Millones de personas han perdido su empleo en los últimos meses; millones más han regresado a la pobreza o son más pobres aún que antes de la pandemia. La distribución de los costos a nivel mundial siempre tiene ese componente de desigualdad que la economía moderna no puede superar; los países desarrollados cuentan con mejores herramientas para superar el colapso económico, mientras que los países en vías de desarrollo recienten en la clase media y pobre el golpe brutal de la crisis. Los efectos tardarán en sentirse porque el castigo ha sido gradual y la necesidad de sobrevivir obligó a hacer sacrificios en aras de que el golpe de la crisis sea menor.
En ese camino, voltear a ver al gobierno es la primera reacción natural; qué podrán hacer para superar este ciclo; cómo sobrevivirá mi familia, el pequeño negocio o cómo se pagarán las deudas. Preguntas que comienzan a contestar los gobiernos con sus subsecuentes diferencias: Estados Unidos y Europa buscado reactivar activamente la economía, Asia dependiendo del crecimiento de China que los contagia inevitablemente, y América Latina, quizás como siempre, sin muchas ideas y sin muchos recursos asumiendo como un hecho que lo avanzado en la última década se lo llevó el ventarrón del Covid.
Pero olvidamos que la economía moderna no solo depende del gobierno, las grandes corporaciones del mundo, siempre capaces de sobrevivir, cuentan con herramientas, recursos, fundaciones y vocación social que como nunca antes tiene que convertirse en motor de una parte de la recuperación. Es la hora de las empresas porque los gigantes deben mostrar una cara solidaria para generar empleos comprometiendo inversiones, pero también reorientando sus estrategias para atender causas más allá de coyunturas y viejas fórmulas, con acciones determinadas que generen valor en la economía.
Es la hora de las empresas porque tienen recursos e instrumentos para promover acciones más solidarias y comprometidas con la sociedad y que se traduzcan en una dosis de optimismo en sus comunidades vecinas y mercados relevantes. Es la hora de las empresas porque en la distribución de las ganancias y pérdidas globales parecen siempre salir mejor libradas, más grandes y fuertes. Es la hora de las empresas porque ignorar el doloroso momento por el que pasan nuestras sociedades generará cargas fiscales sobre la clase media, sus mayores clientes. Es la hora de las empresas porque el contexto de la economía global se ah modificado y sigue sin manifestarse ese cambio en una visión generosa que aliente a no dejar a nadie atrás en el camino del desarrollo.
No bastará con hacer lo de siempre. Las marcas que tienen valor tendrán que entender que en el futuro inmediato su reputación ya no estará ligada a la indudable calidad de sus productos y servicios, a su capacidad de innovar o a sus precios competitivos. El valor de sus marcas dependerá de que en su ADN exista compromiso y visión, exista empatía y razones renovadas para creer que no sólo son gigantes y poderosas, sino que generan valor social y voltean a ver la realidad desde la cima en la que las ha encumbrado la economía del mundo. Por eso, esperemos que pronto ellas protagonicen también la recuperación y lo hagan con sentido, con objetivos y estrategias claras y puedan compartir sus resultados. Esa es la parte difícil de la nueva economía, generar valor tiene sentido si ese valor tiene algo que ofrecer a otros.