Por: Ricardo Nahúm De la Puente Navarrete
– ¿Sabe usted, jovencito? Antes de ser Presidente hay que sufrir y aprender.
Si no, se sufre y se aprende en la Presidencia y a costa del país.
La silla del águila (2003)
La frase con la que inicio esta entrega puede leerse en la carta que le manda Nicolás Valdivia a María del Rosario Galván en la novela de sátira política del escritor Carlos Fuentes, obra repleta de sabiduría política mexicana y que retomo debido a que expone de manera muy puntual lo caro que puede costar la ignorancia y más cuando se tiene un cargo público.
Seguramente ha escuchado aquella frase de nuestro actual Presidente afirmando que su administración le apuesta al 10% de capacidad y/o experiencia de los altos funcionarios y un 90% de honestidad; así fue como se aterrizó en el servicio público el discurso del “pueblo bueno” contra “la élite abusiva”, y tan se creyó en dicha frase que, de acuerdo con la Secretaría de la Función Pública, entre diciembre de 2018 y noviembre de 2019 salieron del Gobierno 8 mil 57 servidores públicos, que representan el 30.8% de los 26 mil 172 funcionarios de carrera que había al cierre de la Administración del expresidente Enrique Peña Nieto.
En otras palabras, se ignoró la legislación y el espíritu del Servicio Profesional de Carrera que pugna por la permanencia y profesionalización de funcionarios públicos para que no estén sujetos a ideologías del gobernante en turno y despidió a 1 de cada 3 servidores públicos que pertenecían a dicho sistema para darle cabida a sus leales.
Hoy, a la luz de los tres años de la autodenominada 4T es claro el alto precio que nos ha traído la improvisación, la inexperiencia y la indolencia de muchos de sus altos funcionarios y es importante darnos cuenta que la curva de aprendizaje no sólo nos ha dado como resultado que hoy somos un México más pobre y más desigual (y ni hablar del tema de salud, educación, seguridad y crecimiento económico), sino que la famosa política de austeridad dejó como gran resultado la insostenibilidad de la eficiencia de las entidades operativas del gobierno.
Hoy, el Presidente López Obrador es el Presidente más débil que hemos tenido en décadas debido a que al inicio de su sexenio se dedicó a adelgazar las oficinas gubernamentales, hoy más que nunca sabe que su popularidad es pasajera y necesita de conflictos para distraer de sus decepcionantes resultados. Necesita discordia y desconfianza porque hoy no tiene manos para implementar políticas públicas, solito se las cortó.
Así pues, bien dicen los sabios que no hay mal que dure 100 años, y por ello será toral que nuestra clase política entienda de una vez por todas que un “yes-man”, es decir un hombre que dice sí a todo, en nada beneficia a sus proyectos y mucho menos al país. Deseo que los nuevos gobernadores, legisladores y miembros de cabildo recuerden a Nicolás Maquiavelo que decía: “El primer método para evaluar la inteligencia de un líder es observar a los hombres que le rodean”.
No se trata de una apología a la tecnocracia sino de una invitación a la clase política para que encuentren nuevos perfiles que conjuguen el conocimiento técnico con el talento político, que sean transparentes, eficientes y eficaces en su actuar administrativo pero que no pierdan contacto con la realidad ni empatía con la sociedad a la que se deben.
Dejar atrás la idea de que en la política mexicana hasta los tullidos son alambristas también es tarea de la ciudadanía, que debe ser más crítica, analítica y exigente. Sólo así no seguiremos condenando al país a la mediocridad.
*Politólogo (UAEMéx) Director General de Ventum Consultores.
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