Por Enrique Martínez y Morales
El peso mexicano sigue manteniéndose fuerte con respecto al dólar, incluso algunos días ha amanecido por debajo de las 18 unidades. Los motivos son multifactoriales, pero al final de cuentas el precio de una moneda, como de todos los bienes y servicios en una economía, obedece a una razón de oferta y demanda.
Pero ¿por qué los mercados internacionales estarían demandando más pesos que dólares? La primera y más evidente razón es el diferencial en la tasa de interés real entre México y Estados Unidos. Con un tipo de interés de dos dígitos y una inflación aunque alta ya prácticamente controlada, muchos inversionistas buscan el mayor rendimiento que actualmente ofrecen las inversiones en pesos.
El problema de mantener altas las tasas de interés es que el dinero se queda dormido en las cuentas bancarias y en las posiciones en bolsa. Pocos, en su sano juicio, querrán emprender un negocio con los altos riesgos que esto conlleva cuando pueden tener la misma rentabilidad sin hacer nada.
Lo mismo sucederá para aquellos que no cuenten con los recursos, pero tengan la iniciativa de crear su propia empresa. Los rendimientos que obtengan en el corto plazo deberán ser superiores a los intereses que tendrán que pagar por su crédito más el abono al capital, lo cual no es sencillo.
Muchas transacciones de compraventa de bienes y servicios se realizan a crédito, principalmente mediante tarjetas bancarias. Cuando las tasas de interés se elevan, la gente tiene que pagar más por consumir.
A mayores tasas de interés, menos inversión productiva, menos consumo y menor creación de empleos.
Un bien escaso vale más que uno en exceso. Y eso también les ha pasado a los dólares en México. Dos actividades al alza han traído a nuestro país una cantidad superior de billetes verdes: las exportaciones y las remesas.
Las primeras obedecen al fenómeno de “nearshoring” que se visualiza principalmente en el norte del país. El T-MEC es la causa principal, y ahora la guerra comercial entre China y Estados Unidos ha abierto una ventana de oportunidad que nuestro país aún no ha capitalizado del todo.
Las segundas provienen del éxito económico de nuestro vecino del norte, que ha venido absorbiendo cada vez más nuestra mano de obra ociosa.
Los exportadores, que cobran en dólares, reciben menos pesos por sus ventas. Lo mismo las familias más pobres del país, que son las receptoras de las remesas.
El objetivo no es tener un peso fuerte. Como vemos, eso es coyuntural y a veces genera más mal que bien. El objetivo debiera ser tener una economía fuerte, esas de alto crecimiento sostenido y con mucho empleo durante muchos años.