A lo largo de nuestra vida experimentamos muchas emociones, sentimientos y afectos, las relaciones de pareja no están exentas, por ejemplo, ese primer amor o tal vez una separación de algo que duró por mucho tiempo pero que llegó el momento de decirse adiós. Se escucha fácil el poder decir ¡voy a coser mi corazón! sin embargo, ante una ruptura amorosa es complicado.
Todas las personas que terminamos una relación de pareja y que posteriormente empezamos a preguntarnos ¿qué paso, que hice mal? o a exclamar ¡no le encuentro sentido a la vida, no le encuentro forma!, es ahí, en donde podemos percatarnos de ciertos cambios de actitudes y comportamientos de quienes experimentamos esa “fractura o rompimiento” que se suscitó por cualquier motivo en el contexto de la relación de pareja.
Los cambios en actitudes y comportamientos tienen que ver con la química cerebral de cada individuo; uno de esos primeros cambios de actitudes y comportamientos tiene que ver con una negación, en donde, de cierta forma no hay una claridad de lo que se está viviendo, es decir, hay infinidad de pretextos para no acercarnos a una realidad que nos permita reconocer esa ruptura, e incluso, muchos aplican la teoría “un clavo saca a otro clavo” y es que nuestro cerebro no tan rápido entiende que ya se hizo un cambio de pareja y las consecuencias son impresionantes, se termina teniendo un duelo doble, por un lado, un duelo no resultó y por el otro muy probablemente no tan grave, esta conjunción genera un desequilibrio emocional e incongruencia con la realidad aún mayor de lo que ya se está viviendo.
Una vez viviendo este primer cambio de actitudes y comportamientos nos enfrentamos a una dualidad en la pareja que tiene que ver con el enojo; en las relaciones de noviazgo, el enojo, viene sobre ¡yo di lo mejor de mí y no me retribuiste!, ¡yo me esmeré para hacer que nuestra relación funcionara y tú no hiciste nada!, por el contrario, en los matrimonios ante un divorcio, el enojo, es algo que tiene controversias muy lamentables porque hacen rehenes a sus hijos, no desean que el cónyuge, el que “se va” o el “que menos le duele”, sea feliz, no le permite ver a los hijos, hay un gran problema sobre los bienes; por lo general cuando se termina una relación, la mujer sufre de abandono y el hombre de culpa, es decir, el abandono es lo instantáneo y la culpa llega después. Lo más importante después de la ruptura para poder llegar a empatar con la pareja es una negociación, no precisamente con ella sino con uno mismo, en la que al hecho de hacer esto, vivimos una depresión para llegar a una aceptación, se dice fácil pero no lo es y se tienen que vivir todos estos cambios de actitudes y comportamientos para poder construir o coser un corazón roto.
Para poder reparar, seguir avanzando y tener la posibilidad de seguir construyendo algo con otra persona, lo primero que tenemos que hacer, es construirnos a nosotros mismos; lamentablemente si no logramos pasar esa parte de vivir un “infierno” vamos a seguir teniendo el “mismo infierno” pero con diferente diablo; si no reconocemos o no sabemos a qué se debe ese incendio dentro nuestro infierno pues vamos a seguir teniendo “diablos” en nuestro entorno de vida.
Lamentablemente en México el tema de autoestima y salud mental no se trabaja, sin embargo, para poder llegar a sanar y coser un corazón roto debemos de empatar a todo esto, y se hace, en el momento en que nos perdonamos a nosotros mismos, el hecho de habernos juzgado tanto para no vivir a plenitud. Una buena alimentación y ejercicio constante en nuestra vida nos permitirá encontrar ese equilibrio que en su momento se perdió; es muy importante recordar que cada uno de nosotros vive a sus tiempos y que debemos tener muy en cuenta la orientación psicológica para hacer frente a todo esto, hay que cuidarnos a nosotros mismos sin hacernos daño, es un tiempo de conocernos y reinventarnos.
Psicólogo & Terapeuta Sexual – Sergio Tyeich
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