Red Pública-¿Qué falla en la oposición?

 

Edgar Mereles Ortiz.

 

“Antes tomábamos las calles,

ahora tomamos los celulares.”

Hermenegildo García.

 

Hace aproximadamente seis años leí los textos del politólogo argentino, Norbert Lechner de una Conferencia Magistral que brindó en el Instituto Federal Electoral en el año de 1995, titulada “Cultura política y Gobernabilidad democrática.” Cuando ocupaba la presidencia del Instituto de Capacitación y Desarrollo Político en la Ciudad de México, llegó a mi escritorio un libro titulado “Fuego y Cenizas” de Michell Ignatieff, político canadiense. Era marzo del 2013 mis análisis del gobierno de Felipe Calderón me hacían comprender que la llegada de Enrique Peña Nieto a la presidencia y el obvio regreso del PRI a los Pinos no significaba su permanencia.

¿A qué le atribuía el riesgo de que en el dos mil dieciocho el Institucional perdiera el poder? A que los problemas nacionales de pobreza, delincuencia, violencia eran tan profundos y arraigados en la sociedad mexicana que en seis años seria imposible poder resolverlos. Nunca me imaginé que la mediocridad y corrupción gubernamental y la simulacion partidista, serian la tormenta perfecta para que el PRI tuviera la derrota electoral mas grave en su historia.

Volviendo a las lecturas, en esos días de arranque de mi responsabilidad en el área de capacitación, entendí que teníamos que innovar y reinventar las formas de hacer politica en el partido y ante la ciudadanía. Estos textos han sido de mayor influencia sobre mi visión de los paradigmas a los que se enfrenta la clase política y seguramente una guía mas sobre la forma de hacer politica en nuestro país.

Lechner estudia las nuevas formas de comunicación, gestión, liderazgo e influencia que los ciudadanos tienen para el logro de sus trámites o gestiones ante el gobierno sin necesidad de apersonarse o solicitar a un partido o político que lo atienda o resuelva. La inmensa mayoría de las personas, por ejemplo, con el teléfono celular en la mano, podemos ser gestores de la banqueta destrozada, la fuga de agua, el árbol sin podar, la calle sin alumbrado o el animal maltratado. Para la mayoría de los políticos las redes sociales se convirtieron en una ventana que exhibía sus debilidades o los hacia vulnerables ante la opinión pública.

Ignatieff, es un politólogo canadiense que comparte catedra en la Universidad de Harvard, pero por un tiempo se dedicó a hacer campaña para la primera magistratura en Canadá. El libro es una fascinante narración de cómo el politólogo convertido en político descubre las fortalezas y capacidades que se deben de tener a la hora de hacer una campaña para ganar la elección a un cargo de representación popular. El autor habla del choque que vivió cuando desde la catedra despreciaba a la clase política y desde la campaña aprendió a respetarla y admirarla por sus cualidades comunicacionales, gestión de problemas, elecciones racionales y toma de decisiones que muchas veces pasan en cuestión de minutos de un tema a otro.

Esta larga introducción, se debe, a que en estos tres años he visto con frustración y decepción, el mediocre desempeño de una clase politica desde la oposición sin sentido, armonización de propósitos, acompañamiento legislativo sólido y de larga duración y lo que es peor, la existencia de direcciones partidistas que se creen en liderazgos faraónicos o como entes de poderes sobre humanos para la solución de los grandes problemas.

México necesita de una oposición, una; no dos ni tres o más, sino de una que, sin importar los orígenes y las posiciones geométricas. tengan claros los objetivos para 1. Hacer valer el modelo constitucional vigente, 2. Fortalecer el estado de derecho y la cultura de la legalidad. 3. Pasar de la larga, larguísima transición democrática y darla por terminada, para entrar a la anhelada transición a la modernidad que exigue este siglo. 4. Tener una vocación y calidad democráticas que se traduzcan en innovación en la gestión de las políticas públicas y en la reinvención del modelo de la administración pública en los tres niveles de gobierno.

Los problemas gravísimos de seguridad, desempleo, salud, educación, movilidad, etcétera, nos serán resueltos, en tanto no tengamos políticos que tomen decisiones sin pensar en los resultados electorales y en la popularidad de los personajes. Nuestro problema es que la toma de decisiones estratégicas y fundamentales en economía, gobierno y desarrollo social pasan por encuestas de popularidad que lo único que logran es sembrar miedo y paralizar a los funcionarios de los municipios, gobiernos estatales y federal.

México necesita que los Partidos Políticos Nacionales tomen decisiones que trasciendan sus siglas e intereses. Sabemos que el PAN existe por las políticas cardenistas, que el PRD existe por la escisión de 1987 contra el autoritarismo de la década de los ochenta. Todos esas causas, razones y motivos han sido superados con el paso del tiempo y la evolución del país. Las razones que motivaron a Plutarco Elías Calles y Manuel Gómez Morín a fundar el Partido Acción Nacional hoy ya no existen, son más pasajes pintorescos de un discurso nostálgico que realidades que influyan en la convivencia nacional. Todas aquellas razones que llevaron a Cuauhtémoc Cárdenas, Heberto Castillo y Porfirio Muñoz Ledo a crear, primero un Frente Democrático y después la PRD, han sido suficientemente superadas y resueltas.

Los problemas de hoy no son el ejido, la iglesia católica, la educación socialista, la represión estudiantil, los liderazgos sindicales en la cárcel o los procesos de postulación de candidatos del PRI.

Los problemas de hoy son; un crimen organizado que tiene el control sobre más de la tercera parte del territorio nacional, una politica económica que no solo genera rezago, sino que el estancamiento está haciendo retroceder los espacios en la economía mundial que México tiene; una administración pública que no planea, resuelve ni atiende los problemas del municipio, de las entidades y mucho menos los federales.

Es urgente una reforma constitucional que reinvente fórmulas para hacer funcionar a la burocracia llevada de la mano de las nuevas herramientas de innovación tecnológicas.

Es impostergable, por el bien de la salud de la república, ponerle un freno a la militarización de la vida civil.

Es necesario recomponer las fortalezas constitucionales y legislativas de las instituciones autónomas del Estado Mexicano.

Es imprescindible consolidar la calidad democrática del poder público, el fortalecimiento político de la autoridad electoral y disipar toda amenaza de una visión fascista en el ejercicio del poder unipersonal, omnipresente y omnipotente del presidencialismo.

Desde algún lugar del paradisíaco Estado de Morelos.

5 de enero del 2022.

 

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