Por: Demetrio Sodi
Hay un dicho sobre la corrupción que desgraciadamente es cierto, “La vergüenza pasa y la fortuna queda en casa”.
La corrupción nunca se ha perseguido en nuestro país y los corruptos se han quedado con el dinero y han sido aceptados sin ningún rechazo por familiares, amigos y conocidos. No importa cómo hayan hecho el dinero, si lo tienen, son admirados y bien recibidos.
El primer freno para no caer en la corrupción debería ser la ética personal que adquiere uno a través del ejemplo familiar y la escuela, desgraciadamente esto no sucede en todos los casos. Entre la gente pobre la corrupción o el robo son aceptados por necesidad y entre la rica para mantener o ascender en su estatus social.
La corrupción se da tanto en el sector privado como en el público, sin embargo, mientras en el primer caso es un asunto que afecta a particulares, en el público, quitarle recursos al gobierno en un país con tanta pobreza, es robarle a los más pobres.
El segundo freno para combatir la corrupción es acabando con la impunidad y haciendo que los corruptos no sólo devuelvan lo robado, sino que acaben en la cárcel. Esto no se ha dado en México y los corruptos andan por la calle como cualquier ciudadano común y corriente.
En el sexenio actual el presidente López Obrador habla todos los días de la gran corrupción que había en el pasado, pero en los tres años que lleva en el gobierno son rarísimos los casos en que un exfuncionario haya sido acusado y acabado en la cárcel.
El tercer freno a la corrupción debería ser el rechazo social, pero en nuestro país si no hay condena legal, menos hay condena social. Los corruptos no sólo no son rechazados, sino que son admirados por su dinero y audacia.
La revolución les “hizo justicia” a la gran mayoría de los generales y como necesitaban legitimidad social, decidieron acercarse a las clases altas que se habían empobrecido, creándose una asociación en la que ambos salían beneficiados. En la cultura priista la corrupción era aceptada, siempre y cuando no hubiera abusos, ya que todos eran beneficiarios de ella. Muchas de las grandes fortunas en nuestro país se han hecho a través de la asociación entre el sector público y el privado, por lo que la corrupción era aceptada por todos.
Con Miguel de la Madrid se dio el primer paso para la “renovación moral de la sociedad” a través de la declaración patrimonial y los concursos para obras y contratos, sin embargo, los funcionarios se las ingeniaron para darle la vuelta y el gobierno nunca persiguió a nadie por enriquecimiento inexplicable.
La corrupción es seguramente uno de los principales males del gobierno y la falta de acciones en su contra provocó que llegara a niveles extremos en el sexenio de Peña Nieto.
Hoy seguramente va a pasar los mismo, no basta la buena voluntad del presidente López Obrador para acabar con la corrupción, si no hay una cruzada en serio para acabar con la impunidad encarcelando a los corruptos, estos seguirán siendo “gente decente”.
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- Artículo publicado originalmente en El Economista