangre. En diversas partes el mundo esta solemnidad se celebra con magnas procesiones, donde el sacerdote lleva al Santísimo por las calles para ser venerado por la feligresía.

Esta devoción al Santísimo Sacramento tiene su  origen especialmente en Bélgica por la religiosa santa Juliana de Mont Comillon, a quien conoció personalmente el Papa Urbano IV y en el año 1264 decreto que está solemnidad se celebrara el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad otorgando indulgencias a los que asistieran a misa.

En la encíclica “Laudato si” sobre el cuidado de la casa común, el Papa Francisco dedicó un párrafo hermoso e iluminador, sobre la Eucaristía. Helo aquí: “En la Eucaristía lo creado encuentra su mayor elevación. La gracia, que tiende a manifestarse de modo sensible, logra una expresión asombrosa cuando Dios mismo, hecho hombre, llega a hacerse comer por su criatura. El Señor, en el colmo del misterio de la Encarnación, quiso llegar a nuestra intimidad a través de un pedazo de materia. No desde arriba, sino desde adentro, para que en nuestro propio mundo pudiéramos encontrarlo a él. En la Eucaristía ya está realizada la plenitud, y es el centro vital del universo, el foco desbordante de amor y de vida inagotable. Unido al Hijo encarnado, presente en la Eucaristía, todo el cosmos da gracias a Dios. En efecto, la Eucaristía es de por sí un acto de amor cósmico: « ¡Sí, cósmico! Porque también cuando se celebra sobre el pequeño altar de una iglesia en el campo, la Eucaristía se celebra, en cierto sentido, sobre el altar del mundo». La Eucaristía une el cielo y la tierra, abraza y penetra todo lo creado. El mundo que salió de las manos de Dios vuelve a él en feliz y plena adoración. En el Pan eucarístico, «la creación está orientada hacia la divinización, hacia las santas bodas, hacia la unificación con el Creador mismo». Por eso, la Eucaristía es también fuente de luz y de motivación para nuestras preocupaciones por el ambiente, y nos orienta a ser custodios de todo lo creado.”(LS, 236).

Por último quiero decirles que se habla de la figuras o tipos de la Eucaristía que están en el Antiguo Testamento, el sacrificio de  Abel (Gn 4, 3-5); el sacrificio de Abrahán (Gn 22, 6-14); la oblación de Melquisedec (Gn 14, 18-24); el maná (Ex 16, 22); el sacrificio de la alianza (Hb 9, 1-22); la Pascua (Ex 12, 42; Lv 23, 5)); el cordero expiatorio (Lv 15, 16) y el pan ácimo (Dt 16, 3), de las cuales nos hablan las lecturas de hoy.

Yo propongo una sencilla reflexión a la luz del pan ácimo o sin levadura usado en la cena de la pascual judía, que es el mismo que usó Jesús y del cual dijo “esto es mi cuerpo” (1 Corintios 11, 24; Marcos 14, 22; Mateo 26, 26; Lucas 22, 19). La mayoría traduce del hebreo del libro del Exodo sobre el pan ácimo un plan plano no leudado llamado “Matzó o matzó”, cuando se trata de una hogaza de pan trenzado llamado חַלָּה, es decir, jalá. Esta palabra proviene de la raíz HLL (ח.ל.ל), que significa «hueco» o «perforado».

El pan fue tema central en muchas de las enseñanzas de Jesús de Nazaret. Se refirió a sí mismo como el «pan de vida» (Jn 6, 35) y también, sobre el pan, dijo «esto es mi cuerpo» (Marcos 14, 22). ¿Por qué? La respuesta está en la palabra hebrea jalá. El profeta Isaías usó esta misma palabra cuando dijo que el Mesías crucificado sería «perforado por nuestros pecados» (Is 53, 5). En el hebreo original la palabra para perforado es mejolal, מְחֹלָל, muy similar a la palabra jalá.

Durante la Última Cena, Jesús comparó su cuerpo con el pan porque, así como la jalá, Él también sería «perforado» en la cruz. Y así lo dice a Tomás tras resucitar: “Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado…”

Jesús y el pan ácimo tiene en común ser perforados, agujerados o traspasados. Cada vez que celebramos la Eucaristía Jesús actualiza lo que en la cruz realizo y en la última cena adelantó. El fue traspasado por nuestros pecados, el pan que comemos es su cuerpo traspasado por nuestros pecados, por eso su carne es comida y su sangre bebida de salvación.

Adoramos su presencia eucarística y comemos su Carne, inmolada por nosotros, somos fortalecidos; cuando bebemos su Sangre, derramada por nosotros, somos purificados (Prefacio de la Santísima Eucaristía I).

Amén, amén, Santísima Trinidad.